24-08-2013
Fuente: Editorial de Unidad Socialista, órgano de la Liga de Unidad Socialista
(LUS), N° 55, agosto-septiembre 2013.
Los voraces grupos dominantes económicos y
políticos están ansiosos por culminar con la privatización furtiva que ha
venido carcomiendo desde hace tres décadas a la industria más lucrativa del
país, la energética: integrada por Pemex y la Comisión Federal de Electricidad
(CFE). Tanto en su rama eléctrica y principalmente en la petrolera, esta
industria es la fuente de multimillonarias ganancias que el capital está deseoso
de acumular lo más pronto posible sólo para él mismo.
La renta petrolera es, de lejos,
al nivel mundial el origen de las riquezas más fabulosas del sistema
capitalista. El petróleo es la sangre misma del sistema, la mercancía de
mercancías por antonomasia que lo mueve. Los monopolios petroleros
imperialistas –Exxon-Mobil, BP (antes British Petroleum), Shell, Chevron,
Total, Repsol YPF, las compañías perforadoras como Halliburton y Schulumberger–
constituyen las compañías más ricas y poderosas del mundo. Y son las
descendientes de las mismas compañías que en 1938 fueron expropiadas por el
gobierno de Lázaro Cárdenas y que desde ese momento no han cesado de presionar
a los sucesores de éste en Los Pinos, priistas y panistas por igual, para que
revoquen las leyes nacionalizadoras de entonces.
Mucho han logrado en las décadas
subsiguientes con una privatización furtiva que se aceleró a partir de la
llegada de los gobiernos crudamente neoliberales en los 80's, en un proceso que
Peña Nieto está dispuesto a culminar con sus leyes que representan la completa
reprivatización de la industria petrolera, convirtiendo a Pemex en una simple
oficina de permisos de explotación sin control fundamental de la producción.
Con la (contra) reforma de Peña el gran capital trasnacional podrá explotar ya
sin cortapisas legales los yacimientos del subsuelo, comercializar la gasolina
de las refinerías, dominar por completo la petroquímica y, como cereza del
pastel, exportar también hidrocarburos y sus derivados.
Desde 1938, Pemex se convirtió y
sigue siendo por mucho la compañía más importante del país, ocupando en la
jerarquía mundial el séptimo lugar entre las petroleras. Ha sido el pilar
fundamental donde se ha apoyado el crecimiento económico logrado hasta hoy,
ciertamente a un costo altísimo pues los moldes capitalistas que han
determinado su condición de compañía sometida a la ordeña sin medida de sus
recursos para abaratar la energía a la industria y ahorrarle miles de millones
de impuestos a los burgueses nacionales e imperialistas (40 por ciento del
presupuesto federal es financiado con los petropesos), la han descapitalizado.
Pero la voracidad y la codicia
burguesas no han sido saciadas, el gran Kapital está ansioso por
eliminar toda restricción a su intervención directa en la industria, de ello es
muestra el coro ensordecedor de todos los medios de comunicación en su poder,
nacionales y extranjeros, que derraman alabanzas y pintan de color de rosa las
perspectivas de la privatización en marcha. “La
gasolina no será cara, la electricidad igualmente será más barata, habrá más
empleos, la vida también será más barata”. Pero la realidad es más terca:
la privatización de Teléfonos de México no abarató el servició y sí creó al
hombre más rico no sólo de México sino del mundo, los bancos en su mayoría en
manos de extranjeros son el emporio de multimillonarias ganancias que se van
del país a costa de prestar dinero a intereses altísimos. Es un crimen decir y
pretender engañar al pueblo con la cantaleta absolutamente mentirosa de que la
privatización petrolera significará mayor bienestar para el pueblo de México.
Exactamente lo contrario es el caso.
Reto al pueblo
Peña Nieto, el PRI y el PAN, con
el PRD como su cómplice vergonzante, en colaboración estrecha con la casta de
los jueces de los tribunales, comenzando por los de la Suprema Corte de
Justicia, expresan sin mediaciones los intereses económicos antes mencionados y
están echando toda la carne al asador para conseguir la reforma que abrirá de
par en par la explotación energética a los inversionistas privados nacionales y
extranjeros.
¿Qué hacer ante tamaño desafío? La prueba fundamental que está
representando la total desnudez del sistema político nacional, representante
sin tapujos del gran capital nacional e internacional frente a la población,
obliga a definiciones esenciales.
