x Red Latina Sin Fronteras
El documental recrea la historia de Simón Radowitzky, un joven anarquista
de 18 años que el 14 de noviembre de 1909 ajustició al asesino de obreros Ramón
Falcón
Visión 7: "Simón, el hijo del pueblo",
documental sobre Radowitzky
Columna de Espectáculos de Alejo Álvarez Herrera.
Entrevistas con Julián Troksberg y Rolando Goldman, directores del documental "Simón,
hijo del pueblo", sobre la historia del mítico anarquista
ucraniano-argentino Simón Radowitzky, basado en la investigación de Osvaldo
Bayer, quien es el narrador de la película que estrenó este jueves. Emitido por
Visión 7, noticiero de la TV Pública argentina, el viernes 3 de mayo de 2013.
Tras ver por primera vez la
versión definitiva del documental de Rolando Goldman y Julián Troksberg, acerca
del anarquista que mató al represor Ramón L. Falcón, el historiador y
columnista de Página/12, Osvaldo Bayer, sostuvo que gracias al film "la verdad histórica llega por fin a
las pantallas de los cines" y que se trata de "un triunfo de la ética".
A través de Skype y de una
camarita, desde la ciudad estadounidense de Portland, Julián Troksberg señaló a
la agencia oficial Télam que "para
nosotros fue importante tener a Osvaldo Bayer y la película es también un
homenaje a él".
El filme recrea la memoria
histórica en torno a Simón Radowitzky, un joven de 18 años, que el 14 de
noviembre de 1909 decidió vengarse de Falcón, quien había ordenado, el 1 de
mayo de ese año, una salvaje represión contra un acto anarquista que dejó ocho
muertos y más de 40 heridos.
"Los
anarquistas tenían una ley no escrita que decía que si no había justicia,
tenían el derecho a hacer justicia por mano propia. Y Radowitzky esperó a
Falcón a la salida del Cementerio de la Recoleta y le arrojó una bomba en el carruaje
porque para los anarquistas la bomba era la explosión de la ira y de la rabia
del pueblo contra las injusticias", apuntó Bayer.
El autor de "La Patagonia Rebelde",
calificó a Radowitzky de "héroe
desconocido que se la jugó a los 18 años y al que no mataron de casualidad
porque se le quiso aplicar la pena de muerte, pero un documento traído de Rusia
pudo probar que era menor de edad y así salvó su vida aunque debió pasar 21
terribles años de prisión perpetua en la cárcel de Ushuaia".
Justamente "Simón, hijo del pueblo"
pretende abrazar aquella historia a partir de que un joven (a cargo de Julián
Goldman, hijo de uno de los directores) comienza a toparse con datos de ese
familiar lejano devenido en mito libertario y aspira a develar por qué. La
película combina el recorrido del muchacho por diversas fuentes (desde la
consulta cibernética de Wikipedia hasta un almuerzo con otros familiares de
Simón, pasando por una biblioteca anarquista), combinándolo con documentos de
época, los aportes de Bayer y hasta su participación en un acto anarquista del
1 de mayo en Plaza Miserere.
"Nos
interesó la historia de Simón porque si bien su gesto valeroso fue individual,
fue representativo y expresión de una parte importante de la sociedad de su
época, no era alguien aislado", resaltó el charanguista Goldman, anfitrión de la función. El músico
recordó que la idea de la película surgió luego de una visita guiada "a la prisión de Ushuaia",
durante la cual el acento está puesto en "un
ser siniestro y asesino de niños como El Petiso Orejudo, que termina
apareciendo como alguien simpático". Goldman agregó que "el director del museo tuvo la mala
idea de preguntarme qué nos había parecido la visita y le propuse que se
empezara a hacer eje en la figura de Simón, que puede ser controvertida pero es
mucho más rica que la de un asesino de chicos".
Entre pocillos de café y una
ronda de mate, Julián aportó que "sabía
que Simón era un ídolo para mi papá y su historia me era conocida, pero no
tanto como ahora porque a partir de hacer la película, yo también me fui
interiorizando junto con mi personaje".
