© Redacción Sol de Pando
Un guerrero huaorani reconoce haber encabezado matanza de cinco nómadas
taromenanes, en una guerra inter-étnica alentada por empresas madereras y
petroleras que intentan invadir el Territorio Indígena Intangible del Parque
Nacional Yasuní...
Tribus de la Amazonia ecuatoriana entraron en guerra
dentro el Parque Nacional de Yasuní, donde empresas madereras y petroleras
intentan ocupar el territorio indígena protegido. La matanza mutua en que están
enfrascadas parcialidades de la nación Huaorani, la más numerosa del Parque
Yasuní, contra el grupo nómada y no contactado de los Taromenane, está poniendo
en apuros a la justicia ordinaria del Estado ecuatoriano ya que la “confesión” reciente del indígena
huaorani Orengo Tocari de haber encabezado el último ataque mortal contra los
taromenane en represalia por una emboscada acaecida en marzo, pone al Gobierno
ecuatoriano en la disyuntiva de penalizar las muertes enjuiciando a sus autores
confesos o admitirlas como actos legítimos de una guerra declarada en el
territorio indígena amazónico, tal como sucedía en siglos pasados…
Los últimos indígenas no contactados de la Amazonia ecuatoriana son objeto de una cruel estrategia etnocida.
Orengo Tocari, indígena huaorani, aseguró en un programa de televisión que organizó y ejecutó la mantanza de cinco miembros del pueblo no contactado Taromenane, etnia conocida también como Tagaeris, el 29 de marzo pasado, según informó el domingo el El Comercio de Quito.
El periódico ecuatoriano da cuenta que Tocari reveló supuestos detalles de cómo tomó, junto a sus primos, 17 lanzas, se internó en la selva en dos expediciones hasta dar con el paradero de un grupo taromenane, para, finalmente, lancearlos.
El propósito del crimen habría sido -explicó Tocari- vengar la muerte de su tío, el guerrero huaorani Ompore Omeway, de 70 años, y Buganey Caiga, de 64, ocurrida el pasado 5 de marzo. “Porque murió mi tío, nosotros quedamos un rato con la pena. En nuestra cultura nosotros tenemos que hacer enfrentamiento con los taromenane”, dijo Tocari.
“Yo ordenaba a mis primos: ¡Nosotros no somos mujeres, somos hombres, nuestra nacionalidad es huaorani, todavía tenemos la cultura! Entonces cogimos como 17 lanzas de mis tíos finados, hicimos llevando a la selva (y las llevamos a la selva)”.
El indígena aseguró que con sus parientes estuvieron nueve días buscando las huellas del clan rival hasta que “llegamos a la casa, escuchamos la voz de ellos… entonces nos alcanzamos en enfrentamiento con las lanzas”.
Este hecho –dijo Tocari- habría sucedido cerca del río Tiguacuno, en la zona protegida del Yasuní, en Orellana.
Tocari reveló que en el enfrentamiento cinco personas murieron, uno era un joven y que además fue él y sus parientes los que raptaron a las dos niñas taromenane de su entorno. Además, narró que otros 20 miembros del grupo contrario no intentaron defenderse, sino que corrieron.
No hay investigación
oficial
Cawetipe Yeti, presidente
de la Nacionalidad Huaorani del Ecuador, desmintió que hayan sido cinco las
víctimas mortales. Dijo, en el mismo programa de televisión, que al menos se
asesinó a 30 indígenas. En entrevista con El Comercio de Quito, el 5 de abril
pasado, Cawetipe confirmó que entre las víctimas se encontrarían niños,
adolescentes, adultos y ancianos.
Según Yeti, hay fotografías y videos de la matanza en la que no solo se
habría empleado lanzas, sino también armas de fuego. Señaló que a los miembros
de Yarentaro, cantón Aguarico, una comunidad huaorani, le pertenecería la
autoría del ataque. Tocari, por otro lado, dijo en televisión que también tiene
fotografías que confirman su versión.
Mientras, el Ministerio de Justicia y la Fiscalía han señalado que hasta el
momento no han logrado encontrar los cadáveres ni probar la veracidad del
derrame de sangre entre pueblos amazónicos. La investigación oficial es lenta y
muy poco esclarecedora.
Marzo sangriento en la amazonia indígena
El 5 de marzo pasado, cerca del caserío de Yarentaro (en la provincia
amazónica de Orellana, este), un jefe de la etnia Huaorani y su mujer murieron
atacados presuntamente por los Taromenane llamados también Tagaeri o “patas coloradas”, uno de los dos
pueblos no contactados que habitan en la Amazonía y cuyas poblaciones sumarían
apenas unas 200 personas.
El ataque del 5 de marzo ocurrió en una
zona conocida como Awemodo ubicada a más de una hora y media del poblado de
Yademtado en Orellana. En el lugar vivían los esposos Onehuay de 55 años
de edad. El esposo habría recibido cerca de ocho lanzas. Su esposa habría
recibido tres lanzas y fue encontrada aún con vida pero falleció durante
el traslado al poblado de Yademtado.
En represalia, los Huaorani (con 2.300
habitantes) sostienen haber atacado a los Taromenane o Tagaeris el 29 de marzo
pasado, en un episodio que se adjudicó hace pocas horas el jefe guerrero
huaorani Orengo Tokari, quien habla de cinco muertos mientras otras versiones
insisten en 30 víctimas.
La matanza del 29 de marzo por parte de los
huaoranis, en represalia al ataque sufrido por parte de los taromanenes el 5 de
marzo de este mismo año, incluyó el secuestro de dos niñas taromenane,
según la Fiscalía, de 5 y 8 años, que permanecen al cuidado de una familia
huaorani en la comunidad Yarentaro, en Aguarico, Orellana.
