Las maestras en la lucha magisterial (La voz de las mujeres en la lucha por trabajo digno y calidad educativa)
(Entrevistas por Alfredo
Acedo y la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos de la Mujer en
México. Transcripciones de algunas entrevistas de Desinformémonos).
CIP Programa de las
Américas, 15-09-2013
El sector
magisterial mexicano ha salido a las calles para protestar contra una reforma
educativa que amenaza sus empleos y la calidad y gratuidad de la educación
pública en el país.
Entre los miles de manifestantes que han
instalado una ciudad de tiendas de campaña improvisadas en las cuadras del
centro de la ciudad de México, las mujeres conforman la columna vertebral del
movimiento. Más de un millón de maestras —61% de la fuerza laboral de la
educación— trabajan en aulas mal equipadas a lo largo del país, frecuentemente
con salarios de tan sólo unos miles de pesos al mes.
El movimiento democrático de base, la
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), ha llamado a las
maestras y los maestros a rechazar las reformas constitucionales que imponen
una evaluación diseñada desde el centro como condición de empleo y niveles y
establecen “autonomía de gestión”
para que las escuelas lleven a cabo sus propias recaudaciones de fondos, entre
otras cosas.
Los medios han generado una opinión pública
hostil hacia la movilización de la CNTE, repitiendo hasta el cansancio que son
unos flojos que solamente obstruyen el paso de los demás e interrumpen la
circulación vehicular en el centro de la Ciudad de México. Muchas de las
mujeres y hombres integrados al movimiento han viajado cientos de kilómetros
desde sus hogares para vivir bajo una lona que proporciona protección precaria
contra los acosos torrenciales de la temporada de lluvias del altiplano
central. Tienen que arreglárselas con poca comida, falta de lugares para lavar
la ropa, marchas agobiantes y la constante amenaza de represión y desalojo.
Quienes vienen de las costas, batallan además con la presión atmosférica y la
mala calidad del aire de la gran ciudad. Para las maestras, las condiciones son
más difíciles —han dejado atrás a sus hijos o en algunos casos traen consigo
sus bebés porque no hay con quién dejarlos.
¿Por qué lo hacen?
Las mujeres del movimiento magisterial
respondieron a nuestras preguntas de manera simple y elocuente. Sus respuestas
reflejan un sistema educativo en crisis —no a causa de “maestros incompetentes”, como dice el diagnóstico del gobierno,
sino debido a años de negligencia gubernamental, presupuestos insuficientes e
indiferencia, y también debido a las duras condiciones de pobreza que
caracterizan las vidas de millones de sus estudiantes a lo largo del país.
La voz de
las mujeres en la lucha por trabajo digno y calidad educativa
“El motivo de seguir y continuar con esta lucha es porque siempre
vivimos y observamos la injusticia que existe en nuestro estado y en nuestro
país, y también porque a diario, como mujer, como mamá, como esposa vivimos
muchas carencias e injusticias con las que no estamos de acuerdo.
“Como maestras, nosotras somos quienes directamente convivimos en las
comunidades con estudiantes, con las madres y padres de familia, y conocer las
carencias que enfrentan te llena de rabia”, dice
una joven maestra del estado de Oaxaca.
Ella explica que desde su
escuela cerca de la central de abastos, ve a la gente que viene todos los días
para vender, entre ellos niños y niñas de sus clases que tienen que trabajar
antes de asistir a la escuela.
“Existen estudiantes que se levantan desde las 4 o 5 de la mañana porque
vienen de sus comunidades a traer frutas, verduras o plantas para vender;
llegan a la escuela sin desayunar y el resto del día se la pasan ahí, es hasta
las 8 ó 9 de la noche cuando se trasladan a sus comunidades a dormir, y al otro
día es la misma rutina”.
Ella está convencida de que
algo se tiene que hacer para romper con este círculo vicioso pero insiste que
la reforma educativa no es la respuesta. “Por
más que ahorita quieran pintarnos la reforma educativa de otra manera, nosotras
sabemos que para mejorar la educación necesitamos cambios estructurales y con
lo que se ha aprobado sabemos que las condiciones en nuestras comunidades, no
mejorarán sino que definitivamente son para empeorarlas”.