Troksberg, por su parte,
apuntó que "cuando empezamos a
trabajar en la película nos dimos cuenta de que Simón es el personaje
anarquista que más reaparece en las calles y en los muros de manera clandestina
pero constante".
fuente:
enlace recomendado: http://www.elortiba.org/simon.html
Otras Notas relacionadas:
Simón Radowitzky
(1891 - 1956)
por Osvaldo Bayer
"Mil y mil veces
maldita tierra aborrecida del crimen, del sufrimiento y del sicario. Bajo el
azote helado de tus huracanes gime el hombre; la angustia roe las almas de las
víctimas; los abnegados, los Radowitzky, agonizan, mártires de la chusma del
máuser, y, sobre el hórrido concierto de sollozos, se oye, siniestra, la
carcajada del verdugo."
Así comenzaba un volante del
diario anarquista La Protesta, para el 1º de Mayo de 1918, el Día de los
Trabajadores. Estoy en Ushuaia, en el edificio del antiguo penal, y hablo sobre
Simón Radowitzky ante una concurrencia formada principalmente por gente joven.
Nunca hubiera soñado antes que iba a tener esa posibilidad. En los años setenta
publiqué un libro que se titulaba Simón Radowitzky, ¿mártir o asesino?, que fue
a parar a la hoguera de la dictadura de los Videla y Massera. ¿Quién era ese
Simón Radowitzky que había sido una figura legendaria del movimiento obrero en
las tres primeras décadas de este siglo y que había pasado veintiún años de su
vida en la cárcel, la mayoría de ellos en el penal de Ushuaia, una de las
páginas más negras de la historia penal del género humano de la cual tendríamos
que avergonzarnos los argentinos? Y que se mantuvo no sólo durante el gobierno
de los conservadores liberales sino también durante los tres gobiernos primeros
del radicalismo. Los que más cantaron a Simón Radowitzky, llamado el "mártir de Ushuaia", fueron
los payadores criollos en los mítines y asambleas obreras.
"Traigo aquí para Simón
este manojo de flores,
del jardín de los dolores
del alma y del corazón:
traigo para aquel varón
valiente y decidido,
este manojo que ha sido
hecho con fibras del alma,
en un momento sin calma
de rebelde convencido."
ASÍ CANTABA EL PAYADOR
MANLIO POR LA DÉCADA DEL VEINTE.
Es que Simón había corporizado
la violencia de abajo al matar de un preciso bombazo al jefe de policía coronel
Ramón L. Falcón después que éste reprimiera brutalmente la manifestación obrera
del 1º de Mayo de 1909. Ese día ocurrirá la más grande tragedia obrera hasta
ese momento de nuestra historia social. La policía montada al mando del
comisario Jolly Medrano, después de que sonara el clarinazo de ataque ordenado
por el propio coronel Falcón, se lanza sobre las columnas obreras en la Plaza
Lorea. Parece una estampa de la Rusia imperial cuando los cosacos atacaban
concentraciones de famélicos proletarios en San Petersburgo o en Moscú. En la
historia de las represiones obreras, la del coronel Falcón quedó como una de
las más cobardes y alevosas. En un primer momento se cuentan treinta y seis
charcos de sangre. Para explicar el drama, el militar traerá el argumento que
todavía hoy se emplea en la Argentina: le echa la culpa a los "agitadores". Seguirán días de
paro general proclamado por la FORA que tendrá un desarrollo muy violento. Esos
días continuará la brutal represión y se seguirán sumando los muertos. Los
obreros no se rinden porque:
"Los tiempos ya terminaron
en que hubo feudales bravos
que agarraban a los esclavos
y fiero los azotaron
¡Hoy no! Ya se rebelaron,
Y ese hombre hoy, febril y ardiente
cuando ve que un prepotente
burgués quiere maltratarlo:
cara a cara ha de mirarlo,
cuerpo a cuerpo y frente a frente!"
