Vida durante tiempo de guerra: resistiendo la contrainsurgencia (perspectiva del pensamiento radical estadounidense)
x Gilberto López y Rivas
La Jornada
16/08/2013
Perspectiva de un sector importante del pensamiento
anarquista estadounidense sobre los efectos de la contrainsurgencia
imperialista al interior del régimen de EEUU
El colectivo de trabajadores que integra
AK-Press, autodefinido como un pequeño grupo de orientación anarquista "que publica y distribuye libros y
medios audiovisuales libertarios, y otros materiales alteradores de la
conciencia", recientemente puso a la venta una importante compilación
de casi una veintena de trabajos editada por Kristian Williams, Will Munger y
Lara Messersmith-Glavin: 'Life during
wartime: resisting counterinsurgency' (Oakland, AK-Press, 2013), que
expresa la perspectiva de un sector importante del pensamiento radical
estadounidense sobre los efectos de la contrainsurgencia imperialista al
interior de Estados Unidos, a partir de dos interrogantes claves: ¿cómo los
horizontes culturales y sociales han sido perjudicados por la aplicación
doméstica de la contrainsurgencia?, y ¿cómo rebeldes y radicales pueden
elaborar estrategias inteligentes para resistir la represión del Estado?
El conjunto de los textos fue producto de varios años de investigación
sobre la historia, la teoría y la práctica de la contrainsurgencia, después de
que muchos de los autores se reunieron en Portland, Oregon, en 2011, en lo que
denominaron Convergencia contra la contrainsurgencia, un espacio abierto para
activistas e investigadores que han venido trabajando temas de seguridad,
represión y la cambiante naturaleza del Estado. La convergencia, de acuerdo con
Munger, trabajó un mapeo de los contornos de la contrainsurgencia trasnacional,
con el propósito de discurrir estrategias para responder y confrontar tanto a
la contrainsurgencia como al imperio. Otros capítulos de la obra fueron
elaborados por participantes de movimientos sociales que de manera directa
resisten y subvierten los aparatos contrainsurgentes.
La introducción a la obra, escrita por Williams, contiene importante
reflexiones que expondré sintética y selectivamente. Dividida en tres partes,
la primera analiza las relaciones entre represión, contrainsurgencia y Estado,
partiendo de la hipótesis de que las izquierdas han sido lentas en percibir que
la represión no siempre se manifiesta a través de la violencia, sino también
por medio del mantenimiento de la normalidad por parte del Estado, movilizando
ideología, haciendo concesiones, utilizando incentivos materiales, esto es,
cooptación y coerción, que constituyen la base misma de la contrainsurgencia en
su objetivo principal de conquistar legitimidad. Si la esencia de la
contrainsurgencia es política, se hace énfasis en la inteligencia, la
seguridad, el control de población, las operaciones pacificadoras, la
propaganda y, sobre todo, en los esfuerzos por ganar la confianza del pueblo.
Si el propósito de la contrainsurgencia es mantener el poder del Estado, sus
aspectos estrictamente militares, si bien necesarios y siempre recurrentes, son
acompañados de instrumentos más suaves y sutiles para lograr el apoyo para las
fuerzas gubernamentales. Así, como política interna, el gobierno estadounidense
ejerce su control no sólo a través de una red de diversas instituciones
estatales, sino también del mundo corporativo que usa sus recursos para limitar
libertades políticas, o espiar a opositores, como se demostró en el caso de
Edward Snowden, e incluso, a través de organizaciones no gubernamentales o de
la llamada sociedad civil, incorporando a la oposición política moderada, cuyos
miembros actúan como interlocutores e informantes.
En un apartado intitulado "contrainsurgencia
y neoliberalismo", Williams se pregunta: ¿el papel de la
contrainsurgencia es limpiar el desorden que el neoliberalismo crea?, o ¿la
contrainsurgencia es el camino por el cual se imponen las condiciones del
mercado y la estabilidad necesaria para lograr las reformas neoliberales?
Indicativamente alude que en América Latina ambos términos están asociados con
las llamadas guerras sucias, mismas que han sido utilizadas para precisamente
implantar a sangre y fuego el modelo neoliberal en el Cono Sur. Podría pensarse
asimismo que la guerra social y el desastre humanitario que sufre México no son
más que la forma de imponer la totalidad de las "reformas estructurales", que incluye la privatización de
Pemex.
Williams presenta un interesante estudio en el que se analizan 30
operaciones contrainsurgentes recientes y se concluye que el gobierno fue
derrotado en 22 de los conflictos (73 por ciento) y prevaleció en ocho (27 por
ciento). Otro estudio examina 89 insurgencias que tienen lugar de 1934 a 2008,
encontrando que en 28 casos el gobierno fue victorioso, en 25 fue derrotado, en
20 los resultados fueron mixtos y en 16 el proceso estaba en curso en el
momento de realizar la investigación. Otro estudioso al servicio de la
contrainsurgencia recomendaba democráticamente: "restringir la diseminación de ideas, prevenir que los radicales
lleguen a tener influencia, e impedir sus esfuerzos de establecer
organizaciones oposicionistas".
Nuestro autor destaca que las fuerzas de seguridad del Estado
contrainsurgente han tenido que cambiar en materia de inteligencia, al
convencerse de que la causa de los conflictos no es sólo una "conspiración subversiva",
sino que deben lograr una comprensión amplia del sistema social, por lo que el
Manual de campo 3-24 insiste en que los estrategas militares requieren de
científicos sociales, esto es, sociólogos y antropólogos, al servicio de la
represión contrainsurgente.
Williams concluye que si en la sociedad se mantiene la desigualdad y la
catástrofe ambiental continua, habrá causas para rebelarse. Para enfrentar la
contrainsurgencia se debe aprender a pensar como insurgente, reconociendo y
asumiendo la complejidad política y estratégica. Cada insurgencia es singular y
puede tomar formas muy diferentes de un año al otro. No hay recetas ni
fórmulas, pero sí es necesaria una estrategia que corresponda a la realidad que
se vive, que no se base en versiones idealizadas de pasadas revoluciones o en
algunas utopías futuras y que no asuma una táctica favorita, ya sea pacifista o
insurreccional, como artículo de fe. El antídoto para la represión es simple:
más resistencia, ampliando las bases de apoyo del movimiento y tomando en
cuenta que "para los rebeldes, como
para las autoridades, la legitimidad es el principal objetivo".
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