Sarvia Analí Valverde da
clases en nivel preescolar en una pequeña comunidad en la región indígena
mixteca del estado de Oaxaca. Ella nos relata que en su pueblo, Guerrero Santa
Cruz, los niños tienen que caminar más de dos kilómetros para ir al jardín de
niños. Muchos de sus padres se han visto obligados a emigrar. Cuenta que, “muchos niños llegan sin desayunar o con su
morral y su taco de tortilla dura untada de frijol o con pura sal”.
Otra mujer del movimiento
que prefiere no dar su nombre afirma: “Decidimos
dejar a nuestra familia y todo nuestro arraigo allá, para trasladarnos a la
Ciudad de México, a pesar de ser un lugar desconocido para nosotras. Sabemos
que es un terreno que no conocemos porque muchas de nosotras no sabemos andar
ni en el metro, pero nos adaptamos a este medio para venir a luchar en contra
de las políticas privatizadoras del estado pero esta lucha no es sólo de
nosotras o de los maestros en general, ésta tiene que ser una lucha colectiva
porque laceran no sólo al magisterio, sino también a los alumnos y alumnas, a
los padres y madres de familia”.
“Este proceso ha sido muy desgastante económicamente, físicamente, y
emocionalmente pero no sólo las maestras de Oaxaca sino de otros estados, hemos
decidido trasladarnos a la capital y continuar en resistencia”, agrega.
¿Qué debe
ser evaluado?
La inclusión constitucional de un sistema de
evaluación es uno de los puntos más controversiales de las reformas. La
evaluación universal tiene sus orígenes en los planes de del Banco Mundial y
las prácticas del sistema escolar estadunidenses. Valverde dice que no es verdad
que los maestros no quieran ser evaluados.
“Queremos que se nos evalúe pero de acuerdo al contexto social y
económico en el que trabajamos, de acuerdo a nuestra propia realidad, no con
procedimientos estandarizados”, dice. “Y menos estamos de acuerdo en que la
evaluación se utilice no para mejorar sino para reprimir y despedir a los
docentes”.
Ella explica que los
maestros y las maestras en su región quieren mejorar sus conocimientos y
habilidades, pero las opciones son limitadas en las áreas pobres en que ellos
trabajan. “Muchos queremos seguirnos
preparando pero nos limita el hecho de estar en comunidades muy alejadas, sin
transporte colectivo, y sólo disponemos de fines de semana para trasladarnos a
estudiar”.
Lejos de los programas de
escritorio, estas son las realidades que enfrentan las maestras. Para ellas en
pie de lucha, una evaluación de resultados que puede llevar al despido es sólo
otra forma de ‘inculpar a la víctima’.
“Hay quienes dicen que el magisterio es el responsable del rezago
educativo cuando en realidad no es así, más bien el rezago educativo es una
problemática estructural que se debe, entre otras cosas, a que la partida que
debieran de mandar para la educación, la gastan en otros ramos. Un ejemplo
clarísimo son las pasadas elecciones, en donde gastaron dinero al por mayor,
mismo que pudo haberse asignado para mejorar la educación”.
Aprendiendo
a resistir
Para muchas de las maestras manifestantes,
esta no es su primera movilización. Las maestras de Oaxaca recuerdan el
movimiento en su estado en 2006, cuando la Sección 22 del Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación inició un plantón por demandas sindicales que
devino en insurrección contra el gobierno local, sofocada violentamente por las
fuerzas de seguridad.
Una maestra narra el
impacto del levantamiento y de la represión. Dice que aprendió la lección: No
de tener miedo, sino de estar siempre preparada.
“Yo viví muy directamente los acontecimientos del 2006 y justamente
anoche recordé aquellos hechos, se me vino a la mente la psicosis que había y
el desalojo. Pero como le dije a mi compañera yo no tengo miedo, inclusive yo
le decía a ella, hay que estar pendientes, no vamos a dormir ahorita, vamos a
checar qué pasa y nos fuimos a dar un rondín para ver cómo estaban las cosas”.
