Luciérnaga en lengua náhuatl se escribe xochitlametzin
y significa flor brillante como la luna.
Es una alusión a algo que brilla con su propia.
El periódico comunitario que ahora presentamos es
una muestra de que es posible tener medios de comunicación independientes y
orgánicos a las comunidades indígenas. Tan sólo dejamos que ellos mismos hablen
de su proyecto, las necesidades que identificaron para empezar y las
expectativas.
Saludamos con gusto el
surgimiento de proyectos y de experiencias de comunicación que naveguen
contracorriente en medio de este vendaval...
No todo lo que es oro, brilla: la fotografía en
la montaña
Por Xilonen Pérez
(Texto y fotografías)
Cinco de la mañana. El sol saliente ya dibuja el contorno de los
cerros guerrerenses, estos aún no consiguen su tonalidad verde marrón, pero
comienzan a resaltar por el rojo amanecer que se extiende encima de la noche.
Una vez que quedan bien coloreados, se alcanzan a ver sus pliegues, lo cual es
indicio de la cercanía de la montaña. No como en otros lugares, como la ciudad,
donde esas figuras son apenas una utopía; o bien, un horizonte de adorno,
ajeno, de fondo nomás…
El traslado
parecía broma. Primera estación: Tlapa, Guerrero. La línea de autobuses SUR se
conducía al estilo de un pesero defeño; hubo ascenso y descenso de
pasajeros en ‘cada esquina’ durante
todo el trayecto. De media noche a siete y media de la mañana. Música de banda
norteña, canciones de antaño poco reconocidas, así como el canto del chofer de
casi 30 años, nos acompañaba con descaro.
San Luis
Acatlán: nos vieron cara de turistas, y sí, nos cobraron más de lo usual para
llegar ahí. Fueron casi cuatro horas para delinear las curvas de aquel cerro en
el que nos inmiscuíamos. Sí, ya estábamos en la Montaña, los pliegues ahora
eran tangibles. Las ruedas del vehículo se deleitaron con su textura: pinos,
tierra, pasto; nosotros sólo miramos y dejamos seducir nuestro sueño.
Pascala del
Oro: No todo lo que es oro, brilla.
Es dorado el camino de
terracería entre San Luis Acatlán y Pascala del Oro. No brilla, pero recubre
todo lo que pasa por ahí. El mito popular es que hay oro enterrado debajo de la
comunidad. Eso no está confirmado, pero existen otros productos que sí son
objeto de disputa; y brillan. Café, plátano, maíz. Ahora es temporada del
primero, los colores son impensables: verde, amarillo, guinda. Se recolectan de
la planta, se ponen al sol y tapizan los patios de la mayoría de los hogares,
luego se desnuda el grano y se tuesta.
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Llegamos a la iglesia. Tercera
llamada y comenzamos.
Fuimos
invitados a impartir un taller de fotoperiodismo en aquel pueblo, así como a
compartir e intercambiar experiencias con estudiantes de la Universidad de los
Pueblos del Sur (UNISUR) en Guerrero. Específicamente, quienes elaboran el
periódico comunitario Luciérnaga. Ellos pertenecen a diferentes
comunidades en la Costa Chica y la Montaña de Guerrero.
El nombre del estado ya
anuncia ciertas complicaciones; sin querer, tal vez, o bien porque remite muy
recientemente a la escalada de violencia en el contexto de la lucha contra las
drogas –emprendida por quien fue presidente de México hasta el 1 de diciembre
del 2012, Felipe Calderón; y perpetuada hasta ahora por su sucesor, Enrique
Peña Nieto.
Ante ello,
han surgido alrededor de 36 grupos de autodefensa comunitaria en ocho estados
del país[1],
20 de ellos en la trinchera guerrerense. Se ha establecido la Policía
Comunitaria frente al crimen organizado, pero también la autodefensa tiene que
ver con la protección del territorio y los recursos naturales frente a las
empresas transnacionales, en el caso concreto de Guerrero, a las cuales el
gobierno local pretende abrir paso. Hace poco más de un año, fueron asesinados
dos jóvenes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa
durante una protesta estudiantil. Además ha sido referente por los diversos
grupos guerrilleros que surgieron en las décadas los 60 y 70 a lo largo y ancho
del país. Eso, a grandes rasgos.
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A partir de las nociones que
se tenía en torno a la fotografía, se construyó una definición del concepto de
manera colectiva: “Es un símbolo visual fijo que genera comunicación y
entendimiento en un espacio y tiempo determinados; el cual muestra una parte de
la realidad. Lleva un mensaje, construye un diálogo, un posicionamiento,
identidad y poder a partir de la subjetividad del periódico”. En amuzgo: “´Naᶯ naᶯ n´ia´ ts´aᶯ yuu, nts´aaᶯ naᶯ ntsisniᶯ ts´aᶯ ndo´ndyi tsáᶯ naqui´ cwii joo ndo´tiempoo, matsi cmaaᶯ naᶯ mayyu´chiᶯ , war´uan cwii r´unᶯ, mach´eaᶯ naᶯ ntsiniᶯ ts´aᶯ ndo´cabateiᶯ st´aᶯ nayaa, mach´eaᶯ jia na ´a na qui tyu´aa n ando maquiaa naᶯ njdo”.
Posteriormente,
se proyectó material de SubVersiones,
donde se identificaban ciertos elementos a considerar al tomar una fotografía,
tanto técnicos como prácticos al interactuar con gente en cierto lugar. Luz,
encuadre, composición; cómo se define que es algo noticioso; de qué manera
acercarse a la gente sin que se siente intimidada, etcétera. Asimismo, se
discutió el tema de las imágenes amarillistas y la ética periodística en ese
sentido:
El
amarillismo no es pertinente en términos éticos pues cuando se sale del
contexto en el que se inscriben y resulta ser puro morbo, es irrespetuoso e
indigno. Si la idea es construir una nueva forma de hacer periodismo y de ver
la vida, lo anterior no va acorde con ello porque desvaloriza, insensibiliza y
convierte en máquinas. No es un negocio (y esto vende muy bien), se trata de la
realidad y la intención de cambiarla. No alimentar el tipo de prensa de la cual
nos queremos diferenciar.
Al ataque.
En equipos de cuatro a seis personas, con una o dos cámaras por cada uno,
salimos a caminar por la comunidad con objetivos muy específicos. Un grupo haría
sólo retratos; otro buscaría alimentos característicos y elementos relacionados
a su elaboración; el tercero se enfocaría en detalles significativos para la
historia de Pascala del Oro, cuya tierra cobriza brilla incansablemente, y a
partir de entrevistas que les dieran pistas para ello; el último sería la
sombra de los demás para documentar cómo se lleva a cabo la práctica. Los
resultados fueron excelsos.
La idea del taller era brindar
elementos para ejercer un tipo de periodismo que ellos denominan comunitario,
ya que el periódico impreso se elabora desde y para las comunidades, ahí se
reparte. Sin embargo, no excluyen noticias de otras localidades; retoman artículos
de otros medios de comunicación y, en la medida de lo posible, salen a cubrir
fuera de allí. Procuran tomar e impartir talleres para aprender continuamente,
y hacer el trabajo con rigor y seriedad. El ánimo para esto es admirable y
contagioso. Fue un ejercicio enriquecedor para ambas partes: quienes
impartieron y los asistentes al taller, en un proceso de formación colectiva,
indispensable y constante.
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