Guerreros en acción
Estas rivalidades
inter-étnicas son ancestrales, así como la violencia natural de algunas
parcialidades en aislamiento voluntario dentro el bosque amazónico, como parte
de su resistencia contra la invasión de extraños en su territorio que data
desde los tiempos del auge del caucho a fines del siglo XIX y mitades del siglo
XX.
Son comunes historias en
todo el territorio amazónico que atraviesa siete países sudamericanos, de
colonos madereros o exploradores mineros o petroleros heridos con lanzas y
flechas disparados furtivamente por las tribus invadidas.
Como sucedía entre los
siglos XVII, XVIII y XIX con misioneros que perdieron la vida intentando
evangelizar y vestir con ropa occidental a los pueblos no contactados, en 1987
el sacerdote Alejandro Labaca y la hermana Inés Arango fueron “lanceados” por taromananes que se
resistían a la evangelización de su tribu dentro el actual Parque Nacional
Yasuní (ver el video). El grupo taromanane que
sacrificó la vida del sacerdote era una parcialidad originalmente Huaorani que
se negó a tomar contacto con el mundo moderno. Para diferenciarse de los
huaroanis contactados, aquella parcialidad rebelde adoptó el nombre de su
jefe guerrero Tagá (asesinado por sicarios que organizó el ejército
ecuatoriano en favor de las empresas madereras y petroleras), siendo conocidos
desde entonces como los Tagaeri.
En esa misma época, en la
Amazonia en Cochabamba, Bolivia, un sacerdote salesiano fue flechado por los
últimos indígenas en aislamiento voluntario del Chapare, los Yukis, quienes
actualmente están totalmente integrados a la “civilización” (visten poleras y pantaloncillos, sus flechas son
ahora souvenires
para la venta a turistas) por acción de misioneros norteamericanos de “Nuevas Tribus” que forzaron el contacto
del mismo modo en que lo hicieron con los Huaorani en Ecuador.
Dos justicias
encontradas
La matanza mutua en que están enfrascados parcialidades de la nación
Huaorani, la más numerosa del Parque Yasuní, contra el grupo nómada y no
contactado de los Taromenane, está poniendo en apuros a la justicia ordinaria
del Estado ecuatoriano ya que la “confesión”
reciente del indígena huaorani Orengo Tocari de haber encabezado el último
ataque mortal contra los taromenane en represalia por una emboscada acaecida en
marzo, pone al Gobierno ecuatoriano en la disyuntiva de penalizar las muertes
enjuiciando a sus autores confesos o admitirlas como actos legítimos de una
guerra declarada en el territorio indígena amazónico, tal como sucedía en
siglos pasados.
La polémica se centra en que, según los entendidos, no se puede aplicar la “visión occidental” al caso. Esto,
porque tienen su propia cosmovisión, respetada en la Constitución.
El artículo 57 señala: “El Estado
adoptará medidas para garantizar sus vidas, hacer respetar su autodeterminación
y voluntad de permanecer en aislamiento, y precautelar la observancia de sus
derechos” y, si se llegaran a violar los derechos, eso constituiría un
delito de etnocidio.
Sin embargo, para el asesor jurídico de la Comisión Ecuménica de Derechos
Humanos (Cedhu), César Duque, el problema radica en que el Estado no ha creado
una normativa que permita la aplicación de las garantías en ese marco de
autonomía indígena.
La mano negra del
capital depredador
Lo preocupante de los
enfrentamientos entre los indígenas del Parque Yasuní del Ecuador es que los
mismos se estarían originando en intereses creados por empresas mineras y
petroleras que intentan establecerse en esos territorios. En los hechos estos
episodios se arrastran desde los años sesenta y setenta.
La guerra interétnica del
siglo XXI entre huaoranis y taromenanes estalló literalmente en el año 2003,
cuando una incursión presuntamente realizada por huaoranis contra un
asentamiento taromenane provocó la muerte de 23 mujeres y varios niños.
El 10 de marzo
del 2009, supuestos taromenane asesinaron a lanzazos a una campesina y sus
dos hijos en un paraje de Orellana. La violencia volvió en este año 2013,
también en marzo.
La Iglesia Católica
ecuatoriana denunció que, “los nuevos
proyectos de producción minera y petrolera” en la Amazonía ecuatoriana son
los causantes de las “recientes y
trágicas muertes en las comunidades huaorani y taromenane” y agregó que “no estamos siendo capaces de defender la
vida de los pueblos no contactados”.
Los huaorani estarían
siendo armados con rifles y escopetas, además premiados con utensilios y
herramientas, por parte de empresarios madereros, para exterminar a los
taromanene no contactados que defienden aguerridamente sus bosques codiciados
por el capital privado.
Actualmente existen varias
empresas petroleras que realizan operaciones de prospección y exploración
introduciendo maquinaria pesada en el bosque habitado por estas comunidades
originarias:
La empresa Petrobel opera en el campo Tiwino y ha provocado derrames de
petróleo.
La compañía Perenco construyó una nueva carretera, esta perforando nuevos
pozos y explotando petróleo en la comunidades sin informar a las organizaciones
indígenas sobre sus actividades.
Repsol YPF utiliza la carretera que construyó la empresa Maxus dentro del
Parque Nacional Yasuní y está explotando petróleo desde hace diez años.
La empresa brasileña Petrobras quiere reiniciar los trabajos de explotación
de petróleo en este territorio.
Reportaje Día a Día: Omatoke,
la mujer Taromenane
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