Por lo menos en su caso, el
miedo no resultó ser un freno. “Lejos del
miedo, tenemos la necesidad de venir y participar activamente, a pesar de la
psicosis que quieren impregnar, carecemos de miedo porque ya lo vivimos y no
nos paraliza”.
Su amiga añade, “cuando yo leo el periódico todos los días
veo el reflejo del 2006, eso fue lo mismo que nos hicieron hace 7 años:
atacarnos, cansarnos, indignarnos, pero eso nos hizo decir basta”.
Ella recuerda un relato que
se ha vuelto clásico en los anales de los movimientos populares mexicanos —una
historia forjada por mujeres.
“Por eso las maestras decidimos tomar cartas en el asunto, se convocó a
una marcha y fuimos a los medios a solicitar nuestro derecho de réplica en
espacios de media hora o unos minutos pero nos fueron negados incluso en la
televisión estatal que se supone es un espacio público. Por esa razón miles de
mujeres decidimos tomar los medios, nos dimos cuenta de que no teníamos que
pedir los espacios, mucho menos en los espacios que son del pueblo y desde ese
momento nos quedamos ahí. Esa fue una de las acciones más fuertes porque
atentamos con la cuestión más fundamental de este sistema que son los medios de
comunicación y por eso fueron destruidas a balazos las antenas y todo lo que ya
sabemos”.
Regresando al presente,
dice, “a lo mejor muchos no nos entienden
pero tenemos todas esas historias, todas esas experiencias, todos esos momentos
de compartir pequeños triunfos, muchos miedos, muchos análisis de por dónde
vamos a seguirle, qué vamos a hacer. Nuevamente ahora que estamos ante esta
situación, nos volteamos a ver entre nosotras y sin decirnos nada sabemos el
por qué estamos aquí”.
Protestas y
propuestas
Un gran mito creado por los medios es que los
maestros están protestando sin ofrecer alternativas constructivas. De hecho,
sus organizaciones laborales en cada estado y los mismos maestros y maestras en
sus lugares de trabajo han estado trabajando para desarrollar en la práctica
alternativas pedagógicas. Además de Michoacán, donde existen planes y programas
alternativos elaborados por la sección disidente, en ningún lugar tal proceso
ha avanzado más que en Oaxaca.
Anabel Medina enseña en la
última escuela normalista rural del estado de Oaxaca, un internado para
maestras en Tamazulapan. El gobierno ha estado cerrando o reduciendo
sistemáticamente el presupuesto para los normales en el marco de la
privatización y para eliminarlas como baluarte de la resistencia rural a las
políticas neoliberales. Los estudiantes y maestros han luchado para conservar
lo que históricamente ha sido no sólo un lugar donde los alumnos de familias
empobrecidas pueden obtener un grado educativo, sino también un centro de
defensa de derechos económicos y sociales.
Medina describe cómo los
maestros han respondido a la falta de infraestructura básica y materiales en el
trabajo.
“En 2000 se nos cayó la edificación, se levantaron nuevas estructuras
pero sólo de aulas, no así del acondicionamiento para los procesos que
complementan el aprendizaje como talleres de tecnología y laboratorios. Los
planes y programas vienen muy raquíticos, sin métodos de enseñanza. Hemos
tenido que diseñar nuestros propios métodos como el de proyectos de pedagogía
emancipatoria”.
Celiflora García Cervantes,
de la comunidad de San Esteban Atatlahuaca, capacita a profesores para crear
estrategias que incorporen lenguas originarias en su práctica docente y cree
que las reformas llevarían a un retroceso e inhibirán sus logros.
“Un equipo de seis asesores acudimos a las escuelas, tenemos reuniones
de consejo técnico y desde ahí en forma colectiva construimos los proyectos
educativos, en los que se retoma el conocimiento contextual de los alumnos, con
base en sus intereses o a partir de un problema social de la propia comunidad.
Y el proyecto se concibe para ser trabajado en ambas lenguas”.
