Escrito por Gloria Muñoz Ramírez,
Fotografías: Clayton Conn
Miércoles, 10 Abril 2013
San Salvador Atenco, México. El fantasma de un nuevo
proyecto aeroportuario vuelve a rondar sobre Atenco. “Es peor que el anterior”, advierten los ejidatarios Marcial
Ramírez, David Pájaro y Santiago Medina. Peor que el que rechazaron en 2001 y
2002, cuando lograron la anulación del decreto de expropiación que los despojaba
de sus tierras. Pero “el gobierno nunca
quitó el dedo del renglón”, asegura Jorge Oliveros: “Si el anterior proyecto era indignante, el actual lo es más. En 2001
se llevaban el 90 por ciento de nuestro territorio, ahora el 95 por ciento, con
la misma estrategia de división, amenaza, represión y muerte”.
“De la capilla de
La Purísima y hasta donde ven sus ojos abarca el nuevo proyecto”, señala por su parte Adán
Espinoza, indicando con el dedo, desde el cerro de Huatepec, las tierras que
contemplan los mapas del megaproyecto Ciudad Futura, la nueva amenaza que se
cierne sobre la región, y que será, dicen los pobladores, una especie de Santa
Fe, con proyectos inmobiliarios, megaindustria y, por supuesto, un aeropuerto,
la afrenta más grande para estos pueblos.
En el auditorio de la Casa
Ejidal, en el centro del poblado, frente al mural multicolor de Emiliano
Zapata, en el mismo lugar en el que han dado tantas batallas en defensa de su
territorio, se reúne con Desinformémonos un grupo de ejidatarios del
Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT). Entran y salen, pues es día
de trabajo y hay que partir al campo. Trinidad Ramírez, compañera (me corrige
cuando le digo “esposa”) del
dirigente emblemático Ignacio del Valle, y Hortensia Ramos, son las dos mujeres
que completan la entrevista colectiva.
Jorge Oliveros, de los
ejidatarios que se ha mantenido en la lucha estos doce años, explica que “ahora presentan el nuevo proyecto como lo
hicieron hace 12 años, con la misma soberbia, dejando de lado a los pueblos que
son los dueños del territorio. En 2001 nos ignoraron, nos amenazaron, nos
dividieron. Hoy quieren volver a hacerlo”, con el agravante, indica, de que
“ahora es más ambicioso. En 2001 eran mil
100 hectáreas las que nos querían arrebatar. En 2013 el proyecto filtrado por
ICA contempla mil 500 hectáreas de San Salvador Atenco”, de un total de más
de 15 mil que abarca todo el proyecto sobre lo que fue la ribera del lago de
Texcoco, en la zona oriente de la Ciudad de México.
La diferencia con el anterior
aeropuerto, indica, “es que no dan la
cara. Mandan a gente de nuestra propia comunidad para meter amenazas. De un
millón 400 mil pesos por hectárea que estaban dando hace un año, ahora el
ofrecimiento es de un millón 750 mil pesos”. El plan, llevado a cabo casa
en casa, es decirle a los ejidatarios que ya todos han vendido, que sólo faltan
ellos: “Presentan unos mapas en los que
dicen que los ejidatarios ya entregaron sus documentos, y que están en trámites
para la venta. Pero esto no es cierto. Es la minoría la que ha entregado
documentos, pues estamos hablando de unas 50 hectáreas, que ni siquiera han
vendido”.
La estrategia, insiste
Oliveros, “es sembrar la confusión y el
miedo. Regar el rumor de que es ya algo inevitable, de que todos están
vendiendo, pero nosotros afirmamos que son absoluta minoría, y que no llegan ni
a 50 hectáreas las que supuestamente ya están apalabradas, pero no autorizadas
por la asamblea ejidal, por lo cual es improcedente”.
El relato del campesino Delfino
Martínez es parte de este escenario. “El
90 por ciento parece que quieren vender. Nuestros hijos quieren vender, esa es
la mera verdad. Aquí en el pueblo hay unas personas que están organizando y
convenciendo. Son intermediarios, nos conocen, se acercan y dicen, ‘anda, ya
vende, ya todos están vendiendo’. A mí me da coraje, cómo son tontos. A mí me
ofrecen un millón 700 mil pesos por hectárea, pero yo tengo ocho hijos, de
dónde va a salir para su casa de cada uno. Ellos ya no van a tener dónde vivir
ni de dónde comer. Hay muchos que ya están parando la manota, pero
desgraciadamente se van a quedar sin terreno, sin dinero, sin casa, sin nada”.
