Escrito por Cinthya
Santos Briones
Especial
para La Jornada-
Sábado, 03 Agosto 2013
En un encuentro
festivo, allende las fronteras, se escuchan los versos cantar y la tarima
resonar, convocando a la comunidad a bailar y celebrar al son de la jarana, la
memoria de lo vivido.
En los últimos años, la música de jarana, conocida
popularmente como son jarocho, se ha convertido en un vínculo de expresión
cultural y en un elemento de identidad para muchos inmigrantes mexicanos.
Después de que en 1958 Ritchie Valens popularizara La bamba al
ritmo de rocanrol, el son jarocho se fue expandiendo junto con las nuevas
oleadas migratorias que llegaban a trabajar a Estados Unidos.
Hoy, el son jarocho es tocado, escuchado y enseñado en
distintos espacios culturales e instituciones educativas a lo largo de la Unión
Americana. También se realizan anualmente distintos encuentros y
festivales de soneros y jaraneros en Estados Unidos, a fin de establecer
vínculos con los músicos de son jarocho que han tratado de rescatar este género
musical de generación tras generación, como la familia Vega, los Utrera o los
Cojolites.
Con el son emigró también la tradición de hacer
fandangos. Al principio el son que se tocaba en Estados Unidos era el de
escenario, a la manera folclórica, pero con el tiempo se fue explicando el concepto de fandango, como una fiesta y un baile comunitario; a la par el son fue fortaleciendo y cohesionando los procesos y luchas de la comunidad migrante en la vida transnacional.
El son atraviesa EU
Aunque desde los años 50 se escuchaba el son jarocho del otro lado de la
frontera –por la influencia del cine de la época de oro– no fue sino hasta
después de la entrada del siglo XXI cuando el movimiento jaranero o fandanguero
comenzó a florecer con mayor ahínco en ciudades como Los Ángeles, Nueva York,
Chicago y, más recientemente, en Milwaukee, Washington, Austin y Seattle. Cada
región y ciudad tiene una historia particular de cómo fue que el son comenzó a
escucharse y a tocarse
En Nueva York, el son jarocho se ha difundido con el
trabajo de grupos como Jarana Beat que desde su nacimiento en
2007 ha promovido la cultura del fandango entre la comunidad mexicana,
latinay estadunidense. Desde 2011, organiza a la par de Tlacotalpan, Veracruz, la fiesta de La Candelaria, con un concierto, fandango y convite. En esta última celebración, los jaraneros, bailaron hasta el amanecer, cantando las tradicionales coplas de la vida campesina, al tiempo que las mujeres compartían con alegría la tarima, al escuchar los sones de montón.
Paula Sánchez-Kucukozer integrante de Son Pecadores
comenta:
Cuando empezaron a hacerse los primeros fandangos aquí en Nueva York, hace como año y medio, la asistencia era de no más de 10 personas y en esta última Candelaria, ¡ni cabíamos! Y es que creo que esto se debe a que una vez que te involucras en la cultura del fandango es muy difícil salir, porque todo alrededor del son jarocho se trata de comunidad y a uno como mexicano, le da más cohesión, ya que en la cultura estadunidense toda es muy individualista.
En Chicago empezó a oírse por la influencia de músicos
como Víctor Pichardo, integrante del grupo Zazhil y cofundador en 1994 del
proyecto Sones de México Ensamble.
Y en California, el son comenzó a hacerse más visible
durante la década de los 70, cuando en las universidades y los colegios
empezaron a incluir, dentro de los programas de estudios chicanos o
méxico-estadunidenses, la enseñanza del son jarocho.
Son de lucha
A través de versos, coplas o décimas, músicos inmigrantes han empezado a
expresar las problemáticas de este lado de la frontera, creando sones de
protesta contra las leyes antinmigrantes, el racismo, la discriminación,
contando anécdotas de la vida de los trabajadores indocumentados y las
historias vividas en los barrios mexicanos.
