Contra el robo de la palabra (el asesinato de Noé Vázquez intenta sembrar el miedo entre quienes resisten)
x Silvia Ribeiro
* Investigadora del
Grupo ETC
La Jornada
La Jornada
10/08/2013
La guerra de arriba se
da en múltiples niveles, pero también las luchas de abajo, que rescatan su
derecho a la subsistencia en su sentido más amplio
Una ráfaga de dolor nos atraviesa con el
asesinato de Noé Vázquez Ortiz, artesano y activista contra la presa El Naranjal, Veracruz, el 2 de agosto,
horas antes de comenzar en su localidad la reunión nacional del Movimiento de
Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos. Sin la oposición de
activistas como Noé, la presa despojaría a 30 mil campesinos de agua y tierra.
Su asesinato es además un mensaje que intenta sembrar miedo en los que por todo
el país resisten la devastación ambiental y social, desde sus comunidades,
barrios, parajes.
Se suma a decenas de asesinatos en años recientes de quienes se oponen
con razón y derecho, a megaproyectos de empresas mineras, energéticas,
carreteras, deforestación, contaminación industrial y basureros, agrotóxicos y
transgénicos, urbanización salvaje que arrolla comunidades, barrios y
naturaleza. Como resume la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales, la
destrucción impune del ambiente se exacerbó al plantearlo como una "ventaja comparativa" que el
gobierno de México ofreció en las negociaciones del TLCAN, situación que las
trasnacionales han aprovechado en forma extrema. El ambiente es base de la vida
de todos, pero además es el territorio y base del sustento de comunidades
campesinas, indígenas, locales, urbanas, que no están dispuestas a dejarse
despojar.
Por eso, pese a fuertes condiciones en su contra, desde leyes amañadas a
violencia directa, las comunidades resisten. No sólo a megaproyectos, también
al discurso dominante que quiere sentar la imagen de que la vida comunitaria y
los lazos de solidaridad y autonomía son algo del pasado, contra el progreso,
obviamente sin poner en cuestión qué significa progreso, a quién devasta, a
quién beneficia, si lo necesitamos para vivir bien.
La pre-audiencia "Territorialidad,
subsistencia y vida digna", realizada en San Isidro, Jalisco, en el
proceso del Tribunal Permanente de los Pueblos, en junio 2013, abordó estos
temas, a partir de 24 testimonios que presentaron comunidades en lucha de
varios estados del país, desde carreteras inútiles –salvo para los ricos que
quieren llegar más rápido a aeropuertos y centros financieros– contaminación y
despojo de territorios, incluidos los pueblos wixaritari y rarámuri, por parte
de gobiernos y transnacionales agrícolas, mineras, químicas, de energía, hasta
violencia contra las mujeres por medicalización del parto o cerrar el futuro a
los jóvenes rurales. El dictamen está en
http://redendefensadelmaiz.net/2013/08/dictamen-de-la-preaudiencia-territorialidad-subsitencia-y-vida-digna/
y otros anteriores en tppmexico.org
El panel internacional de dictaminadores (Jean Robert, Fernanda Vallejo,
Dora Lucy Arias, Alfredo Zepeda) hizo siete constataciones, que forman una
radiografía de los conflictos que atraviesan al país:
1) Guerra del Estado y del
mercado contra la subsistencia,
2) Destrucción de la vida
campesina, generación de masas de personas desposeídas y convertidas en
consumidores,
3) Destrucción de procesos
organizativos y tejidos sociales,
4) Traslado sistemático de los
bienes comunales hacia la propiedad privada.
5) Desamparo institucional,
simulación e impunidad.
6) Incumplimiento de las reglas
del juego y la disolución del estado de derecho y
7) Uso arbitrario o abusivo de
la fuerza.
Cada punto contribuye a comprender el mapa general, que aplica a muchos
casos que los presentados en esta audiencia. Como línea roja transversal, surge
el ataque a la vida comunitaria, indígena, campesina, no solamente en lo rural,
también contra cualquier forma de comunidad, incluso urbana, que signifique que
la gente mantenga o recupere la posibilidad de entender la realidad y decidir
sobre su vida. La violencia es precedida por la introducción de una narrativa
dominante que hace aparecer a los campesinos, indígenas y comunidades como
descartables, formas obsoletas que no desempeñan un papel importante en la vida
económica y el progreso. Nada más lejos de la realidad y un buen ejemplo es la
alimentación mundial. Mientras que la agricultura industrial (con agrotóxicos,
híbridos, transgénicos) ocupa en el mundo 80 por ciento de la tierra arable, lo
que produce llega sólo a 30 por ciento de la población mundial, con un volumen
casi igual de desechos, usando 70 por ciento del agua y combustibles de uso
agrícola. Al otro extremo, las y los campesinos y productores en pequeña escala
ocupan cerca de 20 por ciento de la tierra arable y junto a la pesca artesanal,
huertas urbanas y recolección en bosques, alimentan a 70 por ciento de la
población mundial.
Sus territorios son los que devastan las trasnacionales, voraces de
tierras, agua y energía, trazando carreteras y megaproyectos para mover sus
mercancías a costa de los que realmente mantienen al mundo.
Afirma el dictamen que “México
vive uno de los momentos más dramáticos de su historia. Los poderes de arriba
quieren imponer al país una transformación aún más radical que la que eliminó
los campesinos europeos (…) Pero
contrariamente a lo que pasó en Europa, las fuerzas de abajo resisten y lo
hacen organizadamente, como se demuestra con la totalidad de las denuncias y
testimonios que se presentan en el marco del Tribunal Permanente de los
Pueblos”.
Hay muchos más ejemplos en todo el país. Por nombrar uno reciente: la
valiente y justa resistencia del pueblo Yaqui para impedir que les roben el
agua con el acueducto Independencia. La guerra de arriba se da en múltiples
niveles, pero también las luchas de abajo, que rescatan su derecho a la
subsistencia en su sentido más amplio, desde producir y cuidar el territorio y
todos sus elementos, a mantener la organización colectiva, la comunidad, la
palabra propia y la decisión sobre sus vidas.
Comentarios