Rambo de turismo por su patio trasero: ¿ingenuidad o acto premeditado de provocación e infiltración?
x Renán Vega Cantor
06/08/2013
Fuente: Rebelión
Puede concluirse que la presencia de un marine norteamericano (capturado
por las FARC) en la selva colombiana, es un acto premeditado de provocación y
de infiltración
“Los marines solamente estamos
realmente motivados dos veces. Una es cuando estamos de permiso. La otra es
cuando vamos a matar a alguien”.
Palabras de Randall Carter, Brigadier de los Marines en Irak, 2 de abril de 2004. Citado en Jeremy Scahill, 'Blackwater. El auge del ejército mercenario más poderoso del mundo', Editorial Paidos, Barcelona, 2008. p. 161.
Palabras de Randall Carter, Brigadier de los Marines en Irak, 2 de abril de 2004. Citado en Jeremy Scahill, 'Blackwater. El auge del ejército mercenario más poderoso del mundo', Editorial Paidos, Barcelona, 2008. p. 161.
Que
se pudiera viajar libremente por Colombia fue de lo que más presumió el régimen
criminal del uribismo y todos sus
epígonos y en torno a ello se generó una campaña mediática con el lema “Colombia es Pasión: vive y viaja por ella”,
con el que se anunciaba en tono triunfalista la “recuperación de la seguridad” en todo el territorio nacional, un
eufemismo para ocultar la inseguridad que produce la terrible militarización de
la vida cotidiana, en campos y ciudades. Hasta tal punto se impuso esta falacia
en el imaginario de la gente común y corriente que, en un país con un puñado
insignificante de terratenientes, todo el mundo alardea de poder ir a descansar
a su finca, para huir del ruido y la miseria de las grandes ciudades.
Junto con esta propaganda
mediática de consumo interno, también se pregona que el país es un atractivo
para la inversión extranjera, porque se conceden todo tipo de prebendas y
garantías a los capitalistas que quieran invertir en este lugar paradisiaco
para los negocios, con salarios chinos y con una frontera abierta a la
destrucción ambiental, como en el lejano oeste yanqui del siglo XIX. Con esto
simplemente se ha querido legitimar la entrega de las riquezas naturales del
país a las trasnacionales para que se las lleven sin ningún obstáculo.
La pretendida seguridad que
convierte a Colombia en uno de los lugares más atractivos para el capital
foráneo ha venido acompañada del incremento de la presencia militar de los
Estados Unidos, hasta el punto que nuestro país es el portaviones terrestre más
grande e incondicional con el que cuenta el imperialismo en América Latina, si
se tiene en cuenta que tropas y asesores de aquel país se encuentran en más de
30 sitios del territorio colombiano.
Y junto con el Plan Colombia,
las bases militares, los aviones de guerra, los drones y todo tipo de instrumentos para matar también nos llegaron
los Rambos, es decir, los “matones profesionales” 'Made in USA'.
La propaganda oficial del régimen se exalta la presencia de militares y
mercenarios –¡perdón contratistas! – como imprescindibles para resguardar la
seguridad de los colombianos. Y vaya seguridad que nos proporcionan como se
evidencia con una serie de hechos que vale la pena recordar.
Violaciones de los marines y pornografía
infantil
En
el departamento del Tolima, en límites con Cundinamarca, se encuentra el
caluroso pueblo de Melgar, localizado a escasas dos horas de Bogotá. A pocos
kilómetros de distancia se localiza la base militar de Tolemaida, donde se
encuentra un contingente de militares y mercenarios de los Estados Unidos. El
27 de agosto de 2006 dos de estos militares salieron de esa base y se
dirigieron a Melgar, obligaron a ingerir licor a una niña de doce años, a la
que luego raptaron e introdujeron en un vehículo con placas diplomáticas de los
Estados Unidos, la llevaron hasta las instalaciones de la Fuerza Aérea, allí la
violaron y la filmaron. Después de consumado ese atroz delito, la niña fue
encerrada en el cuarto de uno de los agresores y luego fue sacada de las instalaciones
del batallón en la misma camioneta diplomática y tirada en la calle, al frente
de la iglesia de Melgar. La madre de la niña se atrevió a denunciar el hecho,
por lo cual sufrió amenazas y atropellos que la obligaron a abandonar su casa y
a convertirse en otra de las miles de desplazadas que deambulan en la ciudad de
Bogotá(i).
