x Carolina S.
Romero
7/3/2013
Ministros
de la Primera Sala de la Suprema Corte rechazan el caso del profesor tzotzil
El 6 de marzo de 2013, los
ministros de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
(SCJN) en México decidieron que doce años de injusticia no son suficientes para
Alberto Patishtán Gómez. Al tener la oportunidad de reasumir su competencia
para hacer un estudio profundo que hubiera mostrado la inocencia del profesor
tzotzil, se declararon incompetentes. ¿Incompetentes? Sí, es cierto.
Incompetentes para cumplir con su obligación. Incompetentes para hacer
justicia.
A los parásitos Alfredo
Gutiérrez Ortiz Mena, José Ramón Cossío y Jorge Pardo Rebolledo, quienes cobran
sueldos de aproximadamente 4 millones de pesos al año (sin contar prestaciones,
aguinaldos, asignaciones adicionales, etc.), no les interesa en lo más mínimo
revisar el caso de un digno profesor condenado a 60 años en prisión por el
terrible crimen de luchar por la justicia social entre gente pobre e indígena.
Se suponía que iba a haber una audiencia para discutir el proyecto de dictamen
elaborado por la ministra Olga Sánchez Cordero y apoyado por el ministro Arturo
Zaldívar. Pero no. Con menos de diez palabras secas y burocráticas sobre la
falta de elementos, los tres ministros bloquearon el proyecto. Ni siquiera se
sentían obligados a dar sus razones. Tan descarada es la arrogancia del poder.
Los familiares de Alberto
Patishtán, por otro lado, habían viajado desde Chiapas con altas esperanzas de
que por fin la justicia se hiciera. Pero su optimismo se convirtió en
consternación, indignación y tristeza al escuchar las palabras de los
ministros.
Al salir de la sala, Gabriela
Patishtán, hija de Alberto, dijo en entrevista: “Estamos indignados, decepcionados ante la respuesta de los ministros.
A lo mejor por ser indígena, por no tener influencia, a mi papá se le negó la
libertad siendo inocente. Pero a la francesa Florence Cassez, por tener
influencias, se le otorgó la libertad siendo culpable. No hay justicia en
nuestro país. No hay igualdad”.
Héctor Patishtán, el hijo de
Alberto agrega: “Quedamos decepcionados
de la justicia en México. Otra vez se demuestra que hay discriminación contra
los pueblos indígenas. Y si la Suprema Corte hubiera reconocido la inocencia de
mi papá, esto habría ayudado a miles de otras personas inocentes que han pasado
muchos años en prisión”.
Dice Cecilia Santiago, quien
acompañó a la familia en su viaje: “Estamos
indignados. Es una muestra de cómo la justicia en México es racista. Estamos
tristes, preocupados… Nos están dando la espalda”.
Durante la espera de casi dos
horas para la llegada de los ministros afuera de la sala, Gaby, Héctor y su tío
Faustino López Ruiz habían platicado de sus esperanzas. “Por primera vez desde que le negaron un amparo en el 2003, tenemos una
nueva estrategia legal que debe obligarles a dictar la libertad de mi papá”,
dice Gaby. “Me siento un poco nervioso
porque hay mucho en juego hoy”, dice Héctor. ¿Tendrían que presentar nuevas
pruebas? Explican que los abogados Leonel y Sandino Rivera ya han presentado
una tesis que, entre otras cosas, obliga la anulación de pruebas obtenidas a
través de violaciones del debido proceso, como los testimonios falsos de unos
oficiales que juraron haber estado en dos distintos lugares en un momento dado.
La familia también habló de la
vida y lucha de Alberto Patishtán en su comunidad y en las cárceles de Chiapas.
“Somos del pueblo El Bosque en las
montaña de Chiapas”, dijo Fautino López Ruiz. “Desde el primer momento cuando detuvieron a Alberto el 19 de junio de
2000 hasta ahora, él ha tenido el apoyo de nuestra comunidad. En aquel entonces
todos estábamos hartos de la injusticia y represión que existía. Alberto dijo
que no teníamos por qué aguantar todo eso, que teníamos que organizarnos. Las
autoridades saben que él no tuvo nada que ver con la emboscada [donde murieron
siete policías]. Estuvo en otro lugar y lo saben muy bien. En El Bosque
apreciamos mucho a Alberto. Lo queremos. Lo extrañamos. Queremos que vuelva con
nosotros”.
Dice Gaby que su papá estaba
trabajando honradamente como profesor de primaria y también ayudando a la gente
a organizarse porque habían sufrido mucho. “El
presidente municipal era muy corrupto. Venían las elecciones y él quería
quedarse en el poder. Desgraciadamente justamente cuando mi papá había ayudado
a la gente a documentar todos los abusos que ese presidente había ocasionado,
ocurrió la emboscada. Al hijo del presidente municipal le dispararon. Entonces
echaron la culpa a mi papá. Su caso es político. Él es inocente”.
Los familiares de Alberto
Patishtán mencionan algunas de las violaciones de sus derechos, incluyendo su
detención sin orden de aprehensión, su tortura, y el hecho de que fue obligado
a dar su declaración sin abogado. No hubo traductor. A pesar de las pruebas a
su favor, fue injustamente acusado de delitos federales de homicidio y lesiones
calificadas, robo calificado, daños y portación de arma de fuego de uso
exclusivo del ejército. Además, durante los largos años de su encarcelamiento
se le negaron buenos diagnósticos médicos que hubieran detectado un tumor que
le causó fuertes dolores de cabeza y casi le dejó ciego.
