10/3/2013
x Vicky
Peláez
Ria novosti
El Departamento de Energía de EE.UU. reveló que desde
1950 a 1970 habían estado haciendo experimentos con radiación utilizando a
presos sin su conocimiento
Todo aquello que
está debajo de la tierra, el tiempo lo sacará a la luz del sol
(Quinto Horacio Flaco, 65 a.C-27 a.C.)
(Quinto Horacio Flaco, 65 a.C-27 a.C.)
Latinoamérica está de duelo al
perder a su líder indiscutible e irreemplazable, Hugo Chávez. Su deceso,
anunciado con anticipación por sus detractores e inesperado por sus seguidores,
ha desatado una aguda polémica en la opinión pública mundial sobre la posibilidad
de una muerte inducida.
Muchas preguntas están
flotando en el aire y perturban la conciencia humana, entre ellas ¿cómo es que
sabían los medios de comunicación globalizados, desde el comienzo del 2012, que
Hugo Chávez moriría en la primavera de 2013? ¿Es posible inocular cáncer a una
persona o en otras palabras, inducir sutilmente esta enfermedad a un ser
humano?
Lo curioso es que apenas
fallecido Hugo Chávez, los medios de comunicación al servicio del
neoliberalismo mundial han iniciado una agresiva campaña mediática post-mortem
contra este hombre cuya muerte lo convierte en una leyenda que perdurará los
siglos, igual que sucedió con Simón Bolívar y muchos héroes caídos luchando por
sus ideales.
Precisamente este hecho de
inmortalidad es muy difícil de digerir para los escribanos “iluminados” que tratan de simplificar todo y en especial, negar la
posibilidad de una muerte inducida a la persona que ha sido considerada por el
Departamento de Estado norteamericano, según The Huffington Post, “El enemigo de Estados Unidos”. También
fue detestado por el capital internacional y sus servidores locales.
En numerosos artículos los
médicos seleccionados y entrevistados por los más grandes medios de
comunicación declararon en su mayoría que era un disparate la idea del cáncer “inoculado” a Hugo Chávez. Casi todos
los médicos expresaron lo mismo que la presidenta de la Asociación Argentina de
Cáncer, doctora Berta Roch quien opinó que “la
inoculación quiere decir que uno le inyectó algo a alguien. Eso se realiza en
animales de experimentación, con ratitas especiales que están predispuestas
para que uno pueda inocular. En un ser humano yo nunca lo escuché. Habrá habido
cosas locas en la Segunda Guerra Mundial, pero nunca escuché sobre inocularle a
alguien un tumor”.
Lo que no saben o simplemente
no quieren reconocer estos especialistas es que los experimentos de los
doctores nazis Josef Mengele, llamado “Ángel
de la Muerte”, del doctor Wichtmann y sus colegas japoneses del Escuadrón
731, entre muchos otros, transmitieron células cancerosas a los prisioneros
durante la segunda guerra Mundial. Muchas de estas pruebas han sido seguidas
por médicos norteamericanos.
Basta revisar el caso de una
de las figuras más relevantes en la lucha por la independencia de Puerto Rico
durante el Siglo XX, Pedro Albizu Campos, conocido como “Maestro” y “el último
libertador de América” (1891-1965). Si alguien se entera del calvario que
vivió este hombre por atreverse a luchar por la libertad de su pueblo, lo
llamaría el Cristo moderno. El próximo mes se cumplirán 48 años de su muerte
por un cáncer transmitido por radiación.
Unos treinta años antes de que
esto sucediera, el ingeniero químico y abogado de profesión graduado de Harvard
Albizu Campos publicó un artículo acusando al patólogo estadounidense Dr.
Cornelius P. Rhoads por el asesinato de muchos pacientes puertorriqueños en el
Presbyterian Hospital de San Juan, como parte de una investigación para el
Rockefeller Institute de “trasplante de
cáncer”. Para sustentar su denuncia Pedro Albizu presentó una carta del Dr.
Rhoads a uno de sus amigos.
En su misiva el doctor Rhoads
escribe que los puertorriqueños pertenecen a una “de las más sucias, perezosas y degeneradas razas que habitan nuestro
planeta. Me enferma el hecho de convivir con ellos. Son inclusive inferiores a
los italianos. Lo que la isla necesita no es el sistema de Salud Pública sino
algo para poder exterminar la población. Yo hice lo mejor para promover este
proceso de exterminación matando a 8 pacientes y trasplantando cáncer a varios
pacientes más”.
