Rebelión, 16-03-2013
“Ellas dicen pan, trabajo, justicia, libertad
Y la prudencia se transforma en vergüenza…
…La
identidad del siglo son ellas. Ellas: la fe devuelta, el valor oculto en un
panfleto el beso clandestino, el retorno a todos los derechos “
Las mujeres de mi generación, Luis Sepúlveda
Las mujeres de mi generación, Luis Sepúlveda
Los días 23 y 24 de febrero las viejas paredes de la Casa Nacional de Estudiante (CNE) se iluminaron con la presencia de docenas de visitantes. Escabulléndose entre el manteado de los puestos ambulantes, topando con la esquina de Plaza del Estudiante y el segundo callejón de Girón, siete cuadras al norte del Zócalo, llegaron participar a la jornada de trabajo “México, derechos humanos con perspectiva de género: Una deuda pendiente”. Anticipándose al día internacional de la mujer trabajadora, este foro estudiantil abordó diversas discusiones, para las cuales la condición de género lleva implícito palabras como feminicidio, desaparición forzada, trata de personas, aborto, criminalización… pero también, lucha y esperanza de un mañana diferente, más justo para tod@s.
¿Qué es la CNE? Casa de
estudiantes desde su primera piedra, colocada el 6 de junio de 1910, es un
proyecto que se mantiene autogestionado por los mismos estudiantes que la
habitan, ahora constituidos en una Asociación Civil. La Casa está ubicada en el
corazón de la ciudad de México y ha visto caminar la historia del país a lo
largo de sus pasillos, dando alojamiento a cuatro generaciones de estudiantes
de todos los estados de la república. Esta casa ha sido espectadora en primera
fila de las transformaciones que en México se han vivido por más de 100 años.
Siendo exclusivamente para varones desde su fundación en 1911, no fue sino
hasta 1985 que se autorizó el ingreso de las mujeres, según un acta de asamblea
de la A.C. Hasta entonces, este ariete de la educación pública fue un
silencioso testigo de la lucha por libertad y derechos, emprendida por las
mujeres desde hace más de un siglo dentro y fuera de sus muros.
Pese a la dificultad de
encontrar fuentes históricas que nos permitan acercarnos a los momentos
trascendentes, que en la vida de este espacio marcó la lucha feminista, no hay
más que mirar a la casa como un gran laboratorio, un espejo donde se refleja la
realidad social, tan efervescente en el México del siglo XX e inicios del XXI.
Queremos cuerpos, no huesos
La lucha por mantener a la CNE de manera
autogestiva es parte de una historia que comenzó hace más de 10 años. Muchos
estudiantes participaron en la huelga de la UNAM de 1999 y volvieron
efervescentes. En aquellos años, la CNE se mantenía entre las redes del
comercio informal, los burócratas perredistas bien amaestrados en la
corporativización estudiantil y la caridad de sectas y organizaciones que veían
en los estudiantes provincianos la posibilidad de redimir su alma y bolsillo.
Tras la huelga —que se saldó con estreno de la PFP en la toma a las
instalaciones de la Universidad un 6 de febrero, deteniendo a más 1,000
estudiantes— muchos volvieron transformados. Fue en el inicio de un proceso de
autonomización y reorganización del proyecto colectivo en el cual las jóvenes
mujeres, estudiantes todas ellas, han jugado un papel toral.
