Rebelión, 11-04-2013
“Pero nosotros / abríamos de Marx / cada
volumen / como en la casa / propia / se abren las ventanas”
Poesía, Mayakovsky. Ed.: Akal.
¿Quiénes
se dicen “socialistas”? ¿Quiénes se
dicen “comunistas”? ¿Qué quiere decir
“socialista” y “comunista”? ¿Qué han defendido? ¿Qué defienden hoy? Las respuestas
están en la práctica adoptada por socialistas y comunistas a la luz de los
acontecimientos históricos y del quehacer político diario. Hoy, sin ir más
lejos, los socialistas defienden la
reforma del sistema capitalista encarnando en un tono gris las políticas de la
derecha, la defensa del sistema capitalista en todos los órdenes, llegan a
hablar de una “segunda transición” y
de la sucesión del rey por parte de su hijo. Hoy también, hay quienes habiéndose
definido como comunistas crean
organizaciones abiertamente reformadoras del capitalismo, y así lo declaran, y
también hay quienes sin declararse en favor del capitalismo practican políticas
de reforma capitalista. Cómo no, las fuerzas defensoras del comunismo también
se organizan, no son mayoría, como ha ocurrido en otras épocas. Los
colaboradores del poder capitalista siempre han sumado y difundido confusión
sobre los objetivos de la clase obrera, han disuelto la ideología de clase
alentando acuerdos, colaboraciones, participaciones, asunción de valores,
siempre, teniendo como límite el respeto al núcleo duro de la burguesía,
reformas, no cambiar de clase la propiedad de los medios de producción. Hoy por
hoy encontramos muchos, dentro y fuera de las instituciones. Acuerdos de
gobierno como el de Andalucía, postura ante el Derecho a la Autodeterminación
de los pueblos, prevalencia del trabajo parlamentario, colaboración en
entidades bancarias, desorganización general de la clase obrera,... Queda mucho
por hacer, y el capitalismo en crisis total; ahora que salen a la luz sus
ayudantes ocultos tampoco estaría mal que repasásemos algunos textos que sin
duda son aclaratorios para la izquierda.
En el Prefacio a la edición alemana de 1890 al
Manifiesto Comunista, F. Engels explica por qué Carlos Marx y él lo titularon “Comunista” y no “Socialista”, dice así: “...
cuando apareció (el Manifiesto) no
pudimos titularle Manifiesto ‘Socialista’. En 1847, se comprendía con el nombre socialista a dos categorías de
personas. De un lado, los partidarios de diferentes sistemas utópicos,
particularmente los owenistas en Inglaterra y los fourieristas en Francia, que
no eran ya sino simples sectas en proceso de extinción paulatina. De otro lado,
los más diversos curanderos sociales que aspiraban a suprimir, con sus variadas
panaceas y emplastos de toda suerte, las lacras sociales sin dañar en lo más
mínimo al capital ni a la ganancia. En ambos casos, gentes que se hallaban
fuera del movimiento obrero y que buscaban apoyo más bien en las clases ‘instruidas’.
En cambio, la parte de los obreros que, convencida de la insuficiencia de las
revoluciones meramente políticas, exigía una transformación radical de la
sociedad, se llamaba entonces ‘Comunista’. Era un comunismo apenas elaborado,
asaz pujante para crear dos sistemas de comunismo utópico: en Francia, el ‘icario’,
de Cabet, y en Alemania, el de Weitling. El socialismo representaba en 1847 un
movimiento burgués; el comunismo un movimiento obrero. El socialismo era, al
menos en el continente, muy respetable; el comunismo era todo lo contrario. Y
como nosotros ya en aquel tiempo sosteníamos muy decididamente el criterio de
que “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera
misma”, no pudimos vacilar un instante sobre cual de las dos denominaciones
procedía elegir. Y posteriormente no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella”.
Engels, llama a leer el Manifiesto Comunista,
llama al reconocimiento de la clase obrera organizada como fuerza política
capaz de cambiar el mundo.
Marx y Engels recogen en el Manifiesto Comunista
la esencia del Partido Comunista, esencia que compromete, asombra y delata.
