Escrito por ewwaunel
Martes, 14 Mayo 2013
ELLAS: las corporaciones semilleras multinacionales encabezadas por Monsanto.
NOSOTRAS: las personas comunes de todo el mundo: estudiantes, mujeres,
indígenas, obreros, campesinas, mineros, oficinistas, artesanas, migrantes,
todas y todos.
Una vez
más, Monsanto se ha salido con la suya, esta vez en su propio patio: Estados
Unidos. La noticia de esta semana en el ámbito de la soberanía alimentaria es
el fallo del Tribunal Supremo yanqui que da la razón a Monsanto en el juicio
que la transnacional inició contra Hugh Bowman, un agricultor de 75 años de
edad del estado de Indiana.
Brevemente
el caso es el siguiente: Bowman primero había comprado semillas de soya
modificada genéticamente (transgénica) a Monsanto, pero cambió de decisión y
adquirió unas semillas más baratas en el granero local las cuales normalmente
se destinan a alimentar ganado o son usadas en la industria. El punto central
de la historia es que las semillas de soya transgénica en esa región fueron
obtenidas a partir de plantas sembradas por Monsanto.
En
2007, la multinacional demandó a Bowman y obtuvo como compensación 85 000
dólares. Después, el agricultor recurrió
la sentencia y acudió a la Corte Suprema. El pasado 13 de Mayo, el máximo
tribunal de la nación gringa falló unánimemente a favor de Monsanto.
Este
acto viene a inaugurar la llamada ‘Ley de
Protección a Monsanto’ que no es más que la rendición del gobierno
norteamericano a la transnacional: Monsanto no puede ser demandada ni llevada a
juicio ni siquiera por evidencias de daños a la salud o al medio ambiente
causados por los productos que comercializa: semillas modificadas genéticamente
(maíz, soya, algodón, canola) o los herbicidas altamente tóxicos, tecnológicamente
asociados a las semillas modificadas.
Por si faltara
cinismo en la empresa semillera y en sus vasallos en el gobierno
estadounidense, a través Wikileaks se difundió que el gobierno de Obama
presiona a gobiernos extranjeros para que estos acepten y respalden a Monsanto
siguiendo una estrategia diseñada desde el otro lado de la frontera:
a) promover los intereses
comerciales de la industria biotecnológica,
b) relajar las regulaciones en
materia de biotecnología en el extranjero,
c) proteger las exportaciones de
la industria biotecnológica estadounidense y
d) fomentar que los países en
desarrollo adoptaran los cultivos biotecnológicos.
No es intención alterar al lector, aunque de hecho lo intentaré: ¡esta misma
estrategia está siendo utilizada por el gobierno mexicano en el proceso de
aprobación de los permisos para la siembra comercial de maíz transgénico en
estados como Sinaloa, Tamaulipas, Chihuahua y Durango!
En resumen:
si el maíz transgénico llega a sembrarse masivamente en México, las y los estudiantes, las mujeres,
los mineros, oficinistas, las artesanas, migrantes, todas y todos, estaremos condenados a comer
maíz que potencialmente nos produciría cáncer y daños mortales en hígado y
riñones. A las y los indígenas y campesinos nos condenará a dejar de existir: tendremos que
pagar para tener semillas y sembrar nuestra tierra. Según las ‘leyes de Monsanto’ y del gobierno
seremos criminales por sembrar,
guardar o intercambiar nuestras semillas, las que nos heredaron nuestros
antepasados.
El rechazo a los alimentos
transgénicos y todos los daños que estos implican se hace mayor cada día, tanto
a nivel nacional como internacional y todas nosotras: las personas que nos
preocupamos por nuestra salud y alimentación, los estudiantes, las y los
campesinos e indígenas y quienes se preocupan por el medio ambiente y por la
vida en el planeta, tenemos la última palabra en permitir que se siembre maíz
transgénico en México.
El próximo 25 de mayo está convocada una
manifestación en muchas ciudades de varios países para demostrar el rechazo de
la gente, de nosotros a Monsanto (en Australia, Austria, Bélgica, Brasil,
Canadá, Chile, Croacia, Ecuador, Inglaterra, Finlandia, Francia, Alemania,
Guatemala, India, Irlanda, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Rumania, Escocia,
Portugal, Sudáfrica, Estado Español). México no puede ser excepción ante la
brutalidad que se trata de imponer: la siembra de maíz transgénico en el lugar
que vio nacer a este grano nativo hace diez mil años.
¡No podemos faltar! Es el llamado a la lucha que ya empezó.
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