México: ¿Qué se juega en la lucha magisterial? (el derecho a ser parte del diálogo o aceptar el paternalismo)
por Andrés Zamudio Juárez
Miércoles, 11 de septiembre de 2013
Resulta sumamente curioso considerar que hace
aproximadamente un año, en el preámbulo de la elección presidencial y durante
la coyuntura social dada a partir de los movimientos estudiantiles encabezada
por el Yosoy132, que manifestaba su repudio hacia la posible llegada de EPN a
la silla presidencial, la base del magisterio se encontrara en los mítines de
campaña de dicho candidato. Por supuesto, esto no significó la abierta simpatía
de cada uno de los maestros hacia el hoy presidente de nuestro país, ni
siquiera que su voto declinara a su favor en las urnas, pero cabe recordar lo
que muchos líderes decían al gremio con respecto a que más allá de las filias
partidistas el PRI era lo que convenía a los maestros. La base magisterial no
tenía sino que ceder al chantaje en la búsqueda de preservar el pequeño espacio
de confort que le brindaban sus plazas con todos sus derechos y prestaciones.
Hoy los maestros sienten que ese confort se les escapa de las manos y que el
régimen al cual brindaron su apoyo (Convencidos o no) les da una patada en el
trasero, ante la mirada abúlica y apática de quienes supuestamente los lideran.
No obstante, los líderes, los
medios de comunicación y un sector de la sociedad civil (sociedad mediatizada),
señalan que los maestros hoy son presa de la desinformación y de aquellos que
no quieren perder privilegios como el control de plazas y otros cotos de poder,
son ellos quienes manipulan al grueso del gremio, se señala; sin embargo, son
justamente los líderes -aquellos que siempre han gozado del poder y de los
privilegios por los cuales hoy se estigmatiza a los maestros que marchan en las
calles- quienes hoy callan.
La insurrección magisterial
cobra relevante e histórica importancia en esta coyuntura social que se abre,
pues pone en tela de juicio no sólo su relación con los poderes gubernamentales
sino que cuestiona la unidad misma de su estructura al desconocer, en muchos de
los casos, a sus líderes. El fenómeno social expone a flor de piel una
constante de las estructuras institucionales y políticas de todo el país y a
todos sus niveles, y ésta no es otra que la carencia de representatividad.
Fácticamente, toda estructura social carece de ella, desde los sindicatos, hasta
los congresos locales y el Congreso de la Unión.
Desde esta óptica, la demanda
de participación con respecto al establecimiento de los criterios para la
evaluación que se plantea en la Ley General de Servicio Profesional docente es
más que legítima, y eso sin observar que el facultar a un organismo
independiente a la estructura sindical para realizar movimientos o despidos a
sus agremiados sí representa una amenaza para las conquistas sindicales y los
derechos laborales
El planteamiento de la
iniciativa de dicha ley no promueve el saneamiento ni el combate a la
corrupción en el sindicato, sino su debilitamiento.
Por otra parte, la discusión
sobre los criterios de evaluación cobra relevante importancia con respecto al
papel que jugarán las nociones de ciencia y conocimiento sobre las cuales se
fundamenten dichas evaluaciones. La participación de expertos académicos
debiera ser imprescindible en esta materia, pues es absurdo pensar que la élite
burócrata de nuestro país esté capacitada para decidir con respecto a estos
asuntos, pero este tema amerita para sí mismo un espacio más grande y profundo
de análisis.
En general, la cuestión de la
participación ciudadana, como exigencia y derecho, es lo que se abre de nueva
cuenta con el conflicto magisterial, ésta excederá al mismo, sobre todo con la
llegada de las reformas que se han anunciado, significando para las autoridades
el termómetro con el cual ha de medirse la reacción social.
Las reformas que están en
camino impactarán en diversos sectores de la sociedad. Lo que se expone y se
juega con la lucha que abre el magisterio es el derecho mismo a ser parte del
diálogo que hace la política de éste país; de otra manera, se aceptaría el
paternalismo tan repudiado por muchos, resignándonos a que siempre han de ser
los de arriba quienes tomen las decisiones, como si sólo ellos pudiesen saber
lo que es bueno para todos. El propio magisterio ya dejó pasar una coyuntura
social importante, en la salvaguarda del propio confort. Ahora son ellos
quienes al verse amenazados la encabezan mientras el resto de la sociedad expecta
e incluso condena, ¿se comportarán así incluso cuando les toque el turno
de que les pateen el pesebre?
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