Así fue. Ese joven judío de
apenas 18 años, obrero metalúrgico, esperará al coronel Falcón y pondrá fin a
la vida del orgulloso militar que era todo un símbolo para los hombres de
uniforme: Falcón había sido el cadete número uno recibido en el Colegio Militar
creado por Sarmiento. Simón trata de suicidarse pero es capturado, condenado a
muerte y luego, como es menor de edad, a prisión perpetua a cumplir en el penal
de Ushuaia, con el agravante de que cada año, en oportunidad de cumplirse cada
aniversario de su atentado contra Falcón "deberá
ser llevado a reclusión solitaria a pan y agua durante veinte días",
como dirá la sentencia.
En la prisión, sólo comparable
con la de la Isla del Diablo, Radowitzky se convertirá en el "mártir de la anarquía". Será
un místico de la resistencia y del altruismo con los demás presos.
Protagonizará una huida legendaria a través de los canales fueguinos hasta que
es capturado por un buque de guerra chileno y entregado a los carceleros
argentinos. Todos los castigos inimaginables serán entonces para él. Aunque
enfermo de tuberculosis, el clima del extremo sur y el aislamiento no lo
amedrentan y sigue siendo el defensor de los demás presos para quienes Simón es
una personalidad mística y al que admiran casi con respeto religioso.
Sus compañeros de ideas de
todo el país no lo abandonaron en ningún momento. Miles de mítines y su nombre
siempre en la primera página de sus publicaciones. Hasta que en 1930, Yrigoyen
firmará el indulto. Pero el gobierno radical no se aguanta al carismático
atentador en territorio argentino y lo expulsa al Uruguay. Allí será detenido y
poco después soportará presidio en la isla de Flores. Hasta que en 1936, ya en
libertad, marchará a la Guerra Civil española a luchar contra el fascismo de
Franco. Morirá en México en 1956 mientras trabajaba de obrero en una fábrica de
juguetes, el mejor oficio que puede tener un ser humano.
Me paseo por las celdas del
presidio de Ushuaia, cuarenta años después de la muerte del "santo de la anarquía". Los
muros del oprobio. Oprobio que años después se iba a trasladar a los dominios
de otros carceleros con uniforme militar: los campos de concentración de los
Bussi, los Menéndez, los Camps. Pienso en estos verdugos cuando atravieso el
portón de salida del ex presidio austral. Y me consuela un pensamiento que me
asalta en ese momento. Esos tres jamás tuvieron juglares criollos que les
cantaran. De Radowitzky quedan los recuerdos de esas coplas del auténtico
pueblo:
"Simón, la fe no desmaya
y el pueblo sí que resiste
te ha de sacar, Radowitzky,
de las mazmorras de Ushuaia."
SIMÓN RADOWITZKY
Simón Radowitzky (Stepanice,
Ucrania, 10 de septiembre o 10 de noviembre de 1891 - México, 29 de febrero de
1956) fue un militante obrero anarquista ucrano-argentino. Fue uno de los más
célebres presos del penal de Ushuaia, donde fue condenado a reclusión perpetua
por el atentado con bomba que mató al jefe de policía Ramón Lorenzo Falcón,
responsable de la brutal represión de la Semana Roja de 1909 en Buenos Aires.
Indultado tras 21 años, abandonó la Argentina y luchó en el bando republicano
durante la Guerra Civil Española. Murió en México, donde trabajaba en una fábrica
de juguetes, a los 65 años de edad
Juventud
Radowitzky procedía de una
familia obrera de origen judío. Creció en la ciudad de Ekaterinoslav, donde la
familia se había trasladado para posibilitar a los niños el acceso a la
educación primaria. Abandonó los estudios a los 10 años para iniciar su
aprendizaje como herrero; la hija de su maestro fue quien lo inició en el
anarquismo. Cuatro años más tarde, ingresó como jornalero en una metalúrgica;
en una manifestación reclamando una reducción en la jornada laboral, fue herido
por un sable cosaco, que lo confinó en cama durante seis meses. Tras la
convalecencia, fue sentenciado a cuatro meses de prisión por repartir prensa
obrerista.
Fue segundo secretario del
soviet de la fábrica en la que trabajaba cuando los eventos de la revolución
rusa de 1905. Tras la represión zarista, debió exiliarse para no ser condenado
a prisión en Siberia. Irónicamente, en su destino elegido, Argentina, acabaría
siendo condenado al penal de Tierra del Fuego.