Una lucha que no termina
Trinidad Ramírez, mejor conocida como Trini,
también figura emblemática de la lucha de Atenco y del acompañamiento con otros
movimientos del país, advierte que “las
declaraciones del gobierno federal nos mueven nuevamente a la lucha por la
defensa de la tierra, que nunca la hemos dejado. Nos lleva a decir aquí
estamos, no nos hemos rendido, pues la tierra se defiende toda la vida”.
En este periodo, señala Trini,
las dos partes aprendieron. “Nosotros
hace doce años dijimos: ¿y cuándo el gobierno nos preguntó si queríamos vender
la tierra? Y por eso ahora el gobierno aprendió a preguntar. Les dice a los
campesinos ¿quieren vender su tierras? Pero nosotros también aprendimos.
Aprendimos que el territorio no se trata sólo de la tierra, sino que significa
nuestras costumbres, nuestras raíces. Aquí nacimos, aquí vimos a los abuelos,
aquí vimos a nuestros padres morir. No indignarte por estas declaraciones
amenazantes es permitir que se profane el lugar de tus muertos, que es sagrado”.
Marcial Ramírez relata que el
comisariado ejidal les mostró un proyecto que abarca del 6 de marzo del 2013 al
2017, en el que, indica, San Salvador Atenco prácticamente desaparece. Jorge
Oliveros añade que la amenaza es fuerte pero que estos doce años los han
transformado, “y seguirán luchando por la
tierra”.
Desde el 2002, explica
Oliveros, cuando se canceló el aeropuerto, “nosotros
sabíamos que no iban a quitar el dedo del renglón y continuaría al acecho. En
2003 y 2004 empezaron a hacer obras que estaban contempladas en el proyecto
general anterior. Hicieron las vialidades alternas, se fueron apoderando del
agua de los manantiales de la montaña, empezaron a privatizar los comités de
agua potable. En Texcoco no teníamos un hospital, pero activaron el Hospital
Regional, hicieron libramientos, el circuito exterior mexiquense, es decir, las
obras alternas continuaron, porque nunca se quitaron su intención”.
Pero “para nosotros”, recalca, “la
lucha es la misma. Las tierras las hemos cuidado. Atenco tiene arraigo. No
hemos vendido ni vamos a vender”.
David Pájaro, nativo y
ejidatario de Atenco, además de ingeniero agrónomo, señala que en internet se
detalla el modelo “México, Ciudad Futura”,
en el que figuran tres planos que muestran la pérdida de toda la superficie
ejidal de Atenco como pueblo. “Por lo que
vimos”, explica, “va otra vez de la
orilla del río Chimalhuacán hasta la orilla del cerro de Chiconautla, todo lo
que se conoce como la ribera de Texcoco. Estamos hablando de unas 25
comunidades afectadas dentro de una superficie de alrededor de 7 mil hectáreas”.
En 2001, continúa, “se conservaba al menos una parte de nuestro
terreno como reserva agrícola, ahora todo es peor. El proyecto viene con
desarrollos urbanos, áreas para la industria y, entre comillas, áreas para la
reserva ecológica. Nosotros conocemos el ejido y vemos una línea en la que el
pueblo prácticamente se salva, pero todo lo demás se lo adjudican”. En
términos de desarrollo, advierte Pájaro, será como Santa Fe, y “en lugar de pueblos habrá consorcios
nacionales e internacionales. La estrategia no será como en 2006, de garrote y
cuchillo. Ahora pienso que será de otra manera. A lo mejor nos harán ver otra
vez como los primitivos, los revoltosos, los que no entienden el desarrollo.
Pero el desarrollo no es como lo tiene en mente el gobierno. Para ellos es
dinero, para nosotros serían banquetas, escuelas, proyectos para el desarrollo
de la tierra, para la producción de alimentos, etcétera”.