Este no es ningún hecho
aislado, puesto que en el año 2006 se denunciaron 26 casos similares en la
Comisaria Familiar de Melgar y en el 2007 otros 13 casos. Aparte de violar a las
niñas y a las jóvenes del lugar, militares de los Estados Unidos han hecho
videos pornográficos que han dado a conocer públicamente. Una de las niñas
filmadas, de 16 años de edad, se suicidó poco después de enterarse que aparecía
en uno de estos videos pornográficos, que fue grabado por un sargento activo
del Ejército de Colombia y un exmilitar de los Estados Unidos que formaba parte
del Plan Colombia(ii).
Por supuesto, los soldados de
los Estados Unidos gozan de inmunidad (es decir, impunidad) de tipo diplomático,
lo que impide que siquiera sean demandados en instancias judiciales del país, y
sin ningún recato siguen cometiendo crímenes de este tipo, tanto en Colombia
como en otros países. No sorprende que uno de los militares estadounidenses le
hubiera dicho a la madre de la niña que comentamos en este vergonzoso episodio:
“Sí la violé. ¿Y? ¡Demándeme!… a nosotros
no nos pueden hacer nada”(iii).
Guardaespaldas de Obama en juerga sexual en
Cartagena
Un
segundo hecho que produjo algún revuelo mediático aconteció en abril de 2012 en
el marco de la Cumbre de las Américas que se realizó en Cartagena. En esa
ocasión, una docena de los quinientos guardaespaldas de Barack Obama, se vio
involucrada en un hecho típico de imperialismo sexual –un término usado para referirse
a los desmanes de los marines yanquis en Filipinas-, en el cual consiguieron a
veinte trabajadoras sexuales, las llevaron a los aposentos del Hotel Caribe,
disfrutaron de una noche de juerga, pero al otro día se negaron a pagar lo que
correspondía por el servicio. Este hecho cotidiano en el comportamiento de los
militares, mercenarios y agentes secretos que se encuentran en Colombia no se
hubiera conocido si no es porque lo realizaron guardaespaldas de Obama, en el
contexto de la Cumbre de las Américas en Cartagena.
A raíz de este acontecimiento,
se pudo establecer que en cada una de las giras que realiza Obama o algún
funcionario de alto rango del gobierno de los Estados Unidos, el “servicio secreto” se transforma en el “circo secreto” que opera de noche y al
cual se le permite todo tipo de tropelías en los países a donde lleguen, entre
ellas sus intrépidas “conquistas”
sexuales a punta de dólares. Esto es tan evidente y tolerado que el senador Joe
Lieberman apuntó, no sin cierta dosis de cinismo, que “si uno de los agentes (Arthur Huntington, de 41 años, casado y con
hijos) no hubiera discutido con una de
las mujeres sobre cuánto le debía, el mundo no lo habría sabido, pero ahora el
mundo lo sabe y por eso la reputación del cuerpo depende de esta investigación”(iv).
El revuelo que causó el
escándalo mediático intentó ser disimulado por parte de funcionarios de
Washington con el argumento que en verdad lo que les preocupaba era que las
trabajadoras sexuales de Cartagena hubieran sido utilizadas como señuelo por “enemigos de los Estados Unidos” para
tener acceso a información secreta. Afortunadamente, acotó uno de estos
personajes, “es irónico que nos sintamos
aliviados al comprobar que eran simplemente prostitutas” (v), con lo que se
demuestra el valor que los funcionarios del imperio le atribuyen a los seres
humanos del mundo periférico, todos y todas consideradas como puros sirvientes,
en el caso mencionado como sirvientes sexuales.
La DEA en la “Zona Rosa” de Bogotá
La
penetración de los organismos militares y de agencias de espionaje de los
Estados Unidos alcanza tales niveles, que se ha naturalizado su presencia en
nuestra vida cotidiana, como se demuestra con lo acontecido hace pocas semanas
en Bogotá, en la denominada “zona rosa”,
un sitio de diversión de la clase media y de la “gente bien” de la capital del país. El 20 de junio, un agente de
la Agencia Antinarcóticos de los Estados Unidos (DEA) murió luego de subirse a
un taxi en donde intentaron someterlo a lo que en la jerga delincuencial de la ciudad
se conoce como el “paseo millonario”
-una práctica cotidiana que se vive en este país desde hace muchos años y que
consiste en robar a los pasajeros- y que no genera ninguna noticia cuando lo
sufren anónimos ciudadanos. Pero en este caso el hecho trascendió porque el
involucrado era Terry Watson, quien según informes oficiales del propio
embajador de los Estados Unidos fue “víctima
de un atraco”, cuando se encontraba en una “misión especial”, sobre la que no proporcionó detalles.