Compromete porque es la suma de experiencias
históricas que han hecho avanzar la lucha de clases, experiencias que han sido
determinantes en la conformación de las organizaciones obreras revolucionarias
y las diferencias con la burguesía y demás enemigos de clase, estableciendo
principios sobre apoyos y alianzas, proclamando la independencia del Partido
Comunista como partido de la clase obrera para realizar su política, y llamando
a la unidad de clase para conquistar el poder.
Asombra el mensaje transparente, lenguaje
sencillo directo, que recorre el proceso de la Historia y su proyección, “La historia de todas las sociedades es la
historia de la lucha de clases”, “Todos
los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de
minorías. El movimiento proletario es un movimiento propio de la inmensa
mayoría en provecho de la inmensa mayoría”; explican las causas de las
condiciones de vida de la clase obrera y cómo empeoran sus condiciones a medida
que la explotación es mayor, empobreciendo hasta el último límite; dan una
clave que permite visualizar un momento preciso de posible transformación
social: “(cuando la burguesía ) no es capaz de dominar, porque no es capaz
de asegurar a su esclavo la existencia, ni siquiera dentro del marco de la
esclavitud, porque se ve obligada a tener que mantenerle, en lugar de ser
mantenida por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación; lo que
equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible
con la de la sociedad”.
Y, delata a quienes manifestando verbalmente
posiciones de lucha en la práctica fragmentan, dividen a la clase obrera, o
levantan infundios contra los comunistas como el de la abolición de la
propiedad, sin más, cuando el propósito de los comunistas es “la abolición de la propiedad burguesa”,
quiere decirse que no se propone la abolición de la propiedad que se obtiene
mediante el trabajo propio, puesto que eso forma parte “de toda libertad, actividad e independencia individual”, el único
objeto de abolición es la propiedad del capitalista, y explican cómo la riqueza
es un fruto colectivo y “es una fuerza
social” y debe ser propiedad social, o lo que es lo mismo debe cambiar su
carácter de clase. Subraya lo dicho con el párrafo siguiente: “El comunismo no arrebata a nadie la
facultad de apropiarse de los productos sociales: no quita más que el poder de
sojuzgar por medio de esta apropiación el trabajo ajeno”.
Continúan desenvolviendo el carácter de la
familia actual, la familia burguesa, y en concreto el lugar de la mujer en
ella, indicando que los-las comunistas se proponen la abolición de la
explotación de la mujer, explotación que la burguesía ha implantado en su
modelo social.
Abordan el problema nacional y cómo resulta un
artificio que puede desvirtuar la lucha ante el desarrollo “del mercado mundial” de lo que se desprende la importancia de la “acción común” de la clase obrera. Y es
que cambiar las relaciones sociales, con todo lo que esto implica lleva consigo
el cambio de conciencia del conjunto de los seres sociales; se añade aquí una
frase bien conocida: “Las ideas
dominantes en cualquier época no han sido nunca más que las ideas de la clase
dominante”.
Tras un decálogo de medidas a aplicar en países
avanzados, declaran la importancia fundamental de ostentar el poder político, y
definen el poder político como “la
violencia organizada de una clase para la opresión de otra”, lo estamos
viendo, lo estamos viviendo, ¿queda alguna duda?.
Hasta aquí los dos primeros apartados. En el
tercero muestran el llamado “socialismo
reaccionario, porque hay una forma política que busca retrotraer a la clase
obrera a posiciones defensivas del empobrecimiento, de la vida constreñida a la
que conduce el cristianismo cuando habla del rechazo de la posesión privada,
que alienta la separación de hombre y mujer, la condena del deseo carnal y la
glorificación de la vida retirada. Procede del feudalismo. La aristocracia
trata de impedir el desarrollo del Estado burgués y recurre a los reclamos por
los que junto a la iglesia mantenían el ideario de un mundo en el que artesanos
y pequeños campesinos eran el ejemplo de una sociedad opuesta al desarrollo industrial
con todas sus consecuencias. Su propósito es volver a una sociedad sobrepasada”.
A este sistema, Marx y Engels, lo denominaron socialismo reaccionario.
A continuación declaran la imposibilidad de
trasplantar modelos, el modelo socialista de Francia presente en los libros, a
Alemania; las lecturas sobre el socialismo en un país pierden sentido en otro.
