La
Jornada, 03-08-2013
Traducción: Jorge Anaya
El 9 de julio, la Organización de
Estados Americanos (OEA) realizó una sesión especial para discutir la
escandalosa conducta de los estados europeos que se negaron a permitir que el
avión gubernamental del presidente boliviano Evo Morales entrara en su espacio
aéreo.
Morales volaba a su país después de asistir a una reunión cumbre en
Moscú el 3 de julio. En una entrevista allá, comentó que estaba abierto a
ofrecer asilo político a Edward J. Snowden, ex contratista de la agencia
estadunidense de espionaje, a quien Washington busca por cargos de espionaje y
quien se encontraba en el aeropuerto de Moscú.
La OEA expresó solidaridad con Morales, condenó los actos que violan las
reglas y principios del derecho internacional, tales como la inviolabilidad de
los jefes de Estado, e hizo un firme llamado a los gobiernos europeos –Francia,
Italia, Portugal y España– a explicar sus acciones y disculparse por ellas.
Una reunión de emergencia de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur)
denunció la flagrante violación de los tratados internacionales por las
potencias europeas.
También jefes de Estado latinoamericanos se sumaron. La presidenta Dilma
Rousseff, de Brasil, expresó indignación y condena a la situación impuesta al
presidente Evo Morales por algunos países europeos y advirtió que esta grave
falta de respeto a la ley compromete el diálogo entre los dos continentes y las
posibles negociaciones entre ellos.
Los comentaristas fueron menos reservados. El politólogo argentino
Atilio Borón llamó a Europa la puta de
Babilonia, que se inclina ante el poder.
Con virtualmente idénticas reservas, dos estados rehusaron firmar la
resolución de la OEA: Estados Unidos y Canadá. Su creciente aislamiento en el
hemisferio, a medida que América Latina se libera del yugo imperial luego de
500 años, tiene significación histórica.
El avión de Morales, que acusaba problemas técnicos, recibió
autorización de aterrizar en Austria. Bolivia afirma que registraron la nave
para descubrir si Snowden iba a bordo. Austria responde que no hubo una
inspección formal. Cualquier cosa que haya ocurrido, se hizo atendiendo
advertencias de Washington. Más allá, la historia es borrosa.
Washington ha dejado en claro que cualquier país que se niegue a
extraditar a Snowden enfrentará duro castigo. Estados Unidos lo perseguirá
hasta el confín de la Tierra, advirtió el senador Lindsey Graham.
Sin embargo, voceros del gobierno estadunidense aseguraron al mundo que
Snowden recibirá plena protección de las leyes estadunidenses. Se refieren a
esas mismas leyes que han mantenido al soldado Bradley Manning (quien entregó
un vasto archivo de documentos militares y diplomáticos a Wikileaks) en
prisión durante tres años, gran parte de ellos en confinamiento solitario bajo
condiciones humillantes. Hace mucho tiempo que se perdió la noción arcaica de
un proceso expedito ante un jurado de iguales: el 30 de julio, un consejo de
guerra encontró a Manning culpable de
cargos que podrían conducir a una sentencia máxima de 136 años en prisión.
Al igual que Snowden, Manning cometió el crimen de revelar a los estadundiense –y a otros– lo que hace su
gobierno. Es una grave ruptura de la seguridad en el sentido operativo del
término, familiar a quien haya estudiado alguna vez documentos desclasificados.
Típicamente, seguridad significa proteger a los funcionarios gubernamentales de
la mirada del pueblo ante el cual son responsables… en teoría.
Los gobiernos siempre han argüido la seguridad
como excusa: en el caso de Snowden, seguridad ante un ataque terrorista. Este
pretexto viene de un gobierno que realiza una gran campaña terrorista
internacional, con drones y fuerzas de operaciones especiales, que
produce terroristas potenciales a cada paso.
Su indignación no conoce fronteras ante la idea de que alguien
perseguido por Estados Unidos reciba asilo en Bolivia, que tiene un tratado de
extradición con Washington. Algo que extrañamente falta en el tumulto es el
hecho de que la extradición funciona en los dos sentidos… en teoría, una vez
más.