Inmediatamente después de
conocido el deceso del agente yanqui, el Director de la Policía Nacional
ofreció una recompensa de 50 millones de pesos (unos 25 mil dólares) a quien
diera información para capturar a los responsables. Y al otro día, Juan Manuel
Santos lamentó la muerte del miembro de la DEA –lamento que nunca se ha
escuchado cuando se trata de la muerte de un campesino en El Catatumbo, en El
Cauca o en cualquiera otra región del país-. Como algo raro en este país, con
una celeridad pasmosa a las pocas horas del suceso, la policía reportó las
primeras capturas y 72 horas después afirmó que se había esclarecido el crimen.
Como un muerto del imperio vale más que cualquier muerto de la periferia, y
además debe demostrarse quiénes son los que mandan y quiénes son los súbditos,
el gobierno de los Estados Unidos ordenó que fueran extraditados a los Estados
Unidos los presuntos responsables de la muerte del agente, sin ningún juicio
previo en Colombia, a donde seguramente van a ser juzgados y condenados los
colombianos a los que se inculpa de ese delito.
Esta exigencia que (entre
paréntesis pone de presente nuestro carácter de una neocolonia en la que manda
el embajador de los Estados Unidos, como cualquier virrey) indica el grado de
dependencia de la mal llamada justicia colombiana, como lo registra sin
eufemismos una noticia de prensa, que en otros tiempos no dejaría de causar
estupor, por su descaro: “Un gran jurado
federal del estado de Virginia acusó a seis ciudadanos colombianos por el
secuestro y posterior asesinato de un agente de la DEA en Bogotá el mes pasado
durante un intento de robo, informó el Departamento de Justicia de EE.UU”. En
la misma noticia se agrega, que, léase bien, Eric Holder, el mismísimo
Secretario de Justicia y Fiscal General de los Estados Unidos –no de Colombia
donde se cometió el delito- señaló en forma textual: "Estamos dando un paso importante para garantizar que los
presuntos responsables de su asesinato sin sentido comparezcan ante la
Justicia", la de Estados Unidos, por supuesto que es la única válida
para ellos. Para darle el tono de superioridad que no puede faltar en el caso
de los Estados Unidos, el Fiscal General remató diciendo que "el agente especial Watson era un
valiente servidor público que dedicó su vida a la protección del país que amaba.
Era un héroe, en todo el sentido de la palabra, al que nos han arrebatado
demasiado pronto”(vi). ¡Que la divina providencia nos libre de este tipo de
héroes!
Este hecho confirma la
dependencia absoluta del Estado colombiano con respecto al de Estados Unidos,
como se evidencia con varios elementos que deben recalcarse: uno, que un delito
común y frecuente en Bogotá, en la que diariamente se realizan decenas de “paseos millonarios”, en los que nunca
se captura a los responsables, se haya clarificado en una forma tan rápida y la
policía –que en forma frecuente está involucrada en ese y otros delitos- haya
sido tan efectiva; dos, que la investigación haya sido coordinada en forma
directa por la DEA en Bogotá y Washington, como si estuviéramos no en Colombia
sino en territorio de los Estados Unidos; tres, que los señalados como
responsables del homicidio sean acusados directamente desde los Estados Unidos,
se ordene su extradición y el Estado colombiano lo vaya a aceptar y que pronto
los entregue en manos de la “justicia
yanqui”, en violación flagrante de la legislación vigente, que indica que
un delito como el “paseo millonario”
debe ser tramitado en el país y los culpables deben pagar su pena acá y no en
una cárcel del extranjero. En estas condiciones, es bueno recordar que hasta el
momento después de muchos años de haber vuelto a imponer la extradición ningún
ciudadano de los Estados Unidos que haya matado colombianos, tanto en suelo de
su propio país o en el nuestro, ha sido extraditado a Colombia. Tampoco han
sido extraditados los funcionarios de la empresa bananera Chiquita Brands,
financiadores y responsables directos del asesinato de miles de colombianos por
parte de sus paramilitares y que fueron condenados por una corte federal de los
Estados Unidos a pagar una multa de 25 millones de dólares al fisco de ese
país, por patrocinar grupos paramilitares. Y tampoco sorprende que en Colombia
la Fiscalía los haya exonerado por los mismos delitos(vii).
Sobre el suceso reciente del
agente de la DEA es importante hacerse una serie de preguntas elementales, que,
sin embargo, aquí nunca se formulan por parte de los periodistas de los medios
de desinformación masiva: ¿Qué hace un agente de la DEA en Bogotá o en
cualquier lugar del país? ¿Cuántos agentes de la DEA hay en todo el territorio
colombiano? ¿Cuál es la misión secreta que estaba realizando un individuo de
larga trayectoria, que incluso estuvo presente en Afganistán, donde se dice que
realizó “tres misiones” con éxito?