Son del Centro –grupo de jaraneros y programa de son
jarocho del Centro Cultural de México en California– participa con diversas
campañas sociales y políticas en defensa de los derechos de los trabajadores
migrantes como con la Coalición de Trabajadores Immokalee (CIW), promoviendo el
son jarocho como una herramienta de conciencia y movilización. Otros ejemplos
incluyen a Son Armado y el Colectivo Altepee que narra así el problema de las
deportaciones:
“Soy un jaranero
andante
viví en Estados Unidos
por todos es bien sabido
que esta es nación de
inmigrantes
desde los tiempos de antes
gente de tantas naciones
trabajamos como peones
beneficiando a los ricos
por eso hoy les exijo
¡alto a las deportaciones!”
viví en Estados Unidos
por todos es bien sabido
que esta es nación de
inmigrantes
desde los tiempos de antes
gente de tantas naciones
trabajamos como peones
beneficiando a los ricos
por eso hoy les exijo
¡alto a las deportaciones!”
Atravesando
generaciones
Por otro lado, el gusto por el son jarocho ha estimulado el surgimiento de
diversos proyectos educativos para niños y jóvenes en escuelas, museos y
centros culturales. En Chicago desde 2010, Gina Gamboa desarrolla el proyecto
Son Chiquitos, programa basado en las familias migrantes, que tiene por
objetivo mantener el español por medio de la música y el arte. Dicho programa
imparte talleres a través del grupo de son Jarochicanos a niños desde los 4
meses de edad, involucrándolos en la cultura de los
fandanguitos.
Al mismo tiempo, Alda Reuter y Peter Basil crearon México
Beyond Mariachi un programa pedagógico de danza y música
tradicional de México, impartido en distintas escuelas públicas de la ciudad de
Nueva York y Nueva Jersey, a fin de dar a conocer la riqueza cultural de
nuestro país, más allá de la música de mariachi.
Uno de los talleres más importantes que impartimos es el de instrumentos de son jarocho, así como el zapateado en la tarima. Las clases se imparten a alumnos de distintas nacionalidades, desde chinos hasta estadunidenses, con la intención de que se valore la riqueza cultural de México, indica Alda Reuter.
Atravesando fronteras
A su vez, han comenzado los intercambios culturales a escala binacional;
Fandango sin Fronteras, una red informal de son jarocho integrada por músicos y
artistas chicanos como Son del Centro y Músicos de la Bahía de California y la
organización de Portoluz de Chicago, han impulsado el intercambio entre músicos
de Veracruz y Estados Unidos con la idea de generar comunidad a través de la
música participativa, ampliando el concepto de fandango a un nivel
transnacional.
De manera similar, las redes sociales en Internet han
sido una plataforma para difundir y mantener en contacto a músicos de jarana de
muchas partes del mundo. Actualmente, podemos encontrar una infinidad de sitios
en YouTube, Facebook, o MySpace con información sobre este género musical. Es
el caso de Jarochelo sitio con diversas programaciones en inglés y
en español, que van desde un programa de televisión, chat, noticias,
reportajes, podcasts, entrevistas hasta sintonía radiofónica.
Jarochelo surgió con el propósito de mostrar a la gente
que se interesa por el movimiento jaranero una fuente fiable de información a
través de un sitio web. Así que, junto con mi.com y la reputación
que me dio el ser un ex Mono Blanco, me propuse armar este sitio, que al
principio tuvo una jarana interactiva, lo cual fue muy atractivo tanto para mí
por su novedad, como para los visitantes, dice César Castro, integrante del
grupo Cambalache y laudero veracruzano radicado en Los Ángeles.
Es así como de este a oeste retumban las tarimas con el
zapateado, fandangueros, soneros, decimeros, jaraneros, bailadores y músicos
que se reúnen en distintos espacios comunitarios –casas, parques, calles, bares
y auditorios– de Estados Unidos para sembrar las raíces y esparcir la semilla
del fandango, más allá del Sotavento. Con ello, una parte de la comunidad
inmigrante rehúsa olvidar sus luchas y construye, al son de la jarana, un presente
más humano y digno.
Comentarios