Resistir es vencer: entrevista con Jacobo Silva Nogales (Las 7 piezas del rompecabezas Loxicha, 7 y última)
Foto: Heriberto Paredes/SubVersiones |
Por: Colectivo La Voz de los Xiches,
Veredas Autónomas,
SubVersiones AAC y
Centro de Medios Libres.
La historia de los presos Loxicha se
encuentra en un mar de dudas y caos controlado por las mismas instancias de
gobierno y de los medios de comunicación masiva. Los medios del poder siguen
llenando de obscuridad lo que entendemos como un acto ilegal e insoportable, la
prisión política en este país se esconde debajo de un discurso de miedo y de
falsas hipótesis que arrastran a seres humanos con nombre, rostro, dignidad e
historia.
Con esta convergencia de
medios buscamos desanudar y desenmarañar una parte de esta historia de lucha y
represión e iluminar la vida y el recorrido de resistencia de nuestros
compañer@s pres@s politic@s. Nuestro territorio político y ético parte del
consenso y de nuestra adherencia a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.
Luchar con un preso político es luchar por la libertad, libertad de todas y
todos los que queremos un mundo donde quepan muchos mundos.
Buscamos amplificar la voz
del preso político Álvaro Sebastián Ramírez y de sus familiares adherentes a la
Sexta, buscamos resaltar la historia y la lucha de los 7 presos políticos
Loxicha, buscamos articular con otros familiares de presos políticos para crear
canales autónomos de dialogo rebelde.
Las 7
piezas del rompecabezas Loxicha.
Resistir es vencer: entrevista con Jacobo Silva Nogales
Cuando estaba yo
en prisiones, solito me divertía
Solito me
divertía, cuando estaba yo en prisiones
Ay de mi
llorona, llorona de azul celeste
“La
petenera” antiguo son jarocho escuchado en los muros de las cárceles del
profiriato
Llega Jacobo a la entrevista. Se muestra como
alguien reservado en palabras y amable en gestos, platicamos acerca de la
dinámica que seguiremos en este primer encuentro, él mientras tanto, escucha
con atención pero sentado al borde la silla y con la mochila entre los brazos,
como si estuviera a punto de salir, como si estuviera esperando una
contingencia para reaccionar. Tal vez sean los años de trabajo en la montaña
los que lo hacen parapetarse de esta forma, hay cosas que no se olvidan ni con
el paso del tiempo ni con la dureza de la cárcel. Pronto tiene que acomodarse
de otra manera y las cosas comienzan a fluir de manera más relajada, el
silencio reina de pronto y su voz interrumpe para presentarse: “Soy Jacobo Silva Nogales, luchador social.
Fui miembro del Partido de los Pobres, posteriormente de LP, del EPR (Ejército
Popular Revolucionario) y después del ERPI (Ejército Revolucionario del Pueblo
Insurgente). Caí preso desde 1999, estuve diez años en prisión, nueve años y
medio de ellos en la cárcel de máxima seguridad del Altiplano y medio año en la
de Tepic, Nayarit.
En esta ocasión, no
abordaremos la historia viva que Jacobo significa si de militancias en Guerrero
se trata, no porque no estemos interesados, lo que sucede es que nos interesa
mucho conocer los pareceres de él respecto al caso de otro preso político
mexicano, el loxicha Álvaro Sebastián, recluido desde hace 17 años en distintos
penales oaxaqueños y de otros estados en los meses recientes. Nos interesa
mucho conocer cómo vive la cárcel un preso político y cómo se puede salir de
ella con la frente en alto y con el aprendizaje de que es posible lograr una
estrategia legal eficaz que favorezca en la lucha por la libertad. Nos interesa
escuchar a quienes han hecho y continúan haciendo los pasos de las historias.