En comunidades indígenas
maestras y maestros han desarrollado técnicas basadas en el contexto cultural y
social. “En Oaxaca estamos conformando un
plan para la construcción de Oaxaca y precisamente eso es a lo que el gobierno
le tiene miedo, sobre todo porque el enfoque fundamental es el rescate de los
saberes, las costumbres, de arraigarnos otra vez a nuestro estado, a nuestro
México. Conocemos nuestra realidad y por eso sabemos lo que necesitamos,
palpamos las comunidades realmente marginadas”, explica la segunda maestra.
Señala que niños y niñas “en lo único que piensan es en terminar la
secundaria, si bien les va, y migrar hacia los Estados Unidos porque piensan
que van a tener una mejor calidad de vida aunque eso no sea así. Es por ello
que reconocemos que es necesario arraigarlos y decir, aquí en nuestro estado,
en nuestro país, en nuestro México podemos volver a recuperar toda nuestra
historia, nuestra cultura y nuestros recursos naturales pero primero tiene que
venir el arraigo, recuperar toda nuestra cultura, amarla y defenderla, eso es
algo de lo que le está tocando empujar al magisterio”.
Para las maestras, el
compromiso con los niños es fundamental. “…
la esencia de nuestra lucha es pugnar por un futuro mejor para todas las niñas
y niños, incluyendo a nuestros propios hijos, a quienes nos atrevimos a dejar.
Les extrañamos y nos duele terriblemente estar lejos de ellos, pero sabemos que
nos entienden porque han vivido esta experiencia con nosotras, y aunque cada
mañana, cada noche estamos pensando en cómo estarán, y a pesar de que muchas de
nosotras hemos pasado tres semanas sin poder verlos, seguimos acá porque
creemos que esta lucha es justa, que es nuestra y que la necesitamos ganar”.
Mujeres
transformando su realidad
Mónica Amador, de 28 años, enseña cuarto,
quinto y sexto grados en Cozoaltepec, cerca de Puerto Escondido, en una escuela
con sólo otra maestra. Ella gana aproximadamente 4 mil pesos al mes. Comenta
que algunos de los estudiantes en sus grupos tienen discapacidades y que ha
aprendido a enseñarles en lenguaje de señas. “Casi todos llegan a la escuela sin desayunar y cuando es temporada de
cosechar café no van a clases porque ayudan a sus familias en esa labor”,
narra.
En su salón, ella organiza
a sus alumnos en forma que permita eliminar jerarquías desde el aula, “los 26 estudiantes y yo nos distribuimos en
forma de medialuna, con mi escritorio atrás, no al frente de los alumnos.
Las maestras de México
tienen la responsabilidad de moldear a una nueva generación, capaz de reducir
la injusticia y la desigualdad de su mundo. Ellas también esperan dirigir a una
nueva generación de mujeres que se enfrentará y asumirá su papel legítimo en el
movimiento por el cambio y en un mejor mundo por recrear.
Para esto, ser miembro del
sindicato no es suficiente.
“En los últimos años mi visión se ha complementado, ahora también estoy
acá como mujer, porque me di cuenta de que a lo largo del tiempo las mujeres
jugamos un papel importante en la lucha social y que en los movimientos las
mujeres somos las que hemos ido al frente. Por eso consideramos que necesitamos
dejar de vivir en un contexto sexista y que eso se tiene que reivindicar.
“Antes, yo siempre pensaba en los otros, pero ahora también pienso en
nosotras, recuerdo que antes decía ‘nosotros los maestros’ pero ahora también
digo ‘nosotras’ estamos acá, con nuestra experiencia, con nuestros miedos,
nuestros deseos, nuestros sueños, todo lo que traemos para transformar esta
realidad. Estoy aquí porque tengo esa conciencia de que mientras no cambien las
cosas también para las mujeres, desde cada movimiento social, no van a cambiar
de manera general, y como integrantes de este movimiento tenemos la
responsabilidad de aportar nuestra visión del mundo y visibilizar nuestra
participación en la lucha social”.
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