Llegó a la Argentina en marzo
de 1908; se afincó en Campana, donde trabajó de obrero mecánico en los talleres
del Ferrocarril Central Argentino. Mantuvo estrechos contactos con la creciente
comunidad anarquista local, leyendo La Protesta, el periódico de la Federación Obrera
Regional Argentina; a través de la Federación, entró en contacto con un grupo
de intelectuales anarcosindicalistas de origen ruso, entre los que se contaban
Pablo Karaschin -autor de un atentado en ocasión del funeral de Carlos de
Borbón- José Buwitz, Iván Mijin, Andrés Ragapeloff, Máximo Sagarín y Moisés
Scutz. Se trasladó a Buenos Aires, donde residiría con algunos de estos
mientras ejercía como herrero y mecánico.
La Semana Roja y el
atentado contra Falcón
Monumento a Ramón Falcón en el
barrio de Recoleta (Buenos Aires). En la base tiene inscripta la leyenda "Simón Vive" y el símbolo
anarquista
El 1 de mayo de 1909,
Radowitzky participó en una de las dos grandes manifestaciones convocadas por
las organizaciones sindicales. Por separado de la central sindicalista
revolucionaria Unión General de Trabajadores (UGT), la FORA anarquista convocó
a un acto en la Plaza Lorea, en el porteño barrio de Montserrat, entonces en
obras de ejecución del proyecto de Carlos Thays para dar forma a la Plaza de
los Dos Congresos, uno de los símbolos urbanísticos de la burguesía gobernante.
Allí se reunían los anarquistas desde 1890 para conmemorar a los mártires de
Chicago.
Por orden del coronel Ramón
Lorenzo Falcón, que observaba la concentración, la policía reprimió con tropas
de infantería y caballería la manifestación; una hora de combates arrojó tres
muertos, que pronto serían ocho, entre los anarquistas, y más de cuarenta
heridos. Falcón ordenó clausurar todos los locales de esa filiación, y detuvo a
16 líderes durante la semana siguiente, llamada Semana Roja por la dureza de la
persecución; las comunicaciones de las fuerzas de seguridad afirmaban la
existencia de un complot ruso-judaico, responsable de instigar al conflicto. El
movimiento obrero respondió decretando una huelga general, a la que se sumó el
Partido Socialista, exigiendo la renuncia de Falcón para detenerla. La columna
de manifestantes que el 4 de mayo acompañó a los muertos sumó más de 80.000
personas, pero la presión policial y las divisiones internas detuvieron la
huelga poco más tarde.
El 14 de noviembre, Radowitzky
preparó un artefacto explosivo casero, y lo arrojó dentro del vehículo que
conducía a Falcón, unánimemente considerado responsable de las muertes de los
obreros. La explosión hirió de muerte al coronel y a su secretario privado,
Alberto Lartigau; morirían el uno a las 2 de la tarde, y el otro al anochecer.
Perseguido por las fuerzas de seguridad mientras huía, Radowitzky intentó
suicidarse a pocas calles del lugar de la explosión, disparándose al pecho con
un revólver que portaba. Al acercarse los policías, gritó Viva el anarquismo!,
seguro de que sería ejecutado in situ. Sin embargo, fue transportado al
hospital Fernández, donde se le diagnosticaron heridas leves en la zona pectoral
derecha, y se lo trasladó inmediatamente a una comisaría. Al no portar
identificación y negarse terminantemente a prestar información a sus captores,
la inquietud llevó al presidente José Figueroa Alcorta a decretar el estado de
sitio.
En el juicio, la imposibilidad
de determinar la identidad del reo causó dificultades, hasta que la embajada
argentina en París facilitó los antecedentes obtenidos en Ucrania. Sin embargo,
la edad del mismo resultaba incierta; el fiscal ordenó pericias médicas que le
daban entre 20 y 25 años. Sin dudas de su responsabilidad, pues el mismo
Radowitzky había admitido ser autor único del atentado, se solicitó para él la
pena de muerte:
Debo manifestar aquí que no
obstante ser la primera vez que en el ejercicio de mi cargo se me presenta la
oportunidad de solicitar para un delincuente la pena extrema, lo hago sin
escrúpulos ni vacilaciones fuera del lugar, con la más firme conciencia del
deber cumplido, porque entiendo que nada hay más contraproducente en el orden
social y jurídico que las sensiblerías de una filantropía mal entendida (...)