Álvaro Sebastián,
posiblemente uno de los más lúcidos luchadores sociales con los que cuentan los
pueblos de México, refiere algo que deberíamos considerar más en serio, que en
sus años de lucha: “nosotros estábamos
preparados para esto”. Jacobo Silva escucha esta frase y casi sin inmutarse
afirma: “Bueno muchos de los luchadores
sociales tiene presente que en algún momento pueden caer en la prisión, ya sea
porque está uno en la clandestinidad o porque a veces sin estarlo, está en un
movimiento social que es víctima de la represión. En este caso, en el caso mío
pues, era a partir de formar parte de un grupo armado, entonces el hecho de
haber caído en prisión es parte de un costo de la misma lucha, es algo que se
contempla ya como una posibilidad, incluso como la posibilidad menor porque
otra posibilidad mayor y en la que uno casi siempre piensa es en perder la
vida, de manera que caer en la cárcel pues viene siendo un costo menor que ya
lo tiene uno previsto. Es un decir porque esta uno preparado para que eso
ocurra pero en realidad no está uno preparado para lo que eso significa ya en
la vida real, para lo que eso conlleva porque no conoce uno lo que se va a
enfrentar ahí adentro, está uno preparado en el sentido de que algún día puede
ocurrir, pero como uno desconoce, entonces no es lo mismo, que si uno
conociera”.
Es esto lo que pasa en el
México de hoy, es una de tantas de las realidades que la historia no ha
permitido socavar: luchar por la transformación de las condiciones de vida de
pueblos y comunidades hacia una vida mejor y más digna, es sin duda, un crimen,
un estigma al cual le corresponden ciertas consecuencias. Y es parte de la
concientización tener presente esta realidad. Álvaro y Jacobo lo sabían y continúan
sabiéndolo. Vías distintas de lucha que terminan convergiendo luego de sufrir
la represión, la tortura y la prisión ilegítima e ilegalmente.
Vale la pena seguir con
atención algunos fragmentos del testimonio en que Jacobo hace el esfuerzo por
comunicarnos su experiencia carcelaria, sus reflexiones en momentos cruciales y
la necesidad de sobrevivir: “Después
viene la tortura y la tortura pues es una cuestión que es bastante difícil,
algo que no se le desea a nadie, ni a los propios torturadores porque es
bastante difícil. En este proceso de tortura pues también van ocurriendo
cambios en uno, yo lo puedo decir por lo que observe en mí, pues la mente se va
adaptando a todo esto. Durante el proceso de tortura hay un funcionamiento del
cerebro pero de veras aceleradísimo, si la adrenalina ayuda a funcionar al
organismo, a capacitarlo para la huida o el combate, creo que también al
cerebro y lo hace pensar a mil por hora, yo creo que si así pensara uno en la
vida profesional sería uno un genio porque se viene a la cabeza ideas pues muy
rápidamente, confluyen simultáneamente centenares de ideas en tan sólo unos
instantes, algo así como si fuera la película de la vida que dicen que se ve
cuando uno se encuentra cerca de la muerte y también me tocó ver ya esa
película de la vida y la tortura es todo un largometraje de la vida porque es
pues recordar, pensar, ver lo que viene más adelante, es hacer conexiones,
miles de conexiones en unos instantes, así que pues se hace pequeña para uno la
posibilidad de caer en la cárcel, en la tortura uno piensa que va a morir en la
tortura, uno piensa que como culminación de la tortura lo van a matar, porque
la amenaza constante es esa: “te vamos a matar, te vamos a matar”.
La charla continúa por
caminos difíciles, se adentra en algunos relatos carcelarios, por ejemplo en la
distinción entre un preso político y uno del fuero común, algo que tiene ver
con la característica de haber sido apresado por intentar consolidar alternativas
a la vida impuesta que se vive, a diferencia de otros presos, los “presos comunes” les llaman algunos,
aquellos que de manera injusta también se convirtieron en cifras relucientes
para las instituciones del Estado y aquellos presos que, aun habiendo delinquido,
no tienen la posibilidad de replantearse el camino de su vida sino que tienen a
su alcance más armas y drogas que las que existen afuera.
