x Juan Gelman
Página 12, 23/3/2013
Se ha cumplido una década de la invasión a Iraq y no
parece que el "terrorismo" haya acabado en un país que EE.UU. y sus
socios de la OTAN "liberaron" de esa peste
Los medios dan cuenta de una
docena de ataques suicidas o con automóviles cargados de explosivos,
especialmente en Bagdad y Mosul, pero también en otras ciudades y pueblos
aledaños a la capital. Los principales dejaron un saldo de 65 muertos y más de
240 heridos. En conjunto, casi cien fallecidos y un número indeterminado aún de
lesionados. Al Qaida “celebró” así el
aniversario.
Esa intervención militar “preventiva” causó la muerte de unos
120.000 civiles iraquíes, la de 4800 efectivos occidentales, la mayoría
estadounidenses, el desplazamiento de cinco millones de habitantes (www.thelancet.com, 16-3-13) y se basó en varias
mentiras de la Casa Blanca capitaneada por W. Bush: Saddam Hussein tenía
relaciones con Al Qaida y un arsenal de armas de destrucción masiva (ADM). El
gobierno de EE.UU. no se enteró sólo después de que no se hallaran en el país
invadido. Lo sabía antes de invadir.
“No
hay dudas de que Saddam Hussein tiene ahora armas de destrucción masiva”, declaró el vicepresidente Dick
Cheney en el 2002. Las afirmaciones en idéntico sentido se multiplicaron. Una
investigación que un comité de la Cámara de Representantes llevó a cabo en el
2004 estableció que “el presidente Bush,
el vicepresidente Cheney, el secretario Rumsfeld, el secretario Powell y la consejera
de Seguridad Nacional Rice formularon 237 declaraciones engañosas sobre la
amenaza que representaba Irak”. Al menos 61 de ellas “tergiversaron los
lazos de Irak con Al Qaida” (www.archmve.org,
16-3-04). Una investigación del Senado realizada en el 2006 también reveló
estas falsedades (www.empywheelnet, 8-9-06).
Lawrence Wilkinson, ex jefe de
Gabinete del secretario de Estado Colin Powell, manifestó que en el 2002 se
autorizaron los “métodos duros”, es
decir, las torturas, “con la prioridad de
descubrir evidencias que vincularan a Irak con Al Qaida más que para prevenir
otro ataque terrorista en EE.UU.” (www.thewashingtonnote.com,
13-5-09). El gobierno de W. Bush no cejó en esta presión sobre los servicios de
inteligencia: Paul Pillar, el funcionario de la CIA que coordinó la rápida
redacción de una estimación de los servicios sobre los programas iraquíes de
ADM, manifestó que “la atmósfera en la
que se estaba trabajando, en la que era claro que ya se había tomado una
decisión política, en la que se buscaba que los organismos de inteligencia
apoyaran esa decisión en vez de proporcionar información para adoptar
decisiones, todo esto era un elemento muy importante de dicha atmósfera” (www.pbs.org, 20-6-06).
La CBS informó en el 2009 que “escasamente cinco horas después de que el
vuelo 77 de American Airlines chocara contra el edificio del Pentágono, el
secretario de Defensa Donald H. Rumsfeld estaba diciendo a su equipo que
delineara planes para atacar Irak” (www.cbsnews.com,
10-9-09). Dos meses después del 11/9, Dick Cheney –preguntado acerca de la
relación de Irak con el nefasto golpe terrorista– afirmaba en una conferencia
de prensa que poseía un “informe
plenamente confirmado de que (Mohammed Atta, el terrorista de Al Qaida que
participó en el atentado) fue a Praga y
en abril pasado, pocos meses antes del ataque, se reunió con altos funcionarios
del servicio de inteligencia iraquí en Checoslovaquia” (www.washington post.com, 9-12-01). La CIA había
calificado de falsa esa información en un memo que envió días antes a la
llamada Sala de Situación de la Casa Blanca en la que se evalúan los datos de
inteligencia (www.documentcloud.org, 1-12-01).
Cheney lo sabía cuando afirmaba lo contrario.
La Casa Blanca también estaba
en conocimiento de que Irak no desarrollaba programas de ADM. Como explicó el
propio Paul Pillar: “Incluso tal
afirmación no justificaba un caso de guerra. Entre otras cosas, entrañaba la
evaluación de que si Saddam Hussein poseía, en efecto, tales armas era
improbable que las empleara contra EE.UU. o se las diera a los terroristas”.
Esto último era más que improbable: Irak no estaba en guerra. Y se recuerda el
secreto y famoso Downing Street Memo sobre una reunión del entonces primer
ministro Tony Blair con funcionarios de inteligencia que tuvo lugar el 23 de
julio del 2002. Decía: “Bush quiere
derrocar a Saddam con una intervención militar, justificada por la conjunción
de terrorismo y ADM. Pero la inteligencia y los hechos fueron establecidos en
torno de esa política” (www.thesundaytimes.co.uk,
1-5-05).
La Casa Blanca se apoyó en
falsedades de las que era consciente para invadir Irak y su línea
propagandística consistió en recalcar la ligazón Irak-Al Qaida en relación con
el 11/9: explotó la indignación popular que causó el atentado. El argumento de
las ADM era menos importante para lograr el apoyo de la opinión pública
estadounidense. Esa guerra le costó más de un billón de dólares. Los iraquíes
la siguen pagando.
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