La “oposición” burguesa
representada por el PAN a la derecha y por el PRD a la izquierda, ambos partidos cuyo caudal de votos en las elecciones
presidenciales del 2012 fue mayor al caudal del PRI, ha demostrado que no está
operando como representante nacional de esos intereses populares mayoritarios.
El PAN, de hecho es el aliado estratégico de Peña Nieto, su postura es de
franca y total subordinación al capital imperialista. El PRD, el cómplice de izquierda
vergonzante de Peña Nieto en el Pacto por México, está sacudido por una crisis
al verse desgarrado cada vez más fuertemente con respecto a sus masivos apoyos
populares. La exigencia de López Obrador (AMLO) a la dirección perredista
conciliadora de romper su compromiso con el Pacto
por México es una clara demostración de ese desgarramiento existente entre
las bases populares perredistas, hoy divididas entre los chuchos y
Morena.
Cuauhtémoc Cárdenas ha surgido como un potencial posible unificador de
las dos corrientes principales del perredismo. Pero su postura de demandar la
suspensión de las reformas hasta el 2015 y de convocar a un plebiscito nacional para
decidir sobre ellas, inmediatamente la han hecho suya los chuchos
conciliadores. Ellos tampoco tienen prisa.
Por su parte AMLO ha convocado para el 8 de septiembre a una
movilización en el Zócalo de la ciudad de México, en la cual expondrá sus
posiciones, contrarias a las propuestas de Peña, pero sin proponer todavía una
salida realmente viable de acuerdo con la urgencia de la situación y el gran
calado que conlleva la apuesta de Peña. AMLO a su modo también se está viendo
desbordado por la situación, mostrando que su alternativa, básicamente
electoral, es por completo insuficiente.
Alternativa revolucionaria
La alternativa verdaderamente
revolucionaria, la única posible de detener la ofensiva del gran capital sólo
puede venir de una movilización popular democrática e independiente, cuyo eje
fundamental sean los trabajadores, en primer lugar los petroleros y sus aliados
naturales, los trabajadores de la industria eléctrica, también en la mira
privatizadora de Peña.
Los sindicatos petrolero (STPRM) y electricista (SUTERM) maniatados por
las poderosas jerarquías burocráticas de los charros, parecen impotentes ante
la situación. Pero su base se mueve, los trabajadores de estas industrias
tienen en sus manos la llave de la solución favorable para los intereses
nacionales: evitar la vuelta de las petroleras imperialistas, a la situación
anterior a 1938, evitar la total reprivatización. Su acción que reivindicaría
su protagonismo como actores esenciales en el conflicto potencial, romperá los
esquemas y los planes gubernamentales. Su organización autónoma, democrática e
independiente pondrá en jaque a los charros y se proyectará en una lucha que no
puede sino encaminarse a la huelga.
Los trabajadores petroleros en 1937-38 con sus huelgas y movilizaciones
fueron quienes determinaron finalmente la decisión del gobierno de Cárdenas de
expropiar a las compañías inglesas y estadounidenses. Más de 70 años después la
situación de la lucha nacional y proletaria también está convocando al
protagonismo clave de los trabajadores petroleros, electricistas y de sus
aliados en general, el proletariado mexicano.
No es sensato pensar que la crisis de Pemex se resolverá dejándola en
las manos corruptas y mafiosas de los funcionarios y los burócratas sindicales
que la han conducido a su situación actual de mala administración y de ordeña
impune. Sólo el surgimiento combativo de los trabajadores de las industrias
energéticas nacionalizadas, la eléctrica y la petrolera, podrá ser capaz de
detener los planes de Peña y convocar a los trabajadores y al pueblo de México
a luchar por mantener Pemex y la CFE nacionalizadas bajo el control de sus
trabajadores y sus usuarios que es el pueblo mismo.
La lucha de los socialistas, de los verdaderos revolucionarios, de los
sectores consecuentemente democráticos de México se debe encauzar hacia ese
objetivo central: lograr el ascenso de los trabajadores de las industrias
energéticas para que encabecen la movilización popular que detenga y eche para
atrás la privatización de Pemex y la CFE.
Más que nunca lo que acontece actualmente en nuestro país plantea la
necesidad impostergable de avanzar en la construcción de la organización
socialista revolucionaria que tanto urge para garantizar la victoria de los
próximos combates de los trabajadores y sus aliados populares. Pongamos todo
nuestro esfuerzo en hacerla surgir lo más pronto posible.
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