“Y yo planteaba que es una continuación de la tortura, la cárcel, y es
así, porque es una vivencia que también despersonaliza como aquella, si en
aquella tratan de que uno deje de ser lo que es y quieren lograrlo en el lapso
de unas horas, en la cárcel tratan de hacer lo mismo aunque se lleve años. Hay
gente con la que si lo pueden lograr pero con un preso político esto les
resulta creo que más difícil porque él preso político se aferra mucho a que no
importa lo que le hagan, ya lo que uno hizo ya es satisfactorio, entonces le
queda a uno el placer, el gusto de poder haber hecho las cosas. Y si en algunos
presos comunes la resistencia a la cárcel la obtienen por medio de pensar en el
futuro de que algún día se van a vengar, un preso político bien sabe lo que
hizo, piensa en lo que construyó, en el daño que ya le hizo al Estado, en lo
poquito que pudo haber hecho para ayudar a otra gente a que se libere, para
enseñarles que es el cambio social, para enseñarles la posibilidad de otro
mundo, pues ahí es donde está la fuerza de uno, el pensar en eso entonces hace
que uno diga, ‘esto no es nada hombre’, no es mayor problema, puedo aguantar
esto y más. Sobre todo también la condición humana, pues implica que siempre va
uno a buscar satisfactores, además de pensar en lo que hizo está en lo que uno
está haciendo: resistir ya es vencer”.
Álvaro Sebastián, a través
de cartas y de la palabra de sus propios familiares ha expresado esta fortaleza
a la que hace referencia Jacobo y que en otras latitudes el profesor Alberto
Patishtán comparte en cada mensaje que expresa. Pero no son los únicos, tal vez
sean los que han logrado alzar la voz más allá de un cierto ámbito, sin
embargo, la situación que reflejan es sin duda la existencia de gran cantidad
de personas detenidas y encarceladas que vencen al resistir cada día en su
celda, en el comedor, en las pocas horas de patio, en la lucha por sobrevivir.
Gracias a las palabras de Jacobo Silva es que podemos mirar la fuente de la que
abreva la fuerza a la que apelan los presos políticos desde su condición al
resto de la población: luchen y sigan luchando, la libertad es parte de esta lucha
y al resistir y mantenerse, vencen todos los días.
Las cosas convergen aún más
cuando Jacobo toca un punto esencial al mantener el tema de la prisión
política: “Yo creo que todo preso
político y toda persona que pudiera ser presa política debiera pensar en que
desde ahorita debe preocuparse por no perder sus recuerdos, no perder sus ideas
y seguir siendo ese que era. Porque hay gente y yo he conocido muchas de ellas
de que en el camino de la lucha perdieron eso, perdieron esa sensibilidad,
perdieron el compromiso, perdieron esos cariños que tenían y finalmente estaba
en libertad, siguieron siendo gente que luchaba pero no era ya aquel que
empezó, no era aquella persona indignada, sensible, receptiva al dolor del
pueblo sino que pues se fueron haciendo una especie de élite que ya jamás llegó
a pensar en esas vivencias, jamás volvió a pensar en lo que es vivir con
sencillez, jamás volvió a pensar en lo que es vivir como la gente del pueblo y
eso no quisiera vivirlo”.
En la entrega pasada de
este rompecabezas, que cada vez tiene más forma y claridad que antes, en una
entrevista a un integrante de la Voz de los Xiches en Prisión, fue posible
conocer uno de los puntos de amarre de la voluntad de Álvaro Sebastián: el
hecho de que afuera, en su pueblo y en su región lo esperan, hay gente que lo
espera porque cree en él y confía en que una persona recta y luchadora
regresará. Al final, pese a los 17 años de injusta prisión, Álvaro –cada día la
familiaridad es mayor a pesar de la distancia- no ha perdido la memoria y no ha
dejado de luchar, de construir, de mantener el vínculo vivo con su gente, con
su pueblo. En este sentido, uno de los ejemplos que confirman la cualidad de la
memoria histórica es la conexión que la comunidad de El Bosque mantiene con el
profesor Patishtán para exigir su libertad absoluta. Y es esta la puerta que
nos permite entrar a un asunto de suma relevancia: el mecanismo que permitió a
Jacobo lograr la libertad y la de su compañera, Gloria Arenas, quien también
estuvo recluida por el mismo delito de rebelión, luego de asumir su propia
defensa, es decir, tomar las riendas de los casos.