Rambo de
turismo en la selva
Todo
lo antes mencionado nos sirve de contexto para referirnos a un caso que sucede
en este momento, sobre el cual la desinformación da la vuelta al mundo. En días
recientes se anunció la captura por parte de las FARC de un mercenario de los
Estados Unidos, Kevin Scott Sutay, en el sur de Colombia. De manera inmediata,
el Embajador de los Estados Unidos, Michael McKinley, sostuvo que este
personaje es un ex militar que se “encontraba
en el país como turista” cuando fue capturado, a lo que agregó que “es un ciudadano privado que nada tiene que
ver con el conflicto”. El mismo Embajador reconoció que Kevin Scott Sutay
fue miembro de las fuerzas armadas de los Estados Unidos entre el 2009 y marzo
del 2013, y en su “hoja de vida” (o
mejor “su hoja de muerte”) se destaca
su participación en la guerra de Afganistán, donde se desempeñó como experto
explosivista (viii).
En la información que se ha
dado a conocer se afirma que, tras su reciente retiro de las Fuerzas Armadas de
los Estados Unidos, el exmilitar inició una gira por todo el continente
latinoamericano que comenzó en México y continuó por América Central hasta
llegar a Colombia, a donde se internó en territorios del sur del país, en una
zona selvática del Departamento del Guaviare, un candente teatro de guerra. Si
este es el escenario geográfico al que llegó Kevin Scott Sutay, resulta un poco
cándido –por decir lo menos- el cuento que circula sobre sus andanzas por
Colombia, que citamos en forma directa:
“Comenzó
su viaje en México. El 8 de junio estaba en Panamá desde donde tomó un avión a
Bogotá. En la capital permaneció dos días y desde allí tomó un bus que lo llevó
a San José de Guaviare, en donde se hospedó en el hotel Las Palmas. Equipado
con un morral con poca ropa y una cámara fotográfica, se quedó una semana visitando
los alrededores de la capital de Guaviare.
Su
presencia no pasó desapercibida y a pesar de su escaso español logró hacerse
entender por los lugareños. Allí conoció al pastor evangélico Norberto Mendoza
quien lo hospedó durante dos días en su vivienda. Sutay le contó que quería
viajar hasta algunos de los resguardos indígenas y que planeaba caminar hacia
el municipio de El Retorno.
El
pastor, así como las autoridades locales, le informaron que esa travesía era
extremadamente peligrosa no sólo por las complejidades propias de la selva,
sino porque en la zona había presencia de dos frentes de las FARC. El joven le
respondió que por haber sido marine estaba entrenado en técnicas de
supervivencia y que lo único que necesitaba era un machete, que procedió a comprar
en el pueblo.
Los
policías del lugar hablaron con él, al igual que el personero, entre otros,
para intentar persuadirlo. Todo fue en vano. A lo único que accedió fue a
firmar y a poner su huella en un documento en el que consta que fue ampliamente
advertido de los riesgos.
En
la mañana del 20 de junio se despidió de su amigo el pastor y se tomó algunas
fotos, las cuales fueron reveladas en exclusiva el jueves pasado por Semana.com. Unas horas más tarde, cuando caminaba
cerca de la vereda Puente Tabla se encontró con la guerrilla y hasta ahí llegó
la aventura de este joven e ingenuo exmarine” (ix).
Por lo pintoresca y poco
verosímil, la noticia merece algunos comentarios. Estamos hablando de una
persona con experiencia militar en un escenario como el de Afganistán, que se
retiró hace escasos tres meses –según lo dice el Embajador de los Estados
Unidos- y no hace décadas y que llega a meterse, cual mansa oveja, a una de las
zonas más conflictivas de Colombia y persiste en su actitud de irse selva adentro,
a pesar de que un “pastor protestante”
y la policía del lugar le advierta del riesgo que corre al proseguir su
pretendida aventura. Realmente este cuento solamente lo pueden creer los
guionistas de Hollywood, o los periodistas colombianos, que cada vez se
diferencian menos. Que se inventen otra película de vaqueros, porque nada
cuadra en este cuento tan reforzado.
