La guerra de guerrillas: aprender las lecciones que nos ofrece la historia, si realmente queremos destruir el poder capitalista
Rebelión, 22-04-2013
"...siempre
que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo, y otra
mano se tienda para empuñar nuestras armas...".
Che
La guerra de guerrillas es, con abrumadora diferencia, el método de lucha más fructífero de la historia del movimiento comunista. Los bolcheviques sólo pudieron mantener a flote su partido atracando bancos para financiarse. La Revolución China y la Cubana se basaron en la guerra de guerrillas en el campo. Lo mismo cabe decir de los movimientos revolucionarios en Yugoslavia, Argelia, Nicaragua o Vietnam. Hoy día, las FARC en Colombia y los Naxalitas en la India suponen los dos focos revolucionarios marxistas más importantes del mundo.
La
guerra de guerrillas es un método que sirve a los de abajo para ganar guerras
contra los de arriba. Un método que desespera al imperialismo y demuestra que
es posible vencer a un enemigo más poderoso y mejor armado que nosotros. Y no
ya como poder local al estilo de Robin
Hood, sino como un cuerpo de células permanentes conectadas a otras
unidades hasta formar un ejército guerrillero, ligado incluso a movimientos
políticos no armados y capaz por tanto de desarrollar una estrategia de lucha por
el poder a escala nacional.
Se
basa en la movilidad permanente, en el conocimiento detallado de los terrenos
más inaccesibles y en la simpatía de la población local. Mao explica que el
objetivo primero de la guerrilla no es conquistar ciudades o territorios, sino
ir aniquilando y minando la moral de la fuerza enemiga, hasta llegar a una
última etapa en la que sí se pasaría a la confrontación directa. Igualmente, el
ejército rebelde de Fidel y el Che no ganó La Habana de entrada, sino que
dominó Sierra Maestra y se fue desarrollando para, con los años, atacar Santa
Clara, hasta que el aparato gubernamental de Batista se derrumbó.
En
cada batalla, se concentra una cantidad de fuerzas absolutamente superiores a
las de enemigo. Sólo se lucha si se tiene la total seguridad de vencer. Se
ataca por sorpresa. De este modo, aunque la guerrilla sea numéricamente
inferior en su conjunto, puede ser numéricamente superior en cada batalla
concreta.
Che
Guevara habla de "morder, huir,
esperar, acechar, volver a morder y huir y así sucesivamente, sin dar descanso
al enemigo". Para el Che, la victoria de la Revolución Cubana
demostraba que no siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones
objetivas, sino que el foco insurreccional puede crearlas.
El
foco es una fuerza móvil estratégica, compuesta por un pequeño grupo de
guerrilleros que, escondidos en la clandestinidad de la selva, inician la lucha
armada contra los destacamentos del ejército regular, arrastrando con sus
éxitos a las masas campesinas. El foco, de enorme movilidad, puede alejarse en
minutos del lugar de la acción, sorprendiendo constantemente al adversario.
Dadas
las circunstancias de los países en los que operó, el Che desarrolló su
actividad en el campo, ya que simplemente interrumpiendo una o dos carreteras o
vías férreas puede bloquearse con facilidad el acceso del ejército o la propia
marcha de la administración estatal en zonas rurales de difícil acceso.
En
Cuba, con un escaso número de habitantes por kilómetro cuadrado, se recurrió a
la "propaganda por el hecho",
debidamente publicitada a las masas desde Radio
Rebelde. Durante años, los guerrilleros permanecieron aislados en la
sierra, agitando con la radio y las acciones guerrilleras, familiarizándose al
detalle con la geografía del lugar. En cambio, en China y Vietnam, con una
extrema densidad de población, se hizo una "propaganda
armada" previa, recorriendo el país para crear células con
anterioridad al combate, como base del futuro ejército de liberación.
La
"Larga Marcha" del Ejército
Rojo de una punta de China a la otra, así como una migración semejante
efectuada por los maquis de Tito en Yugoslavia, demostraron a la población
local que los guerrilleros rojos están hechos de otra pasta. Pagan
escrupulosamente todo lo que toman de las granjas, pese a estar armados y poder
tomarlo por la fuerza. Jamás violan a mujeres de los poblados, a diferencia del
ejército regular que lo hace sistemáticamente. Entregan tierras y organizan
escuelas allá donde van. No viven jamás mejor, ni de manera distinta, que los
habitantes de la zona.
La
contrainsurgencia del imperialismo, sobre todo norteamericano, se ha visto
siempre impotente frente a las acciones descentralizadas de las guerrillas. Por
eso ha recurrido a sembrar el terror destruyendo amplias superficies selváticas
y poblados campesinos, usando armas bárbaras como el napalm. Pero esa actitud
no ha hecho más que reafirmar a la población local en su determinación de
apoyar a las guerrillas y odiar a los yanquis.
Por
más y más tropas que concentran, se ven incapaces de localizar y matar a
guerrilleros que viven escondidos en la clandestinidad. En el momento de la
victoria del FLN en Argelia, había medio millón de franceses vestidos de
uniforme, para una población total de nueve millones de árabes. Un soldado para
cada dieciocho habitantes.
Los
franceses se aferraron siete años a Argelia y nueve años a Indochina, pero al
final tuvieron que marcharse de ambos lugares; porque, cuando un pueblo se
niega a ser gobernado por el imperialismo y se identifica con una guerrilla que
llega a ser genuinamente nacional, logrando expulsar a la administración oficial
de amplias zonas rurales, el imperialismo no tiene posibilidades de derrotarlo.
Por eso los EE UU vieron desesperados cómo miles de millones en tecnología
armamentística punta eran derrotados por unos millares de campesinos mal
armados.
Lenin
defendía una combinación tácticamente dosificada de todos los métodos de lucha,
desde la lucha armada hasta la huelga general revolucionaria, pasando por la
vía electoral. Pero no fueron huelgas ni elecciones los métodos que hicieron la
Revolución China, ni la cubana, ni la sandinista; ni los que expulsaron de
Irlanda a los británicos y de Argelia a los franceses, ni los que podrán
expulsar a EE UU de Irak y a Israel de Palestina; ni los que derrotaron a los
norteamericanos en Vietnam y a los nazis en Yugoslavia; ni los que tienen
alguna posibilidad de conquistar la justicia social en la India o Colombia.
Por
eso, y más en esta época de pacifismo irracional, es hora de hacer justicia con
la guerra de guerrillas... y aprender las lecciones que nos ofrece la historia,
si realmente queremos destruir el poder capitalista.
Rebelión ha publicado
este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
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