Varios abogados tomaron su
defensa hasta que agotaron casi todos sus recursos jurídicos. Fue hasta la
última posibilidad jurídica que les quedaba cuando Jacobo, sin ser abogado,
decidió tomar en sus manos su propia defensa -aunque nunca creyó en este
recurso- porque pensaba que el derecho sólo servía para beneficio de los ricos
y la gente acomodada, nos comenta en esta rica entrevista.
“Estaba en mi celda el documento de mi sentencia, pero todavía no me
interesaba, ahí vi que me acusaban de rebelión. Se me ocurrió preguntarle a
otro preso sobre otros artículos que hablaran de rebelión, no me interesó
ninguno, hasta que llegó al 137, no lo deje terminar y le dije, voy a salir” -recuerda con efervescencia sentado al borde de la silla-. Jacobo
nos dice que cuando él mismo asumió su propia defensa, se interesó por el
derecho y al final logró su libertad. Desde entonces piensa que cada preso
político debe asumir su propia defensa, pues no hay nadie más que conozca mejor
su caso que el mismo preso político. Actualmente Jacobo es asesor jurídico del
preso político Álvaro Sebastián Ramírez quien lleva 17 años en prisión.
Como asesor, tiene
conocimiento del caso con mucho detalle, comenta que Álvaro estuvo 11 días
desaparecido, torturado y le hicieron firmar sin un traductor y que sólo estas
irregularidades le hubieran permitido su libertad. También afirma que, entre
otras acusaciones, están las de haber ayudado con vehículos, armas y dinero que
supuestamente se utilizaron en un enfrentamiento del Ejército Popular
Revolucionario (EPR) y los cuerpos policiacos y militares del Estado en 1996,
las cuales, son consideradas puntualmente como conductas de rebelión según el
artículo 133 del Código Penal Federal, el cual dice textualmente: “Las penas señaladas en el artículo anterior
se aplicarán al que residiendo en territorio ocupado por el Gobierno Federal, y
sin mediar coacción física o moral, proporcione a los rebeldes, armas, municiones,
dinero, víveres, medios de transporte o de comunicación…”
En ese sentido el asesor de
Álvaro especifica que la acusación en este caso no fue por rebelión, por el
contrario, se le sentenció por homicidio, por lo tanto, en la resolución de su
amparo se dictaminó que no se le puede aplicar el artículo 137 de rebelión. Sin
embargo al mismo tiempo nos dice, que si se les preguntara a los magistrados
¿por qué se le considera responsable de homicidio a Sebastián Ramírez? Ellos
responderían: porque ayudó con armas, con transporte y dinero a personas que
fueron a cometer un homicidio.
Jacobo declara con
seguridad que “o el agente del ministerio
público fue incompetente y no hizo adecuadamente la acusación o lo hicieron de
mala fe para que no se le aplicara el artículo 137”. No obstante, desde la
primera línea de investigación, la cual ha ido evolucionando, se acusa a Álvaro
Sebastián de haber participado o colaborado con el EPR en el ataque del día 29
de agosto de 1996. Según los medios de información y declaraciones del mismo
Estado, este grupo es considerado como rebelde, por lo tanto, si el acusado
participó o no en tales hechos, la acusación lo hace apremiante del delito de
Rebelión, pues así están tipificadas estas conductas. O en caso de demostrar lo
contrario se le tendrían que retirar las acusaciones de haber proporcionado
vehículos, dinero y armas a tal grupo.