En las consideraciones de la
defensa social debemos que en Radowitzky un elemento inadaptable cuya
temibilidad está en razón directa con el delito perpetrado, y que sólo puede inspirar
la más alta aversión por la ferocidad del cinismo demostrado, hasta el extremo
de jactarse hoy mismo de ese crimen y de recordarlo con verdadera fruición
MANUEL BELTRÁN,
ALOCUCIÓN EN EL JUICIO
Sin embargo, el aporte de un
facsímil de la partida de nacimiento de bautismo por un primo de Radowitzky
cambió el curso del proceso. Aunque el documento carecía de las legalizaciones
pertinentes para confirmar que éste tenía sólo 18 años, siendo por lo tanto
menor de edad y no pasible de ejecución, inclinó a los jueces a conmutar la
pena por la de reclusión perpetua en la Penitenciaría Nacional. Se le añadió,
como castigo adicional, la reclusión solitaria a pan y agua durante veinte días
cada año, en el aniversario del atentado.
PRISIÓN EN USHUAIA
El 6 de enero de 1911, dos
presos anarquistas -Francisco Solano Regis y Salvador Planas Virella- que
compartían lugar de reclusión con Radowitzky lograron huir de la Penitenciaría
Nacional, en una operación que contó con ayuda exterior y con la connivencia de
algunos de sus guardias. Radowitzky quedó detrás por haber sido llamado
imprevistamente a la imprenta del presidio. Atemorizados por la perspectiva de
que el joven reo, que concitaba simpatía entre el personal de la cárcel, contara
con otra oportunidad semejante, se decretó su traslado al penal de Ushuaia,
reservado generalmente para criminales de extrema peligrosidad. La costumbre de
encerrar allí a anarquistas y otros presos políticos se haría más frecuente con
los años.
En la prisión se le denegaron
los pocos derechos concedidos a los restantes presidiarios; como única lectura
se le permitía la Biblia, y fue sometido a malos tratos y torturas al liderar
al resto de los reclusos en huelgas de hambre en protesta por las malas condiciones
del penal. En 1918, las torturas alcanzaron su cenit con la violación de
Radowitzky por parte del subdirector del penal, Gregorio Palacios, y tres
guardiacárceles. La reacción no se hizo esperar; enterados los anarquistas del
hecho, publicaron en Buenos Aires un panfleto, titulado El presidio de Ushuaia,
de pluma de Marcial Belascoain Sayos que apareció en La Protesta. Su
publicación causó conmoción, y el gobierno de Yrigoyen ordenó abrir sumario
sobre las condiciones en Ushuaia; los tres guardiacárceles serían relevados de
sus funciones.
El 7 de noviembre de ese mismo
año, una audaz acción conjunta de los grupos anarquistas chilenos y argentinos
logró la única evasión jamás lograda del penal de Ushuaia. Los argentinos
Apolinario Barrera y Miguel Arcángel Rosigna y los chilenos Ramón Cifuentes y
Ernesto Medina alquilaron una pequeña goleta de bandera dálmata en la ciudad
chilena de Punta Arenas, y coordinaron con Radowitzky el procedimiento. Éste,
que trabajaba en el taller de la cárcel, se hizo con un traje de guardiacárcel,
y abandonó el penal a primera hora de la mañana aprovechando el relevo y la
llegada de un grupo de guardiacárceles nuevos, encontrándose con Barrera en una
cala no lejana. El plan original era desembarcar a Radowitzky en algún lugar
apartado, con víveres y utensilios para resistir un tiempo hasta que la
búsqueda hubiese amainado su intensidad, aprovechando el plazo de unas horas
hasta que el personal se percatara de su desaparición. Sin embargo, este pensó
que le sería más fácil pasar desapercibido en Punta Arenas, por lo que
decidieron seguir viaje hasta ese punto. Tras cuatro días de navegación, y ya
en territorio chileno de la península de Brunswick, la goleta fue abordada por
un navío de la Armada de Chile, alertado por las autoridades argentinas de la
evasión; aunque Radowitzky escapó a nado antes del encuentro, la tripulación de
la goleta fue detenida e interrogada en prisión, hasta que uno de los
tripulantes confesó donde aquél había tomado tierra. Pocas horas más tarde, el
anarquista fue interceptado mientras intentaba llegar a Punta Arenas andando,
conducido a una prisión flotante, y luego de dos semanas retornado al presidio.
