Estados Unidos: La muralla de Tijuana, símbolo de soberbia y esquizofrenia de la expansión capitalista
por Marco A. Gandásegui
(hijo) / Viento Sur / Alainet
Sábado, 27 de julio de
2013
La muralla que separa a
los pueblos de México y EE
UU es un indicio de la esquizofrenia que se ha apoderado de la expansión
capitalista y la severa crisis de acumulación de riqueza que afecta al país del
norte. Nunca antes en la historia humana se construyó una muralla tan larga y
costosa para no detener el flujo de trabajadores. La muralla china se levantó
hace tres milenios para frenar las invasiones militares de los “bárbaros”. La muralla de Berlín se
construyó para controlar el "dumping"
económico. La muralla que los israelíes extienden por los territorios ocupados
de Palestina es para destruir la resistencia del pueblo árabe.
La doble muralla que EE UU construye desde el Pacífico al Caribe –3 mil
kilómetros- es para demostrarle a su vecino del sur su enorme poderío. Sin
embargo, es penetrada diariamente por miles de trabajadores que son acogidos
por empresarios hambrientos de mano de obra barata. Es un juego doble que todos
aceptan a pesar de las muchas víctimas que genera todos los días. Niños, mujeres
y hombres, viejos y jóvenes, se arriesgan para hacer la travesía. El objetivo
es conseguir un empleo que les permita retornar con ahorros a sus pueblos de
origen.
Es la naturaleza del sistema. La relación económica entre México y EE UU (igual
Centroamérica) desintegra comunidades agrarias y familias campesinas a un paso
desenfrenado. Los jóvenes de las áreas rurales tienen tres opciones: buscar
empleo en las ciudades, buscar tierra en áreas más pobres o migrar al "norte". Las ciudades, sin
embargo, están saturadas de jóvenes explotados por una red perversa que
controla el crimen organizado. Por otro lado, la "frontera agrícola" se agotó. Queda la última opción:
migrar al "norte" donde aún
hay una fuerte demanda para cosechadores, empacadores y trabajadores precarios,
en general.
El viaje tiene muchos obstáculos que se inician al emprender el camino,
donde abundan los asaltantes y "coimeros"
tanto oficiales como particulares. Continúa con el cruce de la muralla que
tiene un alto costo económico y el peligro de ser arrestado o cazado como
animal. La parte más difícil es conseguir el anhelado empleo que, en sí, es un
infierno como consecuencia de los abusos. La pregunta que se hacen los
observadores es por qué este juego no termina y se elimina la muralla, para que
las “leyes de la demanda y la
oferta” de mano de obra se apliquen en el caso de los trabajadores
mexicanos y los empresarios norteamericanos. Muchos sospechan que la respuesta
puede radicar en dos posibilidades que se combinan:
En primer lugar, no existen las
llamadas leyes que rigen la demanda y la oferta en los mercados controlados por
los monopolios.
Una segunda explicación puede ser
que la política interna de EE.UU necesita este conflicto permanente en la
frontera con México para
legitimar la violencia de Estado.
Hasta aquí algo de historia y mucha teoría. Hace pocas semanas, visité la
muralla mientras participaba en una conferencia en Tijuana, ciudad legendaria
en el folklore norteamericano y conocida en América Latina gracias a la
industria fílmica (y recientemente al éxito del equipo local de fútbol
profesional). Me acerqué a la muralla con bastante prudencia, para percatarme
que en realidad eran dos. La primera es de hierro de 2 metros y medio de altura
(construida en 1994). La otra de alambrado de 3 metros de altura con censores
de calor, cámaras y casetas. Además, con patrullas y helicópteros observando
los movimientos de las personas. Su construcción se inició hace pocos años y
todavía hay sectores en que se sigue avanzando.
Salir de México y
entrar en EE UU es tedioso y difícil para el mexicano común y corriente, aunque
tenga sus papeles en orden. Todos van a trabajar a las fábricas cercanas,
pueden ser empleados domésticos o trabajadores manuales en las haciendas del
otro lado de la frontera. En cambio, para el norteamericano, cruzar la frontera
es una especie de paseo a la "tierra
prohibida". Entran a México
sin documentos, como turistas y hacen lo que no puede hacer en su propio país:
los adolescentes se emborrachan, las mujeres buscan prostitutos y todos compran
drogas.
La experiencia en Tijuana me recordó la cerca que separaba a la ciudad de
Panamá (y también a Colón) de la Zona del Canal. La ignominiosa barrera
desapareció en octubre de 1979, después de los Tratados del Canal Torrijos-Carter.
Fue construida también como producto de la soberbia de EE UU. A los
norteamericanos les molestaba ver a los niños panameños recoger mangos de sus
prados bien cortados. Tampoco les gustaba ver a los panameños caminado por sus
comunidades. Lo que más les causaba molestia era ver las caras de los jóvenes
estudiantes que protestaban contra su presencia indeseada. No entendían por qué
los estudiantes llevaban carteles que decían en perfecto inglés: "Yankee go home"
La muralla de Tijuana también desaparecerá, al igual que cayó la de Berlín
y se vendrá abajo la israelí. No serán los gobiernos de EE UU o México que darán la orden.
Sólo podrá acabar con la muralla el pueblo mexicano. Será mucho más temprano
que tarde si se suma a ese movimiento liberador el pueblo norteamericano.
Marco A. Gandásegui (hijo) es profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador
asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena (CELA).
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