Brasil: El extractivista de recursos naturales mineros, hidrocarburíferos y agrícolas más grande del continente
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Extractivismo es la apropiación de enormes
volúmenes de recursos naturales o bajo prácticas intensivas que, en su mayor
parte, son exportados como materias primas a los mercados globales.
Parece estar pasando
desapercibido que, según esta definición, el mayor extractivista de América del
Sur es Brasil.
Esa situación no siempre es
reconocida, ya que cuando se habla de extractivismo en primer lugar se piense
en la minería, y en segundo lugar se dirán que los ejemplos destacados son
países como Chile, Perú o Bolivia. Las imágenes populares conciben a esas naciones
andinas como los líderes mineros continentales, e incluso globales.
La realidad de los últimos
años es otra. Brasil se ha convertido en el más grande productor y exportador
minero del continente. Este país extrajo más de 410 millones de toneladas de
sus principales minerales en 2011, mientras que todas las demás naciones
sudamericanas sumadas, se apropiaron de poco más de 147 millones de toneladas.
Estos indicadores se basan en la extracción en América del Sur de cobre, cinc,
plomo, estaño, bauxita, carbón y hierro (que expresan a los principales
minerales por su volumen de extracción y exportación). Es impactante advertir
que Brasil extrae casi el triple que la suma de todos los demás países
sudamericanos que tienen minería de relevancia (Argentina, Bolivia, Colombia,
Chile, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y Venezuela).
Esos enormes volúmenes
brasileños se deben especialmente a la apropiación de hierro y bauxita. Pero
este país es también el que tiene una de las canastas mineras más
diversificadas (además es un importante productor de carbón, plomo, algunos
“tierras raras”, etc.). Que Brasil sea el mayor minero continental tampoco es
un hecho reciente, y ya en el año 2000 extraía el doble de volumen que todos los
demás países sudamericanos.
Como se sabe, por cada
tonelada de mineral extraído existen distintas proporciones de una “mochila
ecológica”, que representa todo el material no aprovechado. Al sumar esa
mochila las cifras de recursos naturales apropiados aumentan todavía más. Este
es un indicador importante para el caso del oro, ya que su volumen final es
pequeño para incidir en los indicadores de arriba, pero tiene una altísima
mochila ecológica (un kilogramo de oro requiere remover 540 toneladas de
materia, según el promedio de referencia global), y en muchos casos se lo
obtiene por procedimientos muy contaminantes y destructivos (tales como
deforestación asociada y uso de mercurio). En este rubro el primer productor
sudamericano en 2011 fue Perú (188 toneladas), pero Brasil fue el segundo (con
67 ton), y por detrás le siguieron Argentina y Chile.
El extractivismo en su sentido
estricto es mucho más que la minería. La apropiación de grandes volúmenes de
recursos naturales o bajo procedimientos intensivos, para alimentar las
exportaciones, se repite en otros sectores, destacándose los hidrocarburos y la
agricultura. En esos rubros Brasil también es un “campeón”.
Si bien Brasil es actualmente
es un productor petrolero de nivel medio (ocupando el tercer lugar en América
Latina), y se enfoca en su propio consumo, también es cierto que se está
preparando para explotar yacimientos marinos. Su gobierno espera ubicar al país
entre las primeras potencias petroleras mundiales.
Los nuevos yacimientos se
encuentran en la plataforma costera, a enormes profundidades, condiciones
exigentes de perforación, y altas temperaturas. Esa extracción es de un enorme
riesgo ambiental, tal como ha dejado en claro el accidente de la plataforma de
BP en el Golfo de México en 2010. A pesar de esa catástrofe y de la evidencia
sobre esos riesgos, la discusión brasileña está mucho más enfocada en los
niveles de las regalías o su distribución, que en sopesar sino sería más
sensato una moratoria en ese tipo de extractivismo.
Esto es muy diferente de lo
que sucede, por ejemplo, en varias localidades amazónicas, donde la experiencia
ciudadana frente a distintos impactos sociales y ambientales, no está dispuesta
a aceptar más compensaciones económicas, sino que reclama moratorias.
