México: Otras masculinidades, sin violencia de género, son posibles (crítica al heteropatriarcado falocéntrico)
ALAI,
América Latina en Movimiento
México, 2013-06-25
México, 2013-06-25
Hace unos días, con motivo de las celebraciones del
«Día del Padre» en México y en
vísperas del «Día Mundial contra el
Trabajo Infantil», escribía que tres integrantes de Teatro Hacia el Margen
y un ex alumno de la Licenciatura en Teatro de la Escuela Superior de Artes de
Yucatán participamos en la grabación de un video que, si no mal recuerdo,
serviría para promover el trabajo de asesoría legal y psicológica que una fundación
de carácter nacional llamada Paterna realiza, acompañando a hombres que en
medio de sus divorcios ven amenazados los vínculos afectivos que tienen con sus
hijas e hijos.
En lo que a mí toca, la
experiencia grabando para Paterna, cuyo lema, dicho sea de paso, es «Proveer, Proteger, Procurar», resultó
gratificante porque me sirvió para reflexionar en voz alta y ante la cámara de
mi propia paternidad, sintiendo, inclusive, que me miraba en el espejo
distorsionado de esos otros papás para los cuales Paterna fue creada cuando
asegura que «la cultura y la sociedad
excluyen a la figura del padre [durante el proceso de separación], dejándolo
como un ser insensible [y condenándolo] a no tener una presencia efectiva en la
vida y educación de sus hijos».
Espejo distorsionado, sí; porque,
creo, decir lo anterior sin el rigor que su complejidad merece puede hacernos
caer en reduccionismos que, además de enfrascarnos en una espiral interminable
de desencuentros legales, económicos y emocionales de los que nadie, ni nuestr@s
hij@s, ni nuestra ex pareja, ni nosotros mismos, saldrá iles@, nos hagan
olvidar que la tasa de crecimiento de hogares monoparentales en nuestro país es
cuatro y media veces mayor a la del resto de las familias y que, en 7 de cada
10 hogares así, son las mujeres quienes se hacen cargo de la manutención y el
cuidado de los hijos, donde, por si fuera poco, sólo el 32.5 por ciento de los
padres que no viven con sus hijos da pensión alimenticia y de estos nada más el
15 por ciento participa en su educación.
¿Qué quiero decir con todo esto?
Que si bien entiendo la razón de ser de Paterna, acompañando a aquellos papás
que se enfrentan prácticamente en la soledad a un sistema jurídico cuya moral
nos cataloga como los grandes villanos de la película, perder de vista que
dicha carga legal pretende equilibrar un orden de cosas donde son las mujeres y
no nosotros, los hombres, quienes generalmente han sufrido más violencia de
género (las cifras de mujeres golpeadas, violadas y asesinadas por el simple "delito" de ser mujeres son
cada vez más inverosímiles de tan aberrantes) nos hace ver como nuestras
enemigas a quienes alguna vez quisieron ser nuestras compañeras de vida, sin
alcanzar a distinguir que nuestro verdadero enemigo es un sistema-mundo que nos
ha educado en la división y la confrontación de tod@s contra tod@s.
El sistema-mundo del que hablo ha
propiciado que, sólo en México, 3.2 millones de niñas y niños sobrevivan
explotados laboralmente en medio de la trata de personas, la prostitución, el
esclavismo, los trabajos forzados, el crimen organizado y demás etcéteras
propios no sólo del abandono de quienes salieron huyendo de sus
responsabilidades como padres, sino de la explotación, el despojo, el desprecio
y la represión que los arrancó de sus hogares. Dicho de otra manera, además de
la irresponsabilidad de los hombres que después de embarazar a una mujer la
dejan a ella y al hijo de ambos a su suerte, la miseria ha hecho de muchos
hombres que sí desearon ser papás: ilegales en el extranjero, carne de cañón
para el narcotráfico y, posteriormente, cadáveres si nombre en fosas
clandestinas o luchadores sociales ensanchando las listas de desaparecidos
políticos.
En su infinita cauda de
contradicciones, el sistema-mundo cuya escala de desvalores nos cancela como
papás, nos ha dotado de un paternalismo que no nada más resta mayoría de edad
al ejercicio de nuestros derechos ciudadanos, derechos conculcados por caciques
enquistados en todos los niveles de gobierno y disfrazados de todos los colores
partidistas, también nos ha revestido de un machismo donde la violencia de
género y la ignorancia de quiénes somos en verdad van de la mano: «Nos incrustaron desde la más tierna
infancia –dice el sexólogo Francisco Delfín Lara en entrevista con Alfonso
Castañeda para SinEmbargo (19/09/2013)–
el chip de la competencia [y] nunca
diremos que algo nos falla o nos acongoja, porque eso demuestra debilidad:
somos analfabetas emocionales».
Nuestra tarea es, pues, bastante
ardua, ya que la exigencia implica trabajar con nosotros mismos volviéndonos
protagonistas de un proceso íntimo donde nos convirtamos en sujetos
microhistóricos de cambio y renunciemos a seguir siendo cómplices de nosotros
mismos ante cada invitación que la costumbre y la inercia nos hagan para echar
mano de la violencia. Otro mundo puede ser posible si, de la mano de quienes
han caminado desde los feminismos hasta el ecosocialismo, pasando por la
crítica al heteropatriarcado falocéntrico que se hace desde la diversidad
sexogenérica, aprendemos a hacer que también otras masculinidades y, por ende,
otras paternidades sean posibles.
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