Rebelión, 10-03-2013
Como era de esperar, el
Congreso de Estados Unidos no aprobó el aumento de impuesto solicitado por el
presidente Obama para gravar las rentas más altas de los sectores superiores de
la burguesía y de las clases medias con el objetivo de intentar paliar el
monumental déficit fiscal del Estado norteamericano que, en la actualidad, bordea
alrededor de 1,2 billones de dólares que equivalen a 7,3% de su PIB y con una
deuda pública cercana a la escalofriante suma de 16 billones de dólares que
supera más de cien por ciento de su PIB.
Por
obvias razones, entre las que figuran las profundas contradicciones entre los
intereses de clase enmarañados en los dos principales partidos políticos de esa
nación (republicano y demócrata), se desvanecieron las esperanzas para que esto
ocurriera y, por el contrario, nuevamente emerge con fuerza la posibilidad de
que ocurra el llamado "precipicio
fiscal", o sea, el paquete de recortes al gasto y aumentos de
impuestos con el objetivo de reducir el déficit difundido por los medios como sequester
(secuestro fiscal) y que, en el mediano plazo, podría conducir a la
generalización de una recesión de la economía internacional.
Los
recortes presupuestarios aprobados por el Congreso, y que tendrá que ejecutar
el presidente Obama a partir del primero de marzo del presente año, van a
repercutir en distintas áreas del Estado con énfasis en los presupuestos del
Pentágono y los programas sociales, incluyendo, por ejemplo, las aportaciones
médicas a los pensionistas y las ayudas a los desempleados, cuestión que, como
se comienza a reconocer después de varios meses de incertidumbre, sin duda va a
provocar una recesión en el mediano plazo que pronto asumiría rasgos
universales al articularse con la crisis estructural y sistémica de la Unión
Europea, en el contexto contractivo de países como Japón, y de relativa
desaceleración de otros, como China, que había liderado el impulso capitalista
en las últimas dos décadas.
Sólo
para tener una idea somera de las características de los recortes
presupuestales, enseguida resumimos sus efectos principales en varias áreas de
la economía y la sociedad de Estados Unidos.
Figuran,
por ejemplo, recortes por 85 mil millones de dólares al presupuesto en
los próximos diez años (alrededor de 1,2 billones del presupuesto global o
entre 8 y 9% del total), afectando áreas como defensa, (55,mil millones
de dólares menos); seguridad, (alrededor de 25 mil millones de dólares; salud
(alrededor de 13 mil millones de dólares menos) con énfasis en programas
esenciales, como el Medicare, que cubre los gastos médicos de personas
de la tercera edad; educación (725 millones de dólares menos) con cargo
en la reducción o anulación de las becas y de las ayudas federales para 23
millones de estudiantes en todo el país y de otros 6 millones que reciben
educación especial; empleo, en esta materia oficialmente se estima que
sólo en 2013 se perderán 750 mil empleos públicos, mientras que otras
estimaciones elevan esta cifra a 2 millones de personas. Las ayudas o indemnizaciones
para los desempleados se reducirían en 26 mil millones de dólares (información
en: El país, "Así afectarían
los recortes a las diferentes áreas del presupuesto federal", http://internacional.elpais.com/internacional/2013/02/25/actualidad/1361816870_180856.html,
2 de marzo de 2013).
Lo
importante a destacar para nosotros consiste en advertir que dado el grado de
integración de las naciones dentro de la dinámica del sistema capitalista
(globalización) y, de manera particular, enfatizando el carácter dependiente y
subordinado de la economía mexicana al ciclo productivo y económico de Estados
Unidos, el mencionado recorte presupuestal —y el concomitante precipicio
fiscal— tendrán fuertes repercusiones en este año, sobre todo, a través de la
dependencia de nuestro comercio exterior con Estados Unidos. En efecto, como se
sabe, México depende en más de un 80% de las importaciones de Estados Unidos y
en una proporción similar de sus exportaciones, en particular, de los envíos de
petróleo, de las divisas provenientes de las remesas de nuestros connacionales
que trabajan en ese país; de los pocos incentivos de las maquiladoras y, por
último, de las actividades turísticas cada vez más castigadas por la
inseguridad, la violencia, la carestía y el narcotráfico.
Este es
el contexto en que, después de dos administraciones ultraneoliberales
encabezadas por los gobiernos panistas (2000-2012) en México, el nuevo gobierno
dirigido ahora por el PRI, ha anunciado que es preciso realizar "reformas estructurales", "super" necesarias y "urgentes" para "contrarrestar" las
dificultades de la economía internacional y las propias de la economía del país
que en lo inmediato, se advierten en dos fuertes desplomes: por un lado, los
ingresos por concepto de ventas externas de petróleo —que aportan alrededor del
28% del presupuesto federal— se redujeron, solamente durante el mes de enero
del presente año, en 20 mil millones de pesos y, por el otro, la reducción de
los envíos (remesas) de mexicanos que trabajan en el exterior, predominantemente
en Estados Unidos, y que durante enero sumaron mil 471 millones de dólares que
representa una caída de 2.32% comparados con los montos correspondientes al
mismo mes del año anterior (La jornada, http://www.jornada.unam.mx/2013/03/02/2
de marzo de 2013).