Este caso es una
demostración más de lo que ocurre en México, no solo con Álvaro Sebastián, sino
con otros presos políticos, como es el caso de Alberto Pathistán, “la ley no importa, se usa al servicio del
Estado, pues es él quien acusa y él quien juzga, existe una consigna”, nos
comenta el asesor de Álvaro.
Jacobo Silva nos dice que “ya
se han usado para Álvaro todos los recursos legales nacionales en México y que
lo único que queda es hacer uso del reconocimiento de inocencia o una amnistía.
Pero que actualmente ya se hizo una petición ante la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH) para que atraiga
el caso y lo lleve a juicio. Finalmente tendrá que ser puesto en libertad en
algún momento y será absuelto de todos los delitos que se le acusaron, va
quedar demostrado que todo su proceso ha sido injusto, porque ni uno sólo de
los delitos de los que se le acusó pudo sustentarse y lo hemos demostrado”
afirma Jacobo. Asimismo, asegura que tiene que salir completamente inocente, y
quizá por eso no quieren que salga, porque sería un caso de injusticia extrema,
de una persona que ha pasado más de 17 años en prisión sin haber cometido
ningún delito: “Álvaro fue acusado de una
gran cantidad de delitos y sé ha demostrado que ninguno tenía una base que lo
sustentara. Lo último que se le quitó fue el de terrorismo y conspiración, así
que está preso solo por homicidio y tentativa de homicidio”.
Silva Nogales piensa que
cuando hay consigna del Estado, este va a pasar por encima del derecho y hace
énfasis en que es útil el acompañamiento político, junto con la vía
jurídica, pero que ahora hay una urgencia, porque todo acompañamiento político
para un preso de esta índole sirve para otros presos políticos y coloca en una
situación de vulnerabilidad al Estado para que tenga que reconocer las
ilegalidades.
Álvaro Sebastián Ramírez y
Jacobo Silva Nogales -cuando aún estaba preso en el 2006-, se adhirieron a la
iniciativa civil del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) conocida
como La Otra campaña, (actualmente La Sexta), quienes hicieron
eco en el movimiento social nacional e internacional para ponerle nombre y
rostro a los presos políticos, y desde entonces, luchan por la liberación de
los presos políticos de consciencia. Jacobo termina diciendo que ahora que
Álvaro fue enviado a una prisión de máxima seguridad -CEFERESO #6 de Tabasco-
el estará más vivo, mientras sepa que hay gente luchando afuera y que cuando él
salga sólo encontrará un mundo de solidaridad; termina agradeciendo a la Otra
Campaña por haber apoyado para su liberación y para la de su esposa. “Agradezco a la Otra Campaña por mí, por mi
esposa y por Álvaro, porque están ayudando a que sea más visible la injusticia.
Porque la lucha fuera de la cárcel es una lucha contra el anonimato”
Con esta séptima pieza
concluimos con la serie de reportajes que intentó mostrar con mayor claridad el
rompecabezas Loxicha, se concluye así el recorrido que dio inicio mostrando
quiénes eran los presos Loxicha, quién es Álvaro Sebastián, hasta esta última
parte en que un luchador social que padeció la prisión política mantiene la
conexión a partir de ser un asesor jurídico. Es significativo que poco a poco
los intentos de división que proliferan, fracasen, hay un cambio sustancial en
la fortaleza concentrada en la comunicación y vinculación entre los presos
políticos y los que lo fueron. El olvido deja de ganar y la memoria se
fortalece cada vez más hasta potenciar las luchas. Con esta última pieza
cerramos este modesto intento por informar y comunicar y al mismo tiempo
abrimos cada vez más nuestros esfuerzos para lograr la libertad absoluta de
todas y todos los presos políticos del país. Álvaro Sebastián y Alberto
Patishtán estarán libres, de eso no hay duda alguna.
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