Ni defensores ni detractores de la llamada "reforma energética" mencionan que el método "moderno" de extracción de petróleo y gas natural será el llamado "Fracking" que contaminará agua, tierra y aire, dejando grandes ganancias a la empresas transnacionales que lo apliquen y muere a las comunidades donde este método se utilice. Como la minería a cielo abierto, el "Fracking" es muerte y destrucción.
Jueves,
19 de Septiembre de 2013
Mucho se ha hablado ya sobre la reforma energética. Especialistas e
investigadores en el tema han dado su opinión tanto en contra, principalmente
por parte de la izquierda electoral y
por supuesto reformista que bajo el ejemplo de algunos países buscan proponer
reformas basadas en espejismos o ideas preconcebidas lejanas a la realidad que
viven estos países. Gran parte de sus argumentos son contra la privatización de
la paraestatal PEMEX. Por el otro lado están los “expertos” pagados por el gobierno federal para defender la reforma
energética que vierten sus opiniones, cifras pero especialmente los beneficios que esta reforma dejará al
país y toda la ciudadanía, insistiendo, claro, en que esto ni implica para nada
una privatización.
Lo que no dicen ni los
detractores, ni los defensores de la reforma. Primero que desde la década de
los noventa del siglo pasado a la fecha, PEMEX ha venido subcontratando a otras
empresas para que estas hagan algunos trabajos que antes hacia la paraestatal.
Esta es una característica de las nuevas estrategias privatizadoras de muchos
gobiernos y empresas privadas a nivel mundial de los recursos estratégicos. La
iniciativa privada controla los recursos que dejan pocas perdidas pero con gran
poder de decisión. El Estado como representante de la ciudadanía absorbe los
costos socio-ambientales. Esta nueva forma de privatización implica menos
riesgo para las empresas participantes. Esta estrategia tiene ya algunos años
siendo la estrategia común dentro de la industria petrolera y el manejo del
agua potable en las ciudades, incluso se presenta en algunos países
progresistas o de la nueva ola de la
izquierda latinoamericana como Ecuador, Brasil y Venezuela.
Podemos entonces entender que
la privatización de PEMEX ya tiene algunos años. De igual forma las
modificaciones hechas por Fox a la ley de energía permitió que muchas
corporaciones transnacionales, principalmente Españolas invirtieran en algunas
aristas de la matriz energética actual como son las regasificadoras,
hidroeléctricas y eólicas. Todas ellas con una fuerte oposición de las
comunidades afectadas y un alto nivel de violencia contra ellas por parte de
las empresas y los gobiernos cómplices.
La reforma energética
propuesta por el gobierno federal actual, no es sino la cereza del pastel de
una reforma que comenzó de forma silenciosa con Fox creando un marco legal al
modificar la ley de energía, Calderón con la desaparición del SME debilitando
la fuerza de trabajo de la CFE y permitiendo que más transnacionales
invirtieran en la matriz energética y ahora con la apertura de las grandes
corporaciones petroleras en dos rubros específicos: perforación en aguas
profundas y fractura hidráulica.
Desde el Plan Nacional de
Desarrollo presentado por el gobierno federal está claro que la apuesta para
PEMEX que no es lo mismo que toda la matriz energética aunque en la reforma
solo se hable de este rubro, va hacia la inversión en la exploración y
perforación en aguas profundas, esto en un claro esfuerzo primero de intentar nivelar
la crisis petrolera que es un hecho indiscutible, así las explotación en aguas
profundas se convierte en una necesidad y segundo es una de las dos inversiones
redituables que se les puede ofrecer a las corporaciones petroleras tan
necesitadas en este momento de expandir sus mercados a países con menos
conflictos internos y más abiertos a la inversión de capital privado como se
encuentra México en este momento.