Alcanzamos el apartado que Marx y Engels titulan
“El socialismo conservador burgués”
(téngase en cuenta que veníamos del “socialismo
reaccionario”). En este apartado se analiza cómo la burguesía filtra
pequeños remedios en situaciones críticas para mitigar los conflictos; sus
mensajeros son todos aquellos que propagan medidas urgentes para que “los males sociales” se palíen; ¿han
escuchado algo sobre “reformar el
capitalismo”, o “segunda transición”?,
¿han oído algo parecido sobre unidades sin medidas alternativas?, y se refieren
a continuación a quienes procuran remedios bajo la crueldad capitalista, son
los reformadores, que se titulan socialistas
y se baten por la perpetuación del sistema capitalista. Propagan la idea de que
el cambio revolucionario no es beneficioso para la clase obrera, que tan solo
el entendimiento con el poder burgués garantiza una vida mejor, reformas,
reformas, reformas que mantengan el sistema de relaciones entre el capital y el
trabajo, facilitando a la burguesía su dominio, éste es, nos dicen Marx y
Engels, “el socialismo burgués”, cuyas
propuestas se airean con facilidad, ¿por quién?, y dicen como gran acción que
es “en interés de la clase obrera”.
En línea con lo dicho hasta aquí exponen bajo el
título “El socialismo y el comunismo
crítico-utópicos” los primeros movimientos revolucionarios del
proletariado, mencionando a sus representantes, Saint Somon, Fourier, Owen, que
ante la falta de análisis histórico de la lucha de clases creen que la salida
es la mejora de las condiciones de vida de los componentes de la sociedad por
encima de los antagonismos de clase, llegando, nos dicen, a dirigirse “con preferencia a la clase dominante.
Porque basta con comprender su sistema, para reconocer que es el mejor de todos
los planes posibles de la mejor de todas las sociedades posibles”.
Los crítico-utópicos se mostraban contrarios a
toda acción revolucionaria y llevan a cabo experimentos de producción
pretendiendo situarse por encima de la lucha de clases, que en el
desenvolvimiento de ésta pierden todo su sentido práctico y teórico. En su intento
de conciliar los antagonismos, oponiéndose al movimiento político de la clase
obrera, integrándose de este modo entre los “socialistas
reaccionarios”.
Y llegamos al cuarto capítulo, “Actitud de los comunistas ante los diferentes
partidos de la oposición”.
Habiéndose detenido en las anteriores posturas
ante la lucha de clases, el final va a ser un pronunciamiento claro y explícito
del trabajo de los comunistas, en lo estratégico y en lo táctico, orientándose
en la situación sobre la que vive en la dirección del propósito último, la
derrota final de la burguesía. Indican cómo sus alianzas no impiden su
independencia crítica hacia los postulantes de soluciones anteriormente
mencionadas, con los que se compartirá el espacio de lucha en tanto en cuanto
su actuación sea revolucionaria.
Entonces hacen una advertencia que comienza de
la siguiente manera: “Pero jamás, en
ningún momento,...” como leemos, los términos empleados no ofrecen duda y
son para señalar la mayor importancia que tiene la labor del partido en la
educación, concientización de la clase obrera del “antagonismo hostil que existe entre la burguesía y el proletariado”.
Terminan declarando el apoyo de los comunistas a
los revolucionarios que luchan “contra el
régimen social y político existente”, que lo primero es el cuestionamiento
del sistema de propiedad.
El segundo punto de los comunistas es “la unión y el acuerdo entre los partidos
democráticos de todos los países”. Marx y Engels declaran que es relevante,
fundamental, el que los comunistas no oculten “sus ideas y propósitos”; frente a esto se manifiesta el miedo de
las clases dominantes a la Revolución Comunista. Sus últimas palabras en el
Manifiesto fueron-son la síntesis de la experiencia histórica de la clase
obrera en la revolución y su objetivo final: “Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas.
Tienen, en cambio, un mundo que ganar. ¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES,
UNIOS!”