En el polígono de la CNE
—nombre con que los estudiantes llaman al vestíbulo del edificio porfiriano,
construido por José María Campos, también arquitecto de la antigua cámara de
diputados— fueron principalmente mujeres quienes hicieron uso de la palabra. La
primera mesa, “Feminicidio y búsqueda de
la justicia”, dio testimonio de la larga lucha que madres de mujeres
desaparecidas, sobre todo en Ciudad Juárez han emprendido, una y otra vez desde
que la pérdida de sus hijas tocó su vida. Desde entonces no ha sido suficiente
luchar por tenerlas de vuelta, pues demasiados años transcurrieron antes de que
el Estado las declarara oficialmente muertas, pasando a ser para él no más que
un número: 34 mil vidas en los últimos 25 años [1]. Y el calvario continua pues
a principios de este año, en una marcha por la vida, más de 50 madres caminaron
de Cd. Juárez a la capital del estado, rodeadas por el crudo invierno, para
exigir al gobernador César Duarte que entregara los cuerpos de las mujeres que
aún conservaban en el SEMEFO [2]. Dicha acción se emprendió tras la entrega de
dos huesos a la familia de Beatriz Alejandra Hernández Trejo, con lo que la
Fiscalía del Estado intentaba acallar el reclamo de justicia por el sin número
de feminicidios ocurridos en aquella frontera. En la amargura de la búsqueda y
el fatídico encuentro, una consigna ha reflejado la crudeza con la que las
madres de Ciudad Juárez enfrentan a la realidad. ¡Queremos cuerpos, no huesos!
Mujer, como muchas otras
En los albores del siglo XX, cuando la Casa
Nacional del Estudiante era aún un proyecto encargado desde el gobierno de
Porfirio Díaz a su secretario de Hacienda José Yves Limantour, las polvorientas
calles del Centro Histórico concentraban a la mayor parte de la población,
junto a muchas otras provincias como Tacuba y Xochimilco. Fueron estas calles,
las mismas que en 1906 vieron transitar a los pensadores que habían incitado a
derrocar a Porfirio Díaz, entre ellos los hermanos Flores Magón. El movimiento
revolucionario que sacudió al país y del que en nuestros días no queda más que
el agrio recuerdo de aquello que no fue concluido, pasmado en fantoches
celebraciones centenarias y desfiles mal habidos repletos de militares, tuvo
entre sus filas a valerosas mujeres que transitan más allá del folclor y de la
postal de las adelitas. Sin restar merito a aquellas aguerridas mujeres que
acompañaron a sus hombres en la primer lucha revolucionaria del siglo XX, hubo
otras que quedaron al margen de los libros de historia. Juana Belén Gutiérrez
de Mendoza, anarcosindicalista y precursora del feminismo mexicano, por ejemplo,
forma parte de aquel extenso listado de luchadoras anónimas, que la historia
oficial busca borrar pues se han atrevido a cuestionar toda sujeción a un
sistema de valores, en donde la mujer no acaba de ser sino a condición del
hombre que tiene a su lado.
En la segunda mesa, “Mujeres detenidas, víctimas de tortura por
su condición de género”, la palabra fue de Sandra, Rita y doña Tríni,
quienes hablaron desde su experiencia en luchas sociales: por la educación en
las normales rurales, en contra del obsceno proceso electoral que recién llevo
a Peña Nieto a la silla presidencial y el movimiento por la defensa de la
tierra en San Salvador Atenco, respectivamente. Todos estos son movimientos en
los cuales la mujer no se ha conformado con ser compañera, si no que se ha
puesto al frente de las batallas, como aquella que desde el 2006 tuvo que
liderar al FPDT (Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra). Tras la brutal
represión —en la cual las mujeres fueron botín de guerra de los elementos de
seguridad— María Trinidad Sánchez, conocida como doña Trini, se puso al frente
de la lucha por la libertad de los presos políticos, entre los cuales se
encontraban su esposo e hijo. Más de tres años transcurrieron en la lucha,
hasta que en julio de 2010 se liberaron a los últimos 12 presos. Por cierto, es
en ese mismo Estado de México que durante el 2010 se alcanzaron los máximos
niveles de feminicidios con 6.4 asesinatos al día [3], al tiempo que gobernaba
la entidad el actual presidente del país.
La lucha por el derecho a la educación y la equidad
Tuvieron que pasar más de 300 años para que las
barreras construidas por los estereotipos de la sociedad mexicana permitieran a
las mujeres conquistar la educación sin cortapisas de género. Más tarde,
durante la segunda mitad del siglo XIX, tuvieron que enfrentarse a la reclusión
a las labores de la enseñanza y la salud, como maestras, enfermeras y parteras.