“Nosotros no
vendemos ni compramos”, insiste el ejidatario, “porque la tierra es nuestra”. Explica que su territorio contempla
más de 5 mil hectáreas de tierras cultivables, de pozos profundos, caminos,
zanjas, dos sitios arqueológicos prehispánicos, el vestigio del parque
Atetetelco, que perteneció a Nezahualcóyotl, ruinas y más.
El protagonista de la amenaza
anterior, indica, “vuelve a ser
protagonista ahora. Y nosotros también. Así es que estamos en igualdad de
circunstancias. Cuando ellos nos persiguieron logramos nuestra libertad. Ellos
nos vuelven a hacer la guerra y nosotros seguimos en pie de lucha”.
División, peleas y desintegración en los que ya
vendieron
El municipio de San Salvador Atenco está conformado
por cinco pueblos: San Salvador Atenco, San Francisco Acuexcomac, Zapotlán, San
Cristóbal Nexquipayac y Santa Isabel Ixtapan. Los dos últimos, indican los
ejidatarios entrevistados, empezaron a vender sus tierras desde hace más de un
año. Ixtapan vendió 500 hectáreas y Nexquipayac otras 360; además de la colonia
Francisco I. Madero, con otras 40. Todas estas tierras rodean San Salvador, que
es el núcleo más grande, con 958 ejidatarios.
Hortensia Ramos, profesora originaria
de Nexquipayac, una de las tantas mujeres que dieron la lucha en 2001 y se
mantienen hasta ahora, señala que en su pueblo empiezan a verse los estragos de
la venta: “el hecho de que te den un
dinero se nota. Ya han empezado a arreglar sus casas o comprarse una moto, pero
también el dinero se les está terminando y ahora no tienen tierras ni dinero”.
El dinero, dice, “es como la mismísima cola del diablo. Causa
división. En la misma familia sucede que el abuelo que recibió un millón de
pesos, tiene que repartirlo entre los hijos y los nietos. Y ya están los casos
en los que no quedan conformes y es un peleadero entre ellos y una
desintegración familiar. Esto no lo ven los que están vendiendo, pero está
pasando. También se vino una oleada de robos y secuestros tremenda. Algo que no
existía en esta comunidad y es también producto directo de las venta de las
tierras, pues había dinero momentáneo y se empezó a notar”.
En los dos poblados les
ofrecieron un millón 400 mil pesos por hectárea. En Nexquipayac fue una
hectárea por ejidatario, pero en Ixtapan más de una, así es que hubo más
dinero. “¿Quiénes son los que están
comprando directamente?”, se le pregunta. Y responde que casa por casa van “los personeros de Conagua. Te dicen que
están haciendo un sondeo, para ver quiénes sí quieren y quiénes no, pero les
dicen ‘oye, si no quieres vender tu tierra te la van a quitar de todas formas’.
Es la venta bajo amenaza directa. La gente se queda intimidada. Les dicen ‘si
no les va a pasar como a los de Atenco en 2006’”.
A las señoras viudas, indica
Hortensia Ramos, les dicen “es para que
tenga una vejez digna”. Ellas fueron las primeras que vendieron, y las
primeras despojadas por sus hijos y sus nietos. “Ahora muchos de los que vendieron ya están arrepentidos. Todo esto apenas
tiene un año o poco más”.
El problema del agua, en caso
de consolidarse el proyecto, se agravará aún más. “Ya estamos viviendo la escasez de agua. Conagua ya está cancelando los
pozos para riego para que no podamos sembrar nuestras tierras y para que no
haya suministro en las comunidades, con el fin de presionar la venta de las
tierras. Si se hace el aeropuerto el agua se irá a las industrias, a los
proyectos inmobiliarios”, insiste la profesora de primaria.
También se habla que plan
contempla una universidad, pero que, pronostica la entrevistada, “no será para
nuestros hijos. No es para nosotros. Nuestros pueblos necesitan universidades,
hospitales y desarrollo, pero no a condición de un aeropuerto”.