El asunto es todavía menos
creíble si se recuerda que en forma frecuente "El Departamento de Estado recuerda a sus ciudadanos el peligro de
viajar a Colombia”. De esta forma se inicia un comunicado del gobierno de
Obama en donde se brindan instrucciones a sus ciudadanos si vinieran a este
país y se dice que si bien “la embajada
no posee información específica y preocupante sobre amenazas en contra de los
ciudadanos americanos, recomendamos ser precavidos y estar vigilantes”. En
forma concreta, les recomienda a sus connacionales no utilizar buses
intermunicipales y no viajar "fuera
de áreas urbanas por la noche" (x). Si estas advertencias son hechas a
ciudadanos comunes y corrientes de los Estados Unidos, es de suponer que en el
caso de un ex soldado recientemente retirado del servicio, luego de haber
peleado como Rambo en Afganistán, se
le redoblan las advertencias. Si eso es elemental, por qué un individuo con
tales antecedentes aparece de súbito en una zona de guerra en el sur de
Colombia y se introduce en un territorio en donde hay frentes de la
insurgencia, como cualquier persona lo sabe.
Como debe descartarse la
hipótesis de la ingenuidad, lo que puede concluirse es que este es un acto
premeditado de provocación y de infiltración. Por esta razón, lo que allí ha
sucedido no puede ser catalogado como un secuestro, como lo repiten como
papagayos amaestrados los medios de desinformación de Colombia y el mundo. Tal
es la brutalidad mediática que ciertos literatos –que se supone deberían ser
personas sensatas, con distancia crítica frente a cualquier hecho- han llegado
a decir, como lo hace Juan Gabriel Vásquez, que “las FARC secuestran a un norteamericano y luego dicen que lo van a
soltar como gesto de buena voluntad” (xi).
En qué país vive un individuo
que puede decir tamaña estupidez -la misma que se pregona desde el Ministerio
de Defensa y repite la mayor parte de “opinadores”
de escritorio-, que no tiene la más mínima idea de lo que es una guerra y lo
que representa en estos tiempos de bombardeos aéreos, guiados por satélite, la
infiltración de un espía en las filas de la insurgencia. Columnistas como este,
que son casi todos los que escriben en la “gran
prensa” de este país, con su crasa ignorancia, su mala fe y su
analfabetismo político –el peor de todos los analfabetismos como lo afirmó
Bertold Brecht- poco aporte le hacen al conocimiento y resolución de los
grandes problemas del país –como el de la guerra-, en un momento en que se
requiere mesura, en lugar de decir cuanta torpeza sin fundamento se les ocurra.
Al parecer todos estos “ilustrados” comentaristas creen en la
leyenda hollywoodense de Rambo, en la
que se nos muestra, según la primera película de 1982, a un ex soldado de los
Estados Unidos, que viene de una guerra –la de Vietnam- y que deambula pacífica
e inocentemente por el mundo y se ve obligado a defenderse por los ultrajes
recibidos, que es exactamente el mismo guion que se nos ofrece en este momento
en Colombia. En la vida real, e incluso en la historia fílmica, rápidamente
esta imagen de Rambo desapareció para dar paso al héroe de los Estados Unidos
que enfrenta a malvados y comunistas, y los derrota en forma
espectacular, por aquello que siempre ganan los “buenos”.
Todo este asunto sirve para
develar que Rambo está en Colombia,
pero no desde hace pocas semanas, sino desde hace varias décadas. Y Rambo sí que aplica al pie de la letra
el lema uribista: “Colombia es pasión:
viaja, mata, tortura y masacra por ella”.
NOTAS:
i. “Revive caso de niña que habría sido violada en Melgar”, Revista
Semana, agosto 12 de 2009.
ii. Denuncian abuso de una
niña por militares extranjeros, en:
iii. Citado en Violaciones de
soldados americanos en Colombia, en:
iv. El Senado de Estados
Unidos critica la falta de control del servicio secreto, en
v. Ibíd.
vi. EE.UU acusa a seis
colombianos por la muerte de un agente de la DEA en Bogotá, en:
vii. Esto no huele bien: el
caso chiquita, en:
viii. EE.UU., preocupado por
bienestar de estadounidense (en) poder de las FARC, en:
ix. El marine (r) gringo que
se fue selva adentro, en:
x. Estados Unidos advierte a
sus ciudadanos sobre los problemas de seguridad en Colombia, febrero 21 de
2012, en:
xi. Juan Gabriel Vásquez, “Instrucciones para tragar sapos”, El
Espectador, julio 25 de 2013.
Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad
Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros
'Marx y el siglo XXI' (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá,
1998-1999; 'Gente muy Rebelde', (4 volúmenes), Editorial Pensamiento
Crítico, Bogotá, 2002; 'Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos
Planetario', Ediciones Herramienta, 1999; entre otros. Premio Libertador,
Venezuela, 2008. Su último libro publicado es 'Capitalismo y Despojo.'
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