En septiembre pasado Estados Unidos rechazó una petición formulada por
Bolivia en 2008 para extraditar al ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, Goni,
con el fin de que enfrentara cargos de genocidio y crímenes de lesa humanidad.
Sin embargo, sería un error comparar la solicitud boliviana con la de
Washington, aun en el supuesto de que ambos casos tuvieran mérito comparable.
Edward Snowden, ex contratista de la NSA. La imagen pertenece al
certificado de asilo temporal que le dio el gobierno ruso Foto Reuters.
La razón fue proporcionada por San Agustín en su cuento acerca del
pirata a quien Alejandro Magno preguntó: ¿Cómo
te atreves a molestar al mar? El pirata respondió: ¿Cómo te atreves tú a molestar al mundo entero? A mí, que lo hago con un pequeño barco, me
llaman ladrón; a ti, que lo haces con una gran armada, te llaman emperador.
San Agustín considera elegante y excelente la respuesta del pirata. Pero
ese antiguo filósofo, obispo en el África romana, es sólo una voz del sur
global, que se puede fácilmente hacer a un lado. Las mentes refinadas modernas
comprenden que el emperador tiene derechos a los que personas pequeñas como los
bolivianos no pueden aspirar.
Goni es sólo uno de muchos a los que el emperador
prefiere no extraditar. Otro caso es el de Luis Posada Carriles, descrito por
Peter Kornbluh, analista del terrorismo en América Latina, como uno de los
terroristas más peligrosos de la historia reciente.
Posada es buscado en Venezuela y Cuba por su responsabilidad en el
ataque con bomba a un avión comercial de Cubana de Aviación, en el que
perecieron 73 personas. La CIA y la FBI lo identificaron como sospechoso. Pero
cubanos y venezolanos carecen también de las prerrogativas del emperador, quien
organizó y respaldó el reino de terror al que los cubanos han estado sujetos
desde su liberación.
El fallecido Orlando Bosch, socio de Posada en el terrorismo, también se
benefició de la benevolencia del emperador. El Departamento de Justicia y la
FBI solicitaron su deportación por ser una amenaza a la seguridad
estadunidense, acusándolo de docenas de actos terroristas. En 1990 el entonces
presidente George H.W. Bush anuló la orden de deportación, y Bosch pasó
felizmente el resto de su vida en Miami, sin que lo inquietaran las peticiones
de extradición formuladas por Cuba y Costa Rica, dos simples piratas.
Otro pirata insignificante es
Italia, que ahora busca la extradición de 23 operativos de la CIA
convictos por el secuestro de Hassán Mustafá Osama Nasr, clérigo egipcio en
Milán, a quien remitieron a Egipto para responder a cargos por tortura (más
tarde se le halló inocente). Buena suerte, Italia.
Hay otros casos, pero el crimen de remisión a otro Estado nos devuelve
al asunto de la independencia latinoamericana. El Instituto Sociedad Abierta
publicó en fecha reciente un estudio titulado Globalización de la tortura:
detención secreta y remisión extraordinaria por la CIA. En él se hace un
recuento de la participación global en este delito, que es muy amplia, incluso
entre países europeos.
El académico latinoamericano Greg Grandin señaló que una región está
ausente de esa lista de vergüenza: América Latina. Esto es doblemente notable.
América Latina ha sido durante mucho tiempo el confiable patio trasero de Estados Unidos. Si cualquiera de los locales
hubiera asomado la cabeza, habría sido decapitado por el terrorismo o por un
golpe militar. Mientras estuvo en control de Estados Unidos, en la segunda
mitad del siglo pasado, América Latina fue una de las capitales mundiales de la
tortura.
Ya no es así. Estados Unidos y Canadá están siendo virtualmente
expulsados del hemisferio.
Noam Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto
Tecnológico de Massachussetts en Cambridge, Massachusets. Su libro más reciente es Power Systems:
Conversations on Global Democratic Uprisings and the New Challenges to U.S.
Empire. Conversations with David Barsamian.
© 2013, Noam Chomsky. Distributed by New York
Times Syndicate.
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