FuturoMX, 10-03-2013
David Barsamian: El nuevo imperialismo estadounidense parece
ser sustancialmente diferente a la variedad más antigua en que Estados Unidos
es una potencia economía en declive y por lo tanto está viendo menguar su poder
e influencia políticos.
Noam Chomsky: Yo pienso que hablar
sobre la declinación estadounidense debería tomarse con reservas.
Es en la Segunda Guerra Mundial cuando Estados
Unidos realmente se convirtió en una potencia mundial. Había sido la economía
más grande del mundo por mucho desde antes de la guerra, pero era una potencia
regional en cierta forma. Controlaba al Hemisferio Occidental y había hecho
algunas incursiones en el Pacífico. Pero los británicos eran la potencia
mundial.
La Segunda Guerra Mundial cambió eso. Estados
Unidos se convirtió en la potencial mundial dominante. Estados Unidos tenía la
mitad de la riqueza del mundo. Las otras sociedades industriales estaban
debilitadas o destruidas. Estados Unidos estaba en una posición de seguridad
increíble. Controlaba el hemisferio, y tanto el Atlántico como el Pacífico, con
una enorme fuerza militar.
Por supuesto, eso declinó. Europa y Japón se
recuperaron, y tuvo lugar la descolonización. Para 1970, Estados Unidos había
descendido, si se le quiere llamar así, a alrededor del 25 por ciento de la
riqueza del mundo; aproximadamente como había sido, digamos, en los años 20.
Seguía siendo la potencia mundial abrumadora, pero no como había sido en 1950.
Desde 1970, está bastante estable, aunque por supuesto hubo cambios.
En la última década, por primera vez en 500
años, desde la conquista española y portuguesa, Latinoamérica ha empezado a
hacer frente a algunos de sus problemas. Empezó a integrarse. Los países
estaban muy separados unos de otros. Cada uno estaba orientado por separado
hacia el Oeste, primero Europa y luego Estados Unidos.
Esa integración es importante. Significa que no
es tan fácil tomar a los países uno por uno. Las naciones latinoamericanas
pueden unificarse en defensa contra una fuerza exterior.
El otro acontecimiento, que es más importante y
mucho más difícil, es que los países de Latinoamérica están empezando
individualmente a enfrentar sus enormes problemas internos. Con sus recursos,
Latinoamérica debe ser un continente rico, particularmente Sudamérica.
Latinoamérica tiene una enorme cantidad de
riqueza, pero está muy altamente concentrada en una élite pequeña, regularmente
europeizada y a menudo blanca, y existe al lado de una enorme pobreza y
miseria. Hay algunos intentos de empezar a hacer frente a eso, lo cual es
importante –otra forma de integración– y Latinoamérica de alguna manera se está
apartando del control estadounidense.
Se habla mucho sobre el cambio del poder
mundial: India y China van a convertirse en las nuevas grandes potencias, las
potencias más ricas.
De nuevo, uno debería ser bastante reservado al
respecto.
Por ejemplo, muchos observadores comentan sobre
la deuda estadounidense y el hecho de que gran parte de ella está en manos de
China. Hace unos años, en realidad, Japón tenía la mayor parte de la deuda
estadounidense, ahora superada por China.
Además, todo el marco para la discusión de la
declinación de Estados Unidos es engañoso. Se nos enseña a hablar sobre un
mundo de estados concebidos como entidades unificadas y coherentes.
Si uno estudia la teoría de las relaciones
internacionales, hay lo que se llama la escuela “realista”, que dice que hay un mundo de estados anárquico, y que
los estados buscan su “interés nacional”.
Eso es en gran parte mitología. Hay algunos intereses comunes, como la
supervivencia. Pero, en su mayor parte, la gente dentro de una nación tiene
intereses muy diferentes. Los intereses del director ejecutivo de General
Electric y del conserje que limpia sus pisos no son los mismos.
Parte del sistema doctrinal en Estados Unidos es
la pretensión de que todos somos una familia feliz, que no hay divisiones de
clases, y que todos estamos trabajando juntos en armonía. Pero eso es
radicalmente falso.
En el siglo XVIII, Adam Smith dijo que la gente
que posee la sociedad hace las políticas: los “mercaderes y manufactureros”. El poder de hoy está en las manos de
las instituciones financieras y las multinacionales.
Estas instituciones tienen un interés en el
desarrollo chino. Así que si usted es, digamos, el director ejecutivo de Wal-Mart
o Dell o Hewlett-Packard, se siente perfectamente contento de tener una mano de
obra muy barata en China trabajando bajo condiciones horribles y con pocas
restricciones ambientales. En tanto China tenga lo que se llama crecimiento económico,
está bien.
En realidad, el crecimiento económico de China
es un poco un mito. China es en gran medida una planta de ensamblaje. China es
un exportador importante, pero aun cuando el déficit comercial estadounidense
con China ha aumentado, el déficit comercial con Japón, Taiwán y Corea ha
descendido. La razón es que se está desarrollando un sistema de producción
regional.
Los países más avanzados de la región –Japón,
Singapur, Corea del Sur y Taiwán– envían tecnología avanzada, partes y
componentes a China, la cual usa su fuerza laboral barata para ensamblar
productos y enviarlos fuera del país.
Y las corporaciones estadounidenses hacen lo
mismo: Envían partes y componentes a China, donde la gente los ensambla y
exporta los productos finales. A esto se le llama exportaciones chinas, pero
son exportaciones regionales en muchos casos y, en otros, es realmente un caso
en que Estados Unidos se está exportando a sí mismo.
Una vez que rompemos el marco de los estados
nacionales como entidades unificadas sin divisiones internas dentro de las
mismas, podemos ver que hay un cambio del poder mundial, pero es de la fuerza
laboral mundial a los dueños del mundo: el capital transnacional, las
instituciones financieras mundiales.
Noam Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en
el Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge (EEUU). Su último libro es: "Power Systems:
Conversations on Global Democratic Uprisings and the New Challenges to U.S.
Empire. Conversations with David Barsamian".
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