Ambos
movimientos, enmarcados en el contexto de la desaceleración de la economía,
afectan directamente los presupuestos del país y la economía de las clases
populares, en este último caso, reduciendo aún más el estrecho y precario
mercado de consumo de masas que se dinamiza por los ingresos y los salarios de
los trabajadores y de la mayoría de la población.
Sin
embargo, a pesar de esta configuración de una situación de pre-recesión que ya
se vislumbra para este 2013, no todo es negro para el capital y las clases
dominantes del país. En efecto, para muestra un botón. Señalan los medios de
comunicación, que nuevamente el señor Carlos Slim es nominado como el sujeto
más rico del planeta por cuarto año consecutivo, al haber incrementado su
fortuna en el último año en más de 4 mil millones de dólares, según la revista
Forbes. De acuerdo con esta publicación, la fortuna de marras aumentó de 69 mil
millones de dólares el año anterior (2011) a 73 mil millones en la actualidad.
Como
vemos, el país va muy bien y debe ser un "orgullo"
internacional de los pobres y precarios mexicanos si tomamos como punto de
valoración el comportamiento de los mercados financieros y de los bancos donde
en la actualidad se amasan las grandes fortunas, en todas partes, de los multimillonarios
que constituyen el llamado capital ficticio que domina los sistemas políticos y
productivos de la economía mundial.
Pero,
además, en el caso de México frente a la recesión interna, la contracción de
los mercados de consumo, con énfasis en los destinados al consumo de las
mayorías, de las precarias condiciones de vida y de trabajo y del abultado
incremento del desempleo estructural, de la informalidad y la pobreza, el
capital (nacional y extranjero) tiene otras alternativas entre las que destaca
la expansión al exterior, es decir, los flujos de capital que fracciones de
nuestra burguesía dependiente mexicana realiza en otras latitudes. Es así como,
el banco de México (Banxico) indica que en 2012 por primera vez en la historia
las inversiones directas de empresas mexicanas en el extranjero fueron
superiores al monto de la Inversión Extranjera Directa (IED), al crecer 111%.
En su informe sobre la balanza de pagos del país consigna que la economía
mexicana captó 12 mil 659 millones de dólares en IED, en tanto que el valor de
la inversión directa de mexicanos en el exterior ascendió a 25 mil 596 millones
de dólares (La crónica 26 de febrero de 2013, "México, exportador neto de capitales; supera a la IED", http://www.cronica.com.mx/notas/2013/733488.html).
Las empresas
mexicanas de vocación trasnacional invierten preferentemente en los
sectores de manufacturas, alimentos y telecomunicaciones. En 2010, Grupo
Bimbo, que es la mayor empresa panificadora del mundo, adquirió la
firma estadunidense Sara Lee por casi mil mdd, con lo cual se volvió la
primera firma del ramo en EU. El consorcio opera también en varios países
latinoamericanos, como Brasil, Chile y Colombia. La empresa Sigma
que pertenece al conglomerado del Grupo Alfa desde 1980, dentro
del ramo alimentario de productos congelados se expandió al mercado
estadunidense con una planta de carnes frías en Oklahoma y otra de productos
lácteos en Wisconsin. Apeak, también tentáculo de Alfa,
es la segunda empresa petroquímica de América Latina y posee plantas en
Argentina y Estados Unidos.
El
monopólico grupo Cemex, que produce materiales de construcción,
en los últimos años también se ha expandido a Estados Unidos a través de trece
plantas de cemento con 46 terminales de distribución y más de 450 plantas de
concreto premezclado. Esta empresa mexicana opera en 50 países en la
actualidad.
De
manera emblemática y con todas las ironías que implica para la gran mayoría de
la población, el gigante trasnacional de las telecomunicaciones, Telmex
y su compañía filial, América Móvil, ha experimentado una fuerte expansión en
la última década, sobre todo a Estados Unidos y América Latina, a través de su
marca registrada Claro, lo que ha contribuido en gran parte a
ajustar la multimillonaria fortuna del magnate mexicano considerado el más rico
del planeta (información de La jornada en línea:
http://www.jornada.unam.mx/2012/09/11/economia/035n1eco,
11 septiembre 2012).
