Foro Social
Mundial de Túnez
Vendedores
de causas perdidas
Cuarto Poder, 03-04-2013
El Foro Social Mundial 2013 se
cerró el sábado pasado en Túnez con una marcha en solidaridad con Palestina, la
única causa del mundo -aparte ese vago “otro
mundo es posible” de la convocatoria- que une sin diferencias a todos los
movimientos sociales, partidos y organizaciones del espectro rebelde, incluidas
algunas de derechas o de extrema derecha, como es el caso de los salafistas que
hacían ondear sus banderas negras, barbas al viento, en medio del tumulto.
Fuera de ese puntito de dolor compartido, el Foro ha sido sobre todo el campo
paradójicamente festivo de un crepitar de forcejeos, tensiones y rivalidades
territoriales. Un campo de batalla, si se quiere, donde se libraban escaramuzas
de muy diversa índole y en muy dispares niveles de visibilidad.
¿Qué es
el FSM? Nunca había asistido a ninguno antes y no puedo comparar, pero en el
nivel más superficial, que es también el más “humano”, llamaba la atención enseguida su dimensión “mercantil”: el campus de la Universidad
del Manar en la capital tunecina se ofrecía a la vista como una inmensa,
alegre, bulliciosa feria de vendedores de causas perdidas. Logos, banderas,
eslóganes, panfletos, chapas, pancartas, desde las jaimas y los stands
se intentaba despertar el apetito de justicia de los visitantes, cada uno en su
especialidad y desde su organización: los inmigrantes, los enfermos, los
prisioneros, los desaparecidos, los torturados, la naturaleza, los bienes
comunes, las minorías, los pueblos oprimidos, todos los dolores y agravios de
la tierra buscaban de buen humor un altavoz en la plaza. Se puede juzgar con
severidad esta vertiente publicitaria como una banalización de la política, e
incluso como una prueba del fracaso de los Foros, pero eso sería, me parece, un
exceso de puritanismo. El mercado tradicional, el mercado ambulante de las
aldeas, donde los pequeños se intercambiaban y se intercambian sus cosas
pequeñas, no sólo no colinda, ni siquiera de forma embrionaria, con lo que
llamamos “mercado capitalista” sino
que lo contradice íntimamente. Lo malo del “mercado
capitalista” es que no hay en él nada de lo que pretende: intercambio entre
iguales, información cuerpo a cuerpo, manifestación de la demanda, negociación
en el espacio. Todo eso estaba presente, en cambio, en las plazas antiguas y
todo eso ha estado presente también en el Foro de Túnez. Mucho más que la
actividad de los talleres, de interés muy desigual, ha sido esta construcción
física de relaciones -y de conspiraciones justicieras en los pasillos- la que
justifica a mis ojos la existencia de este encuentro; y la que explica que la
suma de tantos dolores produzca tanta sensata alegría y agite tantas hermosas
banderas.
Las
causas perdidas tienen derecho a otro mercado posible. Pero debe haber sin duda
algo mal planteado en el Foro cuando se deja participar también en él a otras
causas: las causas -precisamente- de nuestras derrotas. Máxima pluralidad y
máxima igualdad sólo hay allí donde se trata de manera indiferente, y se da
acceso al mismo espacio, a verdugos y víctimas sin distinción. El Foro no
debería reconocer ese tipo de pluralidad y de igualdad, que es el específico
-esta vez sí- del mercado capitalista. En términos políticos era sencillamente
repugnante ver yuxtapuestos en el espacio a los defensores de la autodeterminación
del pueblo saharaui junto a los esbirros de la monarquía marroquí, que trataron
además de boicotear la asamblea de movimientos; como era ignominiosa la
presencia provocativa de los baazistas pro-Assad, los cuales agredieron
físicamente a un grupo de comunistas sirios que pedían apoyo a la revolución.
