La guerra contra los pueblos y sus resistencias (despojándonos de nuestra madre tierra, aire, agua, riquezas naturales)
Rebelión,
14-09-2013
La reunión del Congreso Nacional Indígena
(CNI) realizada en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, los días 17 y 18 de
agosto pasados, luego del curso de la Escuelita Zapatista, constituyó una
dramática denuncia, con testimonios contundentes, de la guerra desatada por el mal
gobierno contra los pueblos originarios en todo el país, donde se confunden sus
fuerzas represivas con las corporaciones capitalistas que protege, incluyendo
las del crimen organizado, dando por resultado la invasión de territorios, el
saqueo de recursos, la afectación del medio ambiente, la criminalización de las
resistencias y la amenaza a la sobrevivencia misma de la vida comunitaria.
Uno a uno, los delegados de las diversas etnias-pueblos-tribus-naciones fueron exponiendo la naturaleza de los agravios cometidos en su contra, indignados contra los poderosos que “no tienen respeto por la palabra, que la traicionan y violentan una y otra vez a lo largo y ancho de este país que se llama México”, pero sin asumirse en ningún caso como víctimas inermes o actores sumisos, sino como sujetos pletóricos de esperanza y fuerza para refundarse y reconstituirse en la defensa de sus territorios, identidades, lenguas, modos de vida y organización: “Nos reconocemos en el camino de nuestra historia y nuestros antepasados que son presente, futuro y espejo de la autonomía ejercida en los hechos, como única vía del porvenir de nuestra existencia y que se vuelve nuestra vida comunitaria en asambleas, prácticas espirituales, culturales, autodefensa y seguridad, proyectos educativos y de comunicación propios, reivindicaciones culturales y territoriales en las ciudades por los pueblos desplazados o invadidos con una memoria histórica viva” (pronunciamiento de la Cátedra Tata Juan Chávez Alonso).
Uno a uno, los delegados de las diversas etnias-pueblos-tribus-naciones fueron exponiendo la naturaleza de los agravios cometidos en su contra, indignados contra los poderosos que “no tienen respeto por la palabra, que la traicionan y violentan una y otra vez a lo largo y ancho de este país que se llama México”, pero sin asumirse en ningún caso como víctimas inermes o actores sumisos, sino como sujetos pletóricos de esperanza y fuerza para refundarse y reconstituirse en la defensa de sus territorios, identidades, lenguas, modos de vida y organización: “Nos reconocemos en el camino de nuestra historia y nuestros antepasados que son presente, futuro y espejo de la autonomía ejercida en los hechos, como única vía del porvenir de nuestra existencia y que se vuelve nuestra vida comunitaria en asambleas, prácticas espirituales, culturales, autodefensa y seguridad, proyectos educativos y de comunicación propios, reivindicaciones culturales y territoriales en las ciudades por los pueblos desplazados o invadidos con una memoria histórica viva” (pronunciamiento de la Cátedra Tata Juan Chávez Alonso).
El
Congreso Nacional Indígena, surgido al calor de los Diálogos de San Andrés por
iniciativa del EZLN, se manifestó por la liberación inmediata de todos los
presos políticos en nuestro país, y particularmente por la del tzotzil Alberto
Patishtán, quien lleva ya 13 años en prisión injustamente, purgando una condena
de 60 años, y que constituye el caso paradigmático y representativo de los
numerosos indígenas en el país que purgan condenas o tienen órdenes de
aprehensión por defender el territorio, el agua, los bosques, la tierra o los
lugares sagrados; por oponerse a la presencia de las corporaciones mineras,
eólicas, turísticas, farmacéuticas, constructoras de presas, termoeléctricas,
gasoductos y autopistas; por enfrentarse al crimen organizado y los grupos
paramilitares como integrantes de policías comunitarias y grupos de autodefensa
basados en la organización colectiva; por reclamar sus derechos como pueblos de
acuerdo con la Constitución y la jurisprudencia internacional en la materia.
Un
común denominador de los cerca de 100 conflictos que se denunciaron ante la
presencia de integrantes del Comité Clandestino Revolucionario
Indígena-Comandancia General (CCRI -CG) del EZLN lo constituye el hecho de que
el Estado mexicano, en sus diversos ámbitos de autoridad y niveles de gobierno,
aparece como ejecutor de políticas públicas y acciones ilegales y contrarias al
beneficio de los pueblos, y como protector de las corporaciones, en su mayoría
extranjeras, y cómplice de los delincuentes en toda la extensión de los
territorios; las fuerzas armadas y policiacas se proyectan en la narrativa del
CNI como ejércitos de ocupación, más preocupados por mantener bajo control a
las policías comunitarias, como en el caso de la CRAC-PC de Guerrero, que a los
sicarios mismos, y en algunas regiones, como Michoacán, abiertamente en
connivencia con los capos de los cárteles.
Por su
parte, la comandanta Miriam, integrante del CCRI-CG, y en nombre de las bases
de apoyo, hombres, mujeres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional, en su intervención en el Congreso Nacional Indígena, tomó
como propios todos los problemas y situaciones en todos los rincones de la
patria mexicana expuestos por los delegados, “porque son los mismos problemas que padecemos todos, despojándonos de
nuestra madre tierra, aire, agua, riquezas naturales. Pero los malos gobiernos
neoliberales y las empresas trasnacionales reinan con el dinero, y por eso
imponen proyectos de muerte en nuestros territorios. Pero como pueblos
originarios y dueños de las riquezas naturales tenemos que defender a como dé
lugar, sin importar las consecuencias, porque nuestra madre tierra, con ella
vivimos y con ella respiramos... y cuando defendemos nos persiguen, nos
encarcelan y nos matan. Nos acusan de transgresores de la ley y nos condenan a
muchos años de prisión, como si fuéramos delincuentes. En cambio, ellos son los
verdaderos delincuentes, vendepatrias. Ellos están libres, como si no fuera
delito todo lo que han hecho con nosotros, por sus leyes que tienen, y con sus
leyes se protegen”. Los y las zapatistas dejaron claro su mensaje a los
malos gobernantes: “Que ya no nos
dejaremos, como pueblos originarios, que nos quiten nuestra madre tierra y las
riquezas naturales. Nosotros como zapatistas luchamos por nuestras 13 demandas
para el pueblo mexicano, y también luchamos por la autonomía donde el pueblo
mande y el gobierno obedece. Para lograr todo esto se necesita conciencia,
voluntad y sacrificio, y resistir todo tipo de agresiones. Compañeras y
compañeros, hermanos y hermanas, para poder rechazar todos los planes de muerte
que imponen los neoliberales se necesita organizarse, unir nuestras fuerzas,
nuestro dolor, unir nuestra rebeldía y luchar por democracia, libertad y
justicia”.
Las y los delegados decidieron reconocer, apoyar y animar las luchas por la autonomía y libre determinación de todos los pueblos que conforman el Congreso Nacional Indígena, desde la península de Yucatán hasta la de Baja California, haciendo suyo el futuro de sus pueblos.
Las y los delegados decidieron reconocer, apoyar y animar las luchas por la autonomía y libre determinación de todos los pueblos que conforman el Congreso Nacional Indígena, desde la península de Yucatán hasta la de Baja California, haciendo suyo el futuro de sus pueblos.
Rebelión ha publicado
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