Los universos de María
Roselia Jiménez están poblados de escarabajos en trance, grillos de canto
sanador y hermanas de luz, las luciérnagas. Roselia es originaria del lugar de
las nueve estrellas, la antigua Balún Canán, casa del pueblo tojolabal, asentado
al cobijo del Ixk’inib’, el cerro de donde los abuelos traían manzana, caña de
azúcar, papaya, naranja y limas tan abundantes como provenientes de un
misterio, en los Altos de Chiapas.
Roselia
se encuentra en el canto, comenzó a componer en su lengua materna como un
ejercicio político, nutriéndose de la raíz viva, los hablantes mismos del
tojolabal cercanos a su corazón: Me convertí en escritora ya grande, verdad,
porque empezamos con un movimiento en 1993, un movimiento que encabezaba
Natalio Hernández y Jacinto Arias en Chiapas. Un movimiento de escritores
indígenas, entonces empezamos a investigar y a prepararnos con nuestro
alfabeto, porque hasta eso los investigadores, por ejemplo Carlos Lenkesdorf
que es alemán, (1926-2010), que fue al estado de Chiapas y convivió con
la cultura tojolabal por treinta años, era el único que escribía el tojolabal,
y algunos otros lingüistas que no eran tojolabales. Y los catequistas algunos,
y entonces hacía falta hacernos de un alfabeto común y trabajar, entonces
yo agarré como herramienta ya la escritura, para poder escribir la cultura de
nuestro pueblo, nuestros ancestros, nuestros abuelos, y mi papá pues que recién
falleció de 106 años, con un gran conocimiento, músico tradicional, y mi mamá
que tiene 90 años, ella me aporta muchísimo, pienso que ese pensamiento tiene
que ser escrito, para que se pueda retomar, se pueda alimentar.
Su
lucha no está en terreno salvo, la transmisión de la lengua originaria en el
pueblo tojolabal se está perdiendo, es una experiencia dolorosa de todos
los días, cruzada por la discriminación y el dominio del monolingüismo en
español: Nosotros lo vemos, lo estamos viviendo, yo me estoy dando cuenta
que muchas comunidades están dejando de ser hablantes de la lengua, los niños
sobre todo y los jóvenes. Ya los que hablan son los ancianos, es un problema
bien difícil de resolver porque no se han tomado medidas, no hay planes de cómo
alimentar la raíz lingüística. En parte la discriminación tiene qué ver mucho,
porque los jóvenes dicen que les da vergüenza hablar tojolabal y que prefieren
mil veces hablar el español, y ellos en todas las escuelas de la región leen
mejor el español que su propia lengua.
La
pérdida la entristece muchísimo y no duda en afirmar que el único momento en
que nosotros tuvimos la oportunidad de ser respetados y considerados y todo lo
que use pueda decir, fue durante el movimiento zapatista, porque había sangre
de por medio, porque se murieron nuestras propias gentes.
La
poesía de Roselia es una faena de rescate lingüístico, de revitalización de la
lengua, para ella este trabajo va más allá de la realización de eventos, tienen
que ser proyectos a largo plazo. Como promotora cultural ha propiciado la
conformación de coros de jóvenes en Las Margaritas, en quienes se ha despertado
el interés de crear sus propios grupos, también se ha acercado a niñas y niños
a quienes ha logrado maravillar a través de su narración oral. Su canto se
vuelve una invocación ritual para que el pueblo tojolabal encuentre una nueva
casa en la lengua de sus ancestros: He escrito a la madre tierra, he escrito
a los elementos sagrados de nuestro universo, el maíz, el frijol, la producción
de la tierra. A los instrumentos sagrados musicales, el tambor, el violín, la
guitarra. Los instrumentos musicales ya se abandonaron, los tambores que son
música sagrada del pueblo tojolabal ya no se tocan, hay comunidades en que ya
olvidaron completamente los tambores, solamente los ancianos lo tocan, y
algunas comunidades cuando tienen sus ceremonias ya tienen que mandar a otras
comunidades y pagar para que vengan los señores que tocan tambor.
Roselia
canta a las mujeres que nacen, les da la bienvenida, una bendición, y a las
mujeres que le han contado su vida también. Aunque reconoce que actualmente el
papel de las mujeres en las comunidades está cambiando, no deja a un lado las
historias de las abuelas, y la más cercana, la de su madre, que todavía
llora cuando cuenta su historia… cuando hizo todo lo posible para que no
la tiraran a los perros porque era la cuarta mujer.
Ser
indígena y ser mujer, en un contexto adverso que no las concibe siempre como
dueñas de sus propias decisiones, es duro. El matrimonio obligado y a temprana
edad es parte de un pasado reciente que poco a poco se va transformando: Yo
recuerdo todavía que en los noventas, a principios de los noventas, todavía era
entregada y obligada (la mujer) a juntarse con un hombre sin su
consideración y a una edad muy corta, de trece o quince años. Esa era la
situación de la mayoría de las mujeres. Encontramos en las mujeres una historia
muy triste, esa historia de que las obligaron, que no se casaron por amor, y
que tuvieron sus hijos, claro que son muy amorosas con su familia, pero en su
historia está ese recuerdo triste…
La
movilidad de las mujeres fuera de la comunidad tampoco suele ser bien recibida,
aunque para Roselia la experiencia de salir a migrar, a la Ciudad de México o a
los Estados Unidos, les proporciona otros conocimientos y otras experiencias
que contribuyen a que las mujeres se den cuenta de que las cosas pueden ser
diferentes: Anteriormente las mujeres decían, nosotras nos sentimos
enterradas vivas, no tiene sentido nuestra vida, preferimos morir. Pero yo creo
que hay unas mujeres que ya han salido, ya se están defendiendo y yo creo que
poco a poco van a ir avanzando y sobre todo dándole a sus hijas… hay algunas
mujeres ya que están trascendiendo, por ejemplo, son locutoras, son dueñas de
su pensamiento, tienen ya cierta libertad para hacer y descubrir las cosas.
Aunque
la situación de violencia que viven las mujeres indígenas es para Roselia una
cruda realidad, también hay mujeres valientes le dan esperanza, -pues
así se escribe la historia- me dice: Eso es lo que se necesita para
poder trabajar, ser valiente, y no perder el ánimo… (hay mujeres que) también
dicen yo tengo mis derechos… y son muy valientes, las cosas cambian para ellas.
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