La lucha de Atenco, de 1523
Adán Espinoza, expreso político por la defensa de
la tierra, uno de los que encarcelaron junto a Ignacio del Valle en la prisión
de alta seguridad, aclara que la “la
lucha no lleva doce años”, pues, insiste, “nuestra historia dice que la
hemos estado defendiendo desde 1523, contra Pedro de Alvarado. Estas tierras
siempre han sido agrícolas aunque ahora dicen que son salinas, pero no es
cierto, son altamente cultivables. Y aquí se puede producir la alga espirulina,
que es el alimento del futuro”
Atenco, asegura Adán, “es un pueblo rebelde desde 1523 y no se deja despojar. Las personas
que son agachonas es porque están confundidas, no tienen información, están
engañados. Los 43 que ya entregaron documentos, a la mera hora no la van a
vender. La asamblea dijo que no vendería. ¿Qué pasa? Son unos cuantitos, es la
contra de nosotros. Cuando estaba el precio a 7 pesos querían vender, ahora que
les ofrecen 150 pesos también. No les importa el precio y andan ahí casa por
casa convenciendo a los demás, diciéndoles que ya sólo faltan ellos”.
La sombra de la represión
Atenco se conoce en el mundo de la resistencia
desde que dieron la batalla contra la construcción de un aeropuerto en sus
tierras en 2001; posteriormente cuando lograron la anulación del decreto
expropiatorio en 2002; y más adelante por la represión del 3 y 4 de mayo de
2006, cuando, siendo gobernador el actual presidente Enrique Peña Nieto, se
desató un conflicto entre vendedores de flores de Texcoco y las autoridades
estatales. Acudió en solidaridad el FPDT e intervino la Policía Federal
Preventiva (PFP) y la estatal, dejando un saldo memorable de un niño y un joven
muertos, mujeres violadas por la policía, detenidos torturados y la sentencia
de más de 60 años a tres de sus dirigentes, las cuáles fueron revocadas por la
Suprema Corte de Justicia, gracias a la movilización nacional e internacional
que se convocó.
La represión, ahora, advierte Trini,
“puede no ser masiva, sino selectiva.
Y por supuesto que no la descartamos”. En este momento, explica, en el
movimiento “hay de todo, algunos
confundidos, algunos miedosos. Algunos nos critican por hacer el trabajo
afuera, por acompañar a otros movimientos, a los obreros, los maestros, los
estudiantes. Porque somos los mismos. No puedes ver lo que ocurre en otros
lugares y no hacer nada”.
El PRI, insiste, “nunca se fue, pero hoy quiere afianzar el
control de todo. Qué nos queda al pueblo: organizarnos, reconocernos, sentirlo
desde abajo, porque ellos, las instituciones, Peña Nieto, no sienten nada. Yo
me indigno, me enrabio. Para la resistencia sigue seguirnos buscando, seguirnos
reconociendo. Hoy puedes preguntarte dónde está la gente del 2001, del 2002.
Mucha de esta gente no está, pero en este momento se trata de volver a salir,
de llamarla, de decirle claramente lo que está ocurriendo. Decirles que esto no
se ha terminado”.
Una prueba que ofrece Trinidad
Ramírez de que “el Frente no está
acabado”, son las recientes elecciones de delegado, en las que fue
derrotado el candidato priista y obtuvo el triunfo el representante opositor,
el que está con la defensa del territorio. “No
necesitamos un puesto público para defender la tierra, y eso ya lo demostramos,
pero fue una demostración de fortaleza que uno de los nuestros ganara la
delegación”, dice Trini.
Han pasado 12 años de la lucha
reciente (no de la que empezó en 1523). Y en esta última década Atenco no sólo
tiene a los muertos de la represión directa: José Enrique Espinoza, Javier
Santiago y Ángel Benhumea, sino que muchos otros se han quedado en el camino.
Adán Espinoza asegura que es por la tensión acumulada, por el desgaste de
tantas batallas. Miguel de Valle, Francisco Altamirano, Baltazar Ramos, Felipe
Núñez, María Luisa de Vázquez, Gracia Morales, Inesita, Alfredo Flores, Pascual
Martínez y Manuel Rosas, son algunos de ellos. “Muchos de ellos se fueron
tomándonos de la mano, haciéndonos prometer que no venderíamos esta tierra.
Cómo vamos a vender, cómo vamos a rendirnos, si tenemos compromiso con nuestros
muertos”.
Publicado el 08 de abril de 2013
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