Para la sociedad liberal mexicana la instrucción académica de las mujeres sólo
debía alcanzar cierto nivel puesto que, como declaraba José Días Covarrubias,
del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, la educación femenina no
debía orientarse hacia las carreras profesionales, pues consideraba que aún no
existían las condiciones necesarias para compartir con ese sexo “la alta dirección de la inteligencia y de
la actividad” [4].
Sin embargo,
innumerables han sido los casos que muestran lo retrogrado de la concepción que
la sociedad mexicana incubó hasta finales del siglo XIX. Han sido las mujeres,
quienes se han encargado de romper con las barreras profundamente enraizadas en
el conservador pueblo mexicano, barreras que les impedían el acceso a una
instrucción en todos sus niveles y en el área de su preferencia.
Y es nuevamente el caso
de Juana Belem Gutiérrez de Mendoza, que hace estremecer incluso a quienes
enaltecemos la labor de Ricardo Flores Magón. Culta por esfuerzo propio, quien
al igual que Ricardo pasará gran parte de su vida en las prisiones,
colaboradora del Hijo del Ahuizote, ferviente escritora hecha de manera autodidacta,
fundadora del semanario Vesper y gran número de publicaciones que desde el
estado de Guanajuato –en el caso de Vesper- arremetieran en contra de Díaz, la
iglesia, Carranza y las profundas desigualdades que golpeaban a las mujeres de
aquellos años. Su figura fue ensombrecida por las acusaciones de Ricardo Flores
Magón, quien con una gran carga de misoginia la separara de su grupo
colaborador más cercano. Sin embargo, ella, cómo muchas otras mujeres no
interrumpió su apasionada actividad revolucionaria, participando de la
redacción del Plan de Ayala, es nombrada por Emiliano Zapata como coronela del
regimiento Victoria.[5]
Entrado ya el atardecer,
con la misma paciencia que el sol retrocede en el horizonte, los asistentes
permanecen atentos pese a la intensa jornada de trabajo. En la tercera mesa: “El acceso a la educación con perspectiva de
género” son: Alejandra, Minerva y Karina quienes logran mantener la
atención del foro. Provenientes de la Casa de Estudiantes femenil (V. I. Lenin)
en la ciudad de Morelia, de la Normal Rural “Ricardo
Flores Magón” de Saucillo Chihuahua y de la Universidad Nacional Autónoma
de México, respectivamente. Estas tres jóvenes dan cuenta de la realidad, que
en las aulas de estudio mantiene a la mujer en condiciones de tropelía, pues la
educación de nuestros días sigue siendo profundamente conservadora y arraigada
en los prejuicios de género, que la mayor parte de la sociedad mexicana sigue
reproduciendo desde ámbitos cómo el familiar, laboral y académico; impidiendo
el pleno desarrollo de la mujer en estos ámbitos.
Ellas vinculan al
sistema educativo conservador y patriarcal en muchos estados del país —como
aquel que en Guanajuato hizo quemar libros de texto con contenidos de educación
sexual, por parte de la regidora panista Hortensia Orozco en 2009 [6]— de los
enormes rezagos en materia de equidad de género. Y es que la creación de
instituciones, cómo del Instituto Nacional de la Mujer en 2001, no han hecho
más que burocratizar una equidad que pueda insertase en el sistema económico y
de valores en turno.
En los años que fue
institucionalizada la revolución, o por lo menos lo que de ella entendieron los
políticos institucionales de la dictadura perfecta, que el PRI mantuvo por más
de 70 años. Durante el llamado estado benefactor, el discurso de equidad de
género no era permeable con los programas sociales que dichos gobiernos
promovían y que eran enfocados casi exclusivamente para atender a la masa
empobrecida y corporativizada en los grandes sectores de la producción. Ivonne
Vizcarra Borde, en su estudio titulado: “La
institucionalización de la equidad de género en el Estado de México y la
economía política feminista”, plantea sobre esta etapa:
Las políticas públicas que consolidan al Estado-benefactor
(seguridad, igualdad, inclusión, libertad) toman los sentimientos de riesgo,
inseguridad, vulnerabilidad, exclusión y desigualdad como problemas a vencer
con su intervención. Este procedimiento hace que los objetivos del
Estado-benefactor parezcan compatibles con el funcionamiento de la sociedad y
la economía al mismo tiempo (Heclo, 1981: 35). Para Shalev (1983) esta aparente
complicidad tiene un interés bien definido: proteger el capital bajo un clima
de seguridad social”.