La otra arista es la
extracción de Gas Shale o Gas de Esquisto mediante el método de fractura
hidráulica, mejor conocido por su nombre en inglés Fracking. Esta práctica extractiva, contaminante de aguas, suelos y
aire es la apuesta más fuerte de algunos directivos de PEMEX sin importar los
altos costos socio-ambientales ya documentados en Estados Unidos y el Reino
Unido además de múltiples resistencias en España, Argentina, Australia, entre
otros. No entrare en detalles de los impactos negativos del fracking, no es el espacio para ello,
sin embargo buscar la palabra en internet se puede encontrar millones de datos
basados en la mejor ciencia de todos los daños causados por esta práctica en
muchos países que en este momento se encuentran en lucha contra su explotación.
Tanto en el fracking como en aguas profundas se
plantea la concesión de la extracción a corporaciones transnacionales, mismas
que tienen una política de ganar-ganar dejando los costos a las comunidades
afectadas. Esta es la historia oculta de la extracción y el uso de
hidrocarburos en el mundo. Se visibilizan las ganancias, incluso se nos habla
del petróleo como el motor del desarrollo mientras que se nos ocultan los
impactos que genera en la salud ambiental y humana de las comunidades cercanas
a la extracción y producción del combustible basado en petróleo.
Podríamos estar hablando horas
de por qué no queremos la reforma energética propuesta por el gobierno federal
ni la que defiende la izquierda
progresista como la única y verdadera reforma que nos permitirá continuar
con el espejismo de que PEMEX y la CFE son de todos y todas las mexicanas,
además de que esta reforma propuesta por ellos es la única y verdadera
alternativa para el desarrollo y progreso del país sin embargo no lo vamos
hacer. Discutir por qué no queremos la reforma es una discusión de por qué no
queremos el sistema actual de producción. Una discusión que va más allá de la
reforma energética y se plantea un cambio sistémico basado en enfoques eco
sistémicos y no economicistas. No lo haremos.
Esta reforma se basa en
perpetuar una matriz energética que ha fracasado por el simple motivo de que no
parte de las necesidades de la ciudadanía, sino de las necesidades de un
sistema extractivo, privatizador que entiende el concepto de desarrollo desde
una perspectiva economicista y no de una vida digna y justa para todos y todas.
Por lo tanto es una reforma que termina siendo una farsa en la cual los
defensores y los detractores oficiales seguirán haciendo el juego de estar en
una lucha encarnada por el bien de todos y todas desde un sistema que no tiene
ese objetivo. Incluso si esta reforma apostara por dejar el uso de los
combustibles fósiles por los combustibles basados en energías renovables, si
continuamos con la misma matriz energética centralizada, de mega proyectos,
especulativa, privatizadora no podríamos hablar a favor de la reforma pues no
es una reforma encaminada a ser social y ambientalmente justa. Lo que hemos
visto cuando las energías renovables continúan dentro de la misma matriz a
nivel global es que estas parte del modelo de producción lineal causando serios
impactos en las comunidades cercanas, convertidoras en energías sucias por su
propia naturaleza.
Mientras que en la reforma
energética se discuta desde una lógica de mercado y nuestros sistemas de
producción continúen en la lógica lineal y no cíclica fuera de todo enfoque eco
sistémico estas reformas no estarán vinculadas a las verdaderas necesidades de
la ciudadanía sino todo lo contrario será contra aquello que dicen beneficiar.
No podemos continuar
perpetuando un sistema en crisis haciendo reformas criminales para las
comunidades y la naturaleza. Una reforma sin un cambio en la matriz energética
no sirve a nadie más que el modelo de producción actual. Es necesario
transformar de forma radical el manejo de nuestros bienes comunes recuperando
el sentido comunitario más allá del sentido nacionalista creando los mecanismos
autónomos y autogestivos para que estos bienes sean apropiados por la comunidad
y para la comunidad desde un modelo distinto de gestión.
Los cambios radicales ya no se
pueden seguir pensando como cambios utópicos sino como necesidades de
transformación. Vayamos por una matriz energética que no solamente implique
dejar de usar combustibles fósiles sino lejos de centralismos, de la extracción
y la privatización y mucho más cerca de las comunidades y sus necesidades en la
búsqueda del buen vivir.
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