Finalmente, Brasil también es
el líder en el extractivismo agrícola. Actualmente es el primer productor
mundial de soya; en la zafra 2011-12 superó los 66 millones de toneladas
métricas (en nuestro continente le sigue Argentina con 40 millones ton m). Es
también el primer exportador mundial, y buena parte de lo que comercializa lo
hace sin procesamiento. Este fenómeno va de la mano con un enorme aumento del
área de cultivo, que ha superado los 24 millones de hectáreas.
De esta manera, el
extractivismo avanza en Brasil en varios frentes. Si se agrupan la extracción
de recursos naturales mineros, hidrocarburíferos y agrícolas, el nivel de
apropiación es de recursos naturales en Brasil es escalofriante, y deja muy
atrás a cualquier país sudamericano. Ese estilo de desarrollo genera presiones
ambientales y sociales fortísimas, que van desde los conflictos en el medio
rural al drama ecológico que se observa en el Cerrado o la Caatinga,
ecoregiones que pueden desaparecer al convertirse en tierras
agrícola-ganaderas.
El extractivismo exagerado
hace que la economía brasileña sea muy dependiente de exportaciones como las de
hierro o soya para crecer. La proporción de productos primarios aumenta en el
comercio exterior y caen las manufacturas. El país se vuelve muy dependiente de
las condiciones globales, tales como los precios internacionales de las
materias primas o la llegada de inversores extranjeros.
Por estos motivos, un examen
riguroso muestra que la economía brasileña se está pareciendo más a la de los
países andinos de lo que usualmente asumen analistas convencionales, que una y
otra vez dicen que es un ejemplo de industrialización. Es más, durante las dos
administraciones de Lula da Silva, la economía se primarizó en lugar de
industrializarse.
A diferencia de lo que sucede
en otros países sudamericanos, esta expansión del extractivismo no se debe
solamente a las inyecciones de capital internacional, sino a los propios fondos
internos estatales. El gobierno brasileño empuja decididamente este
extractivismo, por medidas directas o financieras (en especial desde su banco
de desarrollo BNDES).
Hay varios ejemplos. Petrobrás
es una corporación petrolera mixta. Vale, la segunda empresa minera más grande
del mundo, si bien es formalmente privada, aproximadamente la mitad de sus
acciones depende de los fondos de pensión de los funcionarios del Banco de
Brasil, y su principal fuente es el BNDES. Por esos y otros canales, el
gobierno tiene amplios poderes de control sobre esa corporación.
Entretanto, el extractivismo
agrícola también es apoyado directamente por el gobierno. Este se beneficia del
más grande paquete de ayuda financiera estatal del continente (el llamado Plan
Agrícola y Pecuario), que para los años 2012/13, totalizó 115,2 miles de
millones de reales destinados al crédito, lo que favorece directamente la expansión
de la agroindustria exportadora en lugar de los pequeños agricultores.
Esta es una situación de
enormes paradojas: una parte nada despreciable del dinero recaudado por el
Estado se utiliza en fomentar, apoyar e incluso subsidiar el extractivismo, el
que alimenta en primer lugar la globalización antes que las necesidades
internas del propio Brasil. En cambio, quedan dentro del país aquella mochila
ecológica y otros impactos ambientales, y un amplio abanico de efectos
sociales, políticos y económicos.
Son estas medidas de apoyo del
extractivismo, la persistencia de una inserción internacional funcional a la
globalización, y la contención de la protesta social, las que explican que el
gobierno brasileño sea una y otra vez presentado como ejemplo económico a
seguir para la economía convencional. Allí se originan las felicitaciones que
se encuentran en las páginas de The
Economist o en los foros de Davos.
Pero si la perspectiva se coloca en la sociedad civil o en la Naturaleza, está
claro que Brasil debería dejar de ser el campeón del extractivismo, y comenzar
cuanto antes a discutir una estrategia postextractivista.
- Eduardo Gudynas es analista en CLAES (Centro Latino
Americano de Ecología Social). www.ambiental.net Twitter: @EGudynas
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