Baste
esta información para mostrar que este comportamiento del capital (nacional y
extranjero) que opera en el país, corrobora la tesis respecto a que el
capitalismo no puede reproducirse y subsistir únicamente sobre su espacio
nacional sino que, más bien, necesariamente tiene que buscar su expansión más
allá de sus fronteras económicas y de acumulación de capital. Es el fenómeno
que merecidamente Marini calificó como subimperialismo para caracterizar
comportamientos estructurales de países —ejemplarmente Brasil y Argentina y
otros como Irán o Israel y, por supuesto, México— y que hoy constituyen parte
del enjambre de países considerados como "emergentes",
es decir, "países intermedios"
que se desenvuelven dentro de los espacios y sistemas económico-políticos de la
periferia del capitalismo.
Esto es
precisamente una de las características más peculiares del capitalismo
dependiente en su fase actual en aquéllos países que después de su
industrialización —verificada en su fase compleja y más acabada durante el
periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial— alcanzaron un nivel estructural
hegemonizado por los monopolios y el capital financiero pero, sin embargo, sin
romper su dependencia y subordinación a las leyes, mecanismos, instituciones y
ciclos económicos de los países hegemónicos del capitalismo avanzado (al
respecto, véase de Ruy Mauro Marini, Subdesarrollo y revolución,
Editorial Siglo XXI, México, 1974, 5ª Ed).
Sin
embargo, esta peculiar configuración de la economía mundial y de la división
internacional del trabajo, tiene sus bemoles, por no decir profundas
contradicciones. En efecto, en la medida en que, a diferencia del pasado
histórico cuando el capitalismo avanzado y colonialista se expandía a expensas
de las áreas subdesarrolladas y dependientes que constituían espacios y
enclaves pre-capitalistas del sistema productivo, y en donde todavía existía
margen para la realización del capital y de la plusvalía de las potencias
hegemónicas —y que, valga recordar, inspiró en su momento las mejores tesis de
Rosa Luxemburgo sobre la acumulación y realización del capital—
hoy en día, en el marco de una economía capitalista integrada en su modo de
producción, dicha expansión sólo puede verificarse dentro de sus propios
confines, es decir, dentro de sus sectores constituidos tanto en la
producción como en la circulación, el intercambio y el consumo.
El
corolario de esta situación estructural consiste en evidenciar que cada vez más
el sistema tiene dificultades para producir y generar el valor necesario y la
plusvalía que garanticen alta rentabilidad promedio para el capital global a
partir de la obtención de ganancias que sustenten el sistema (para este tema
véase mi libro: Los rumbos del trabajo. Superexplotación y precariedad
social en el Siglo XXI, Editorial Miguel Ángel Porrúa-FCPyS-UNAM, México,
2012).
Por el
contrario, se advierte una tendencia a un cuasi-estancamiento económico
y productivo que explica, en última instancia, la concentración de dicho
capital y la reproducción de sus ganancias en el ámbito específico de la
especulación financiera a través de múltiples instrumentos que ofrecen las
bolsas de valores, los bancos y toda una gama de sectores como el inmobiliario,
energético y de servicios donde se invierten los excedentes del capital
ficticio para incrementar su volumen y la obtención de nuevas ganancias. Es un
círculo vicioso que expresa la profunda crisis estructural y sistémica del
capitalismo mundial que difícilmente se podrá superar dentro sus contornos
histórico-estructurales.
Es por
ello que, al influjo de esa crisis, se desarrollan los nuevos procesos
imperialistas de invasión y ataques militares sin contemplaciones y de manera
completamente unilateral contra naciones del mundo dependiente y
subdesarrollado por parte de potencias como Estados Unidos, Alemania, Francia y
de la misma OTAN; la expansión subregional de países como Brasil, Argentina y
México y el fenómeno en ciernes, pero que promete constituirse en uno de
carácter estructural, que consiste en la extensión y constitución del régimen
de superexplotación del trabajo en los propios sistemas productivos de los
países del capitalismo avanzado.
La
clase dominante, el gran capital y la élite política que gobiernan el país,
frente a la crisis mundial e interna, tienen todavía mucha tela de donde cortar
para contrarrestar la merma de sus privilegios y de sus tasas de ganancia. En
efecto, además de las reformas neoliberales implementadas por el gobierno
actual (laboral y educativa) —y las que figuran en su agenda para ser sometidas
próximamente al Congreso (la energética y la hacendaria)—, echa mano de la
contención y la reducción salarial, del aumento de los impuestos a la
población, de recortes a los derechos y prestaciones sociales de los
trabajadores, del aumento de la explotación del trabajo para extraer mayores
masas de plusvalía por obrero ocupado, con fuerte aumento del desempleo y la
pobreza. Además, para reforzar sus privilegios, cuenta con todas las
condiciones económicas, financieras y políticas para seguir invirtiendo, a
través de sus empresas, en el exterior, de manera similar como ya lo hacen
otras "sub-potencias
regionales" para “resolver”
sus dificultades de realización de mercancías y de capitales, como es el caso
ejemplar de Brasil, cuya expansión es ya un fenómeno irreversible.
Rebelión ha publicado
este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
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