Más
insidiosa ha sido la intromisión económica. Foro tras Foro, el peso de los
movimientos sociales ha ido disminuyendo en favor de las grandes ONGs
financiadas por los poderes más inicuos del planeta. Según el conocido
investigador marxista Samir Amin, estas grandes instituciones representarían ya
el 75% de las organizaciones presentes en el encuentro. Produce sin duda alguna
incomodidad reparar en la financiación de Petrobras, la compañía petrolera brasileña,
con sus delegaciones instaladas en el lujoso hotel África de la capital, pero
el colmo de la “contradicción”
-eufemismo frecuente para una bofetada moral- ha sido la presencia en el
recinto de un stand del USAID, la nefanda Agencia de EEUU para el Desarrollo
Internacional, punta de lanza y anestesia del imperialismo en América Latina.
Un escrache rápidamente improvisado los obligó a abandonar el lugar, aunque no,
sin duda, sus maniobras en la sombra.
¿Y
Túnez? ¿Qué pinta Túnez en todo esto? Los que hemos vivido la dictadura y la
revolución coincidimos sin duda con Mohamed Jmur, el vicesecretario general del
partido Watad, formación del asesinado Chrukri Belaid: con independencia de sus
opacidades y sus límites, la sola celebración del FSM en el país es ya la
expresión de un cambio que no se puede desdeñar. Es también un empujón a los
movimientos sociales locales y al Frente Popular. Nahda ha contribuido a los
gastos del evento y se ha tenido que “tragar”
sus manifestaciones más radicales buscando legitimidad internacional y tratando
de aliviar la crisis del sector turístico, pero lo cierto es que ha tenido que
entregar el espacio público a los movimientos sociales, en su mayoría laicos e
incluso ateos. Las marchas en la avenida Mohamed V y los mítines y conciertos
en la avenida Bourguiba, cuyas dimensiones espaciales aparecían multiplicadas
por las multitudes (porque los espacios okupados crecen siempre de tamaño) han
operado de entrada un interesante efecto de “pedagogía
visual” muy subversivo en una sociedad conservadora como la tunecina.
Además, esta fusión pública de alegría y política, con los homenajes a Chávez y
los acordes de la Internacional sonando a pocos metros del ministerio del
Interior, han sacado provisionalmente a miles de jóvenes de la depresión de los
últimos meses y han renovado su compromiso con la revolución incompleta que las
instituciones financieras tratan de robarles desde hace dos años. La imagen de
fuerte promiscuidad -o, si se prefiere, de “cacao
mental” o “indigestión ideológica”-
ofrecida por la acumulación de signos contradictorios en las camisetas y las
gorras de los tunecinos (Stalin, Trotsky, el Che, Gandhi y Saddam revueltos)
revela tanto la falta de cultura política como la ansiedad certera de sus
golpes de ciego. Para muchos de ellos el Foro Social Mundial marcará sin duda
el umbral individual de un paso festivo a la política; para las fuerzas de la
izquierda, aisladas durante décadas, la apertura a una dimensión internacional
que necesitan más que nunca para sus propias luchas nacionales.
Sólo en
la capital y sólo durante cuatro días, Túnez ha sido “nuestro”. Es verdad, en la misma calle Bourguiba donde el viernes
se gritaba “Chaves vivi vivi” y se
cantaba al Che Guevara, hace veinte días se prendió fuego un joven vendedor de
cigarrillos de 26 años, desesperado por la miseria y la indignidad. La vuelta a
la normalidad será dura y la harán más dura. Pero interpretado en clave local
el Foro ha sido mucho más que una tregua. Cuando el sábado por la noche, tras
la clausura del encuentro, la policía multiplicó los controles y pidió los
papeles a decenas de activistas, sus insultos y malos modales querían enviar
una señal (“cuidado: se acabó la juerga”),
pero eran también una venganza. Se trataba de evitar que los tunecinos volvieran
a casa con la sensación de una victoria que, al mismo tiempo, sin embargo, esta
agresión simbólica no podía dejar de reconocer.
Vendedores
de causas perdidas y muñidores de lobbies socio-económicos, el Foro no cambiará
el mundo. Pero ilumina los cambios ya producidos en el mundo árabe y, para
hacerlo, ha tenido que repartir algunas linternas entre los que desean
cambiarlo.
Rebelión ha publicado este
artículo con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
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