[7]
Sin embargo, como se
menciona en el mismo estudio, dicho estado benefactor no logró eliminar las
diferentes situaciones de inseguridad, desigualdad, marginalidad y exclusión de
las minorías (género, raza, etnia y clase) que justificaban de hecho la
intervención de sus políticas sociales. Por lo que, no es sino hasta los años
ochenta, que el sistema capitalista – en nueva expansión- ahora llamada
globalización, plantea un paradigma diferente en tanto a las relaciones de
género. Era necesario “liberar a las mujeres” de yugo familiar, para
insertarlas en la producción de manufacturas en todo el orbe, es entonces que
se hace necesario para organismos internacionales, como la Comisión Económica
para América Latina (CEPAL), empezar a dictar las políticas públicas de los
Estados para que se promueva la equidad de género como discurso oficial.
Si bien, al día de hoy
existen grandes avances en cuestiones de equidad. Estos se deben más bien a la
lucha que fuera de la institucionalidad del Estado, ha llevado al movimiento
feminista, avivado ideológicamente en los años sesenta, a crear una identidad
de género: contestataria, clasista y en oposición a la explotación, sí del
hombre, pero también del sistema en su conjunto. Luchando para llevar a la
mujer al empoderamiento como género pero a la vez cómo parte de una clase.
Lo anterior se encuentra
en manifiesta oposición a la postura burguesa de equidad de género, en uyo
discurso patriarcal “se reproduce en
todas sus dimensiones (internacionales, nacionales, regionales, locales y
familiares), a través de prácticas discursivas que implícitamente consideran el
trabajo femenino como «infinitamente» extensible, y que sus responsabilidades
domésticas (productivas y reproductivas) no son tan importantes.” [8]
Notas:
[1] En 25 años se han perpetrado 34 mil feminicidios en México: ONU. Revista Proceso 7 de marzo de 2012.
[1] En 25 años se han perpetrado 34 mil feminicidios en México: ONU. Revista Proceso 7 de marzo de 2012.
[2] “Información urgente, marchan madres de jóvenes desaparecidas Cd. Juárez”. Gero Fong, 17 de enero de 2013 (www.radiochinelo.mx)
[3] “Alcanzó el feminicidio su nivel más alto en 2010: 6.4 asesinatos al día”. La Jornada, 15 de febrero de 2013.
[4] “Mujeres y educación superior en el siglo XIX”, Ma. de Lourdes Alvarado (CESU-UNAM). En línea
[5] “Ni Dios, Ni Patrón, Ni Marido” (Una intelectual de la Revolución mexicana), Araceli Zúñiga, México DF
[6] Queman libro oficial de biología en Guanajuato. La Jornada, 5 de octubre de 2009
[7] “La institucionalización de la equidad de género en el Estado de México”. Ivonne Vizcarra Borde. Reflexión Política Año 4 No 8 ISSN 0124-0781, UNAB, Colombia/Convergencia N° 30, 2002, ISSN 1405-1435, UAEM. México. (Página 85)
[8] “La institucionalización de la equidad de género en el Estado de México”. Ivonne Vizcarra Borde. Reflexión Política Año 4 No 8 ISSN 0124-0781, UNAB,Colombia/Convergencia N° 30, 2002, ISSN 1405-1435, UAEM. México. (Página 92)
José Aureliano Buendía*. Militante del Partido Obrero Socialista - Movimiento al Socialismo México.
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