A Pedro Albizu Campos le
esperó el mismo destino cuando fue transferido de la prisión al Presbyterian
Hospital en 1956. Estando allí, él denunció que se había convertido en un
conejillo de indias con quien estaban haciendo experimentos con radiación
transmitida desde un edificio frente al hospital. Dijo que de una ventana
salían rayos a colores que le estaban quemando el cuerpo. Para protegerse
Albizu cubría su cabeza con toallas mojadas recibiendo de los guardias, de la
administración de la prisión y de la prensa oficial el apodo de “El Rey de Toallas” y “El loco”.
Sin embargo, el Presidente de
la Asociación Cubana de la Lucha contra Cáncer, Dr. Orlando Damuy concluyó,
después de revisar las quemaduras en el cuerpo de Pedro Albizu, que eran
efectivamente producto de una radiación intensa. Las Naciones Unidas ante la
cual también se hizo la denuncia nunca hicieron nada para ayudar al líder
independentista. Por ese tiempo, los prisioneros independentistas
puertorriqueños denunciaban que les estaban implantando unos minúsculos
aparatos para hacerles escuchar sonidos y voces extrañas.
Entonces nadie les creía o les
llamaban locos, hoy se pensaría en
simples microchips. En 1994, durante la presidencia de Bill Clinton, 38 años
después del martirio de este luchador puertorriqueño, el Departamento de
Energía de EE.UU. reveló que desde 1950 a 1970 habían estado haciendo
experimentos con radiación en seres humanos, utilizando a prisioneros y sin su
conocimiento.
Si estos trágicos hechos tuvieron
lugar hace más de 50 años, no hay ninguna garantía de que no ocurran ahora. La
muerte del líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP)
Yasser Arafat en 2004 confirma esta posibilidad. Según expertos, fue víctima de
envenenamiento fulminante de sus glóbulos rojos y ni siquiera se pudo
diagnosticar el producto letal en el Hospital de París por los médicos
franceses.
Por supuesto las autoridades
israelíes negaron la participación de su servicio secreto Mossad en la muerte
de Arafat durante nueve años hasta que finalmente en enero de este año, el
presidente de Israel, Shimon Peres admitió por primera vez la participación de
Tel Aviv en la muerte del ex presidente de la Autoridad Nacional de Palestina
(ANP). Dijo que el ex primer ministro Ariel Sharon había ordenado el asesinato
de Arafat durante una conversación con el ex ministro de defensa Shaul Mofaz.
Pero el destino es tan caprichoso que el mismo Sharon desde 2006 se encuentra
postrado en un hospital en estado de coma [quizás justamente por eso lo usan de
chivo expiatorio].
Una racha de cáncer que está
afectando a los presidentes latinoamericanos también hace revivir la teoría de
la conspiración. Según WikiLeaks, hace dos años la ex Secretaria de Estado,
Hillary Clinton pidió a la embajadora norteamericana en Buenos Aires, Vilma
Socorro Martínez investigar la salud de la presidenta Cristina Fernández y en
especial, si tomaba alguna medicina, pidiendo especificar el nombre de
pastillas.
Poco después de esta
indagación se le detectó a la presidenta argentina un tumor en la glándula
tiroides, pero felizmente se trató de un tumor benigno. La muerte de su esposo,
candidato presidencial, Néstor Kirchner en 2010 también provocó varias sospechas.
La historia de esta enfermedad
presidencial parece no tener fin. La actual presidenta Dilma Rousseff padeció
de cáncer linfático mientras estaba de candidata en la campaña presidencial. El
mismo mal tuvo que soportar el ex presidente del Paraguay, Fernando Lugo. A su
vez el ex-presidente de Brasil, Lula da Silva, fue afectado por cáncer a la
garganta.
Con todos estos antecedentes
quedan bien justificadas todas las sospechas sobre la posibilidad de que la
enfermedad fulminante de Hugo Chávez haya sido obra de una siniestra mano
humana. Por algo el vicepresidente venezolano, Nicolás Maduro declaró que “Hugo Chávez fue infectado con el cáncer por
sus enemigos imperialistas” y que el gobierno bolivariano haría todo lo
posible para descubrir la verdad. Tendrá que pasar mucho tiempo para que la
humanidad se entere de lo que pasó realmente con el presidente bolivariano. El
mismo Hugo Chávez comentó el año pasado su caso diciendo que “no sería extraño que ellos inventasen
tecnología para diseminar el cáncer y que no sepamos sobre esto durante 50
años”.
De lo que sí podemos estar
seguros es que “no ha muerto un hombre,
solo ha nacido una leyenda” que inspirará a otros hombres a seguir el
camino trazado por Hugo Chávez hacia la transformación estructural de América
Latina que ya tiene un gran arraigo popular venezolano y latinoamericano. Hugo
Chávez murió por su patria y por la vida y “los
que mueren por la vida”, según las estrofas de una canción compuesta por
Alí Primero, “no pueden llamarse muertos”.
Comentarios