El castigo de la evasión serían dos años de confinamiento solitario en su
celda, con sólo media ración de alimento.
En los años siguientes su
figura cobraría valor simbólico en las protestas obreras anarquistas; una
entrevista de La Razón en 1925 reavivó la visibilidad pública de su causa,
invariablemente mantenida como emblema en los conflictos obreros de la FORA del
V Congreso, y en los últimos años de la década las pancartas y pintadas
exigiendo su indulto se multiplicaron. En 1928 el periodista Ramón Doll provoca
un influyente alegato, examinando la desmesura con que desde la justicia se
trata el delito motivado por causas políticas, que acababa con un indirecto
pero claro petitorio de indulto. Tras el naufragio del Monte Cervantes en los
canales fueguinos, que aisló temporalmente en Ushuaia a numerosos porteños, el
diario Crítica envió a un redactor, Eduardo Barbero Sarzábal, a entrevistar a
Radowitzky. La publicación de la misma tuvo un éxito rotundo, y atrajo
finalmente la atención de los líderes políticos. El 14 de abril de 1930,
Yrigoyen -que 14 años antes, antes de su primera elección como presidente,
había prometido a una delegación anarquista indultar a Radowitzky- cumplió con
demora su palabra, y le concedió el indulto. Sin embargo, por el mismo
documento lo condenó al destierro; el 14 de mayo el ARA Vicente Fidel López lo
lleva al puerto de Buenos Aires, de donde deberá tomar otro buque a Montevideo
con fondos propios y sin documentación, habiendo desaparecido la suya en los 21
años de prisión. La ayuda de las agrupaciones anarquistas uruguayas le permite,
finalmente, sortear las trabas burocráticas y desembarcar.
URUGUAY Y ESPAÑA
En Montevideo Radowitzky
retomó su profesión de mecánico, tras verse frustrado su proyecto de retornar a
la Unión Soviética. La situación perduró hasta el 7 de diciembre de 1934,
cuando el gobierno de Gabriel Terra pretendió expulsarlo aplicando la ley de
extranjeros indeseables. Las indicaciones de sus compañeros de movimiento, que
le solicitaron que no acate la medida para no sentar un precedente perjudicial,
llevaron a su prisión en el penal de la isla de Flores. El defensor del
movimiento, el abogado Emilio Frugoni, logró en 1936 la conmutación de su pena
por la de arresto domiciliario, pero carente de domicilio propio debió esperar
seis meses más hasta ser liberado.
Con el inicio de la Guerra
Civil Española, Radowitzky decidió sumarse a las Brigadas Internacionales. En
el frente de Aragón combatió con la 28 División de Gregorio Jover, compuesta
principalmente por anarquistas; trabó allí amistad con Antonio Casanova, un
gallego emigrado a la Argentina que había estado entre los fundadores de la
Federación Anarco-Comunista Argentina. Perjudicada su salud por los más de 25
años en cautiverio, se trasladó luego a Valencia, donde se desempeñaría en la
rama cultural de la CNT. Tras la victoria del bando franquista, atravesó los
Pirineos y fue internado en el campo de Saint Cyprien.
Abandonó Francia para
trasladarse a México, donde el poeta uruguayo Ángel Falco, cónsul de su país en
la ciudad de México, le proporcionaría empleo en la legación. Editaría revistas
para el movimiento y trabajaría en una fábrica de juguetes hasta el 4 de marzo
de 1956, cuando un ataque cardíaco acabó con su vida.
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