Esto me recuerda la novela de Jack London “El talón de hierro”, Editorial Hiru, en
la que cuenta la historia del final del capitalismo y el nacimiento del
socialismo en manos de la clase obrera. Pero para llegar a eso primero es
aclarar a quien lea que es preciso distinguir clara y meridianamente entre las
concepciones históricas, sociales, de intereses,… hay que aclarar la filosofía
de cada parte. En el primer capítulo el protagonista, Ernesto Everhard,
representante de la clase obrera declara sus argumentos frente a una reunión de
obispos, representantes de la esencia capitalista y defensa práctica e
ideológica de la reacción burguesa. Quien lee tiene en ese momento las dos
concepciones del mundo frente a frente.
Jack London representa a Ernesto Everhard,
física e intelectualmente, como el defensor genuino de la clase obrera, como el
representante de la posición y la fuerza ideológica de la clase obrera
organizada, un obrero que destaca por su fortaleza y su capacidad argumental;
la descripción la hace mediante la voz narrativa de la novela, la esposa de
Ernesto, y nos lo muestra como “un
superhombre. Era la bestia rubia descrita por Nietzsche, pero a pesar de ello
era un ardiente demócrata”. London no se recata en decir que el símbolo de
la clase obrera es “un superhombre”,
término empleado después en la revolución soviética para mostrar la capacidad
obrera de superación de aquellos obstáculos que cada circunstancia histórica
ponía a su paso en dirección al triunfo de la justicia social. Ni el aspecto
motivado por la vida dura, durísima, a la que es sometida la clase obrera, ni
su forma de expresarse, ni sus dificultades diarias, ni sus contradicciones, ni
sus derrotas, ni sus felices victorias, son motivo que califique a la clase
obrera, London dice que si algo la representa es ese concepto de superhombre, una fuerza social capaz de
superar las contradicciones sociales, la principal contradicción, la que existe
entre explotadores y explotados. Y, Jack London lo emplea para, además de
reafirmar un proceso histórico, hacer valer la ficción como generadora de
conciencia en la clase obrera, hacer valer la ficción como creadora de deseos,
de expectativas, de ilusiones, de soluciones. La ficción es una fuerza, en este
caso, al servicio de la clase obrera.
El primer capítulo, en buena parte dialogado,
expone los argumentos de las dos partes, los que corresponden al materialismo
dialéctico, al campo de la revolución, y los de la metafísica de la reacción
capitalista. “El metafísico razona por
deducción, tomando como punto de partida su propia subjetividad; el sabio
razona por inducción, basándose en los hechos proporcionados por la
experiencia. El metafísico procede de la teoría a los hechos; el sabio va de
los hechos a la teoría. El metafísico explica el universo a partir de sí mismo;
el sabio se explica a sí mismo a partir del universo”. Dos filosofías que sostienen
dos posturas, la subjetividad y la objetividad, el individualismo o el
socialismo, la ignorancia de la realidad o el conocimiento de la realidad, la
justificación de las causas de ésta o el combate de las causas para cambiar la
realidad. La discusión entre las partes comienza por las teorías metafísicas
del obispo Berkeley: ¿es real o existe lo que vemos?; Ernesto Everhard, el
obrero, responderá: “La mejor prueba a
mis ojos de que la metafísica de Berkeley no ha funcionado es que Berkeley
mismo tenía la costumbre de pasar por las puertas y no por las paredes, que
confiaba su vida al pan, a la manteca y a los asados sólidos, que se afeitaba
con una navaja que funcionaba bien”. Terminará diciendo que quienes sirven
como capitanes a la clase capitalista, quienes predican la defensa del
capitalismo en cualquier forma, se ofrecen “en calidad de falsos guías” a la
clase obrera.
La novela “El
talón de hierro” comienza con la discusión entre las dos posturas
mencionadas, materialismo e idealismo, “la
filosofía fusiona todas las ciencias particulares en una sola y gran ciencia.
…la filosofía sintetiza los conocimientos suministrados por todas las ciencias.
La filosofía es la ciencia de las ciencias, la ciencia maestra,...”
La lucha entre las dos visiones del mundo,
empieza por deslindar el terreno entre los colaboracionistas y los comunistas;
el Manifiesto Comunista da en el talón del capitalismo.
Rebelión ha publicado
este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
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