Dicen Héctor y Gaby que su
papá es conocido en El Bosque y en las prisiones de Chiapas como alguien que
siempre ve por la gente humilde y le ayuda a organizarse para conseguir
justicia y derechos humanos. Sin él, no existiría la organización de presos La
Voz del Amate en el CERESO # 14 en Cintalapa, o Solidarios con La Voz del Amate
en CERESO #5 cerca de San Cristóbal de las Casas. Estos grupos han realizado
varias huelgas de hambre que han resultado en la liberación de cientos de
presos indígenas. Cuentan que el 20 de octubre de 2011 su papá fue trasladado
en secreto al penal Guasave en Sinaloa, a 2,000 kilómetros de su hogar como
represalia por iniciar una huelga de hambre.
Cuando Alberto fue detenido en
el año 2000, Gaby sólo tenía 9 años y Héctor 3. Afirman que la familia ha
sufrido por no tenerlo en casa. Han podido visitarlo en prisión en Chiapas,
pero “no es lo mismo”. Y cuando lo
trasladaron a Guasave estuvo mucho más difícil. “Las autoridades pusieron todo tipo de traba”, dice Gaby. “Por ejemplo tuvimos que darles no solo una,
sino cinco actas de nacimiento. Hubo muchas humillaciones, largas horas de
espera para verlo solo unos minutos”. Héctor agrega que él viajó desde
Chiapas hasta Sinaloa dos veces sin poder visitar a su papá una sola vez.
Cuenta que la nueva prisión de ultra máxima seguridad donde Alberto estuvo
encarcelado es “un centro de tortura como
Guantánamo”. Dice que allí los presos están aislados y en una semana
Alberto sólo podía salir al patio una vez.
Sin embargo, dice Gaby, “Mi papá siempre tiene una actitud positiva
y siempre ayuda a los otros presos”. ¿Cómo le ha hecho para organizar a
tanta gente en las cárceles para movilizarse? “Es su fe”, dice Héctor. “Es
un hombre muy espiritual”. “Sí”, dice
Gaby, “y tiene un fuerte compromiso de
lucha. Nunca se da por vencido”.
¿Qué va a pasar ahora? Dice
Gaby que “independiente de lo que haya
pasado Dios nos va a abrir otros puertos y vamos a seguir luchando por la
libertad de mi papá”.
El abogado Leonel Rivera
explica que: “La primera sala dejó pasar
la oportunidad de establecer precedentes valiosos y realmente nos genera
confusión e indignación esta situación… Quedamos consternados totalmente con
cómo votaron los ministros Pardo Rebolledo, Cossío Díaz y Ortiz Mena. Pero por
supuesto que todavía hay posibilidades de que el profesor Patishtán consiga su
libertad. Los argumentos que hicimos valer son suficientemente sólidos. Ahora
el asunto regresa al Primer Tribunal Colegiado en Chiapas, que será finalmente
la instancia que se pronunciará. En caso de que decidiera que es improcedente
tendríamos que seguir adelante con la vía del sistema Interamericano”.
Cecilia Santiago afirma que: “Alberto, desde el CERESO 5 seguramente va a
convocar acciones de resistencia, de dignidad para seguir luchando para su
libertad porque es inocente… y también porque miles y miles de hombres y
mujeres en México están injustamente encarcelados… La fortaleza espiritual y
moral y el liderazgo que tiene Alberto nos da esa fortaleza para seguir”.
Dice Héctor: “A pesar de la decisión de los ministros, no
hemos perdido la guerra, sino todo lo contrario. Esto va a servir de
experiencia para que nos dé más fuerza y ánimos. Queremos pedirles a ustedes
que nos escuchen. Vamos a necesitar el apoyo de ustedes para las
manifestaciones que seguramente se van a dar en estos próximos días y semanas.
Será una gran ayuda para nosotros la familia”.
PD. Cabe señalar que entre los
muchos mensajes, cartas, oraciones, declaraciones y actos de solidaridad que se
han hecho en Chiapas y el mundo para exigir la libertad de Alberto Patishtán,
las palabras de un compañero en particular ahora adquieren un significado
especial. Se trata de Kuykendall, quien fue gravemente herido al ser disparado
en la cabeza por la policía durante las protestas contra la toma de poder de
Enrique Peña Nieto el pasado 1 de diciembre y sigue hospitalizado. El 8 de
noviembre de 2011, en una protesta afuera de la Dirección de Centros Penitenciarios
Federales de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) en el DF para exigir la
libertad inmediata de todos los compañeros que habían estado en huelga de
hambre y el regreso a Chiapas del profesor Alberto Patishtán, quien todavía se
mantenía incomunicado después de su traslado a Guasave, Kuy preguntó: “¿Dónde está? Aquí estamos preguntando dónde
está Alberto Patishtán. Contesten. Sean democráticos mínimamente. ¿En dónde lo
tienen? Esa es la cuestión. Y lo denunciamos perfectamente bien con pelos y
señales y les dijimos que le exigimos su libertad inmediata. Por eso estamos
aquí. Para exigir libertad para el compañero que no ha cometido ningún delito”.
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