El Estado Mexicano en el banquillo de los acusados por tortura sexual en Atenco e impunidad en el asesinato de Digna Ochoa
Escrito por Zapateando
Domingo, 24 Marzo 2013
Zapateando para NómadaSintópico
En 2006, ante pregunta de la prensa por las denuncias de violaciones
sexuales hechas por las presas de conciencia de Atenco, el entonces gobernador
mexiquense Enrique Peña Nieto declaró: “También es conocido que los manuales de
los grupos radicales dicen que hay que declararse violadas, en el caso de las
mujeres, y en el de los hombres haber sido objeto de abuso y maltrato.” Hoy
Peña Nieto es presidente y su responsabilidad por esas violaciones, que intentó
a toda costa negar, comienza a ser exhibida en el Sistema Interamericano de
Derechos Humanos.
La tortura sexual perpetrada
por policías federales, estatales y municipales en Texcoco el 3 de mayo y en
Atenco el 4 de mayo de 2006 ha sido denunciada ante la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH), en voz de la representante de las once mujeres
denunciantes, Bárbara Italia Méndez, así como de sus defensoras legales y de
derechos humanos del Centro Miguel Agustín Pro (Centro Prodh) y del Centro por
la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL).
La voz de las mujeres que se
atrevieron a denunciar las violaciones y vejaciones sexuales como parte de la
tortura a que sometieron a los detenidos durante la represión en Texcoco y
Atenco, bajo el gobierno de Enrique Peña Nieto y de Vicente Fox, fue escuchada
en Washington el 14 de marzo de 2013.
Las mujeres de Atenco, como se
conoce entre los movimientos sociales en México a las sobrevivientes de la
tortura sexual, agotaron las instancias de justicia y de legalidad en el Estado
mexicano; de las cuales las principales son: la Procuraduría de Justicia
Estatal del Estado de México (juez y parte, porque ella fue de las violadoras
de derechos humanos); la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos
Relacionados con actos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas
(Fevimtra), la cual se declaró incompetente y regresó el caso a la procuraduría
mexiquense; la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, quienes reconocieron las graves violaciones a los
derechos humanos de todos los detenidos e incluso la tortura sexual, pero
fueron incapaces de hacer justicia y de llegar a los autores materiales e
intelectuales de la violencia de Estado.
Después de casi siete años de
impunidad y de que, desde un inicio, las autoridades intentaron evitar que las
mujeres denunciaran la violencia sexual de la policía, las mujeres de Atenco
piden a la Comisión Interamericana que la Corte Interamericana de Derechos
Humanos que admita el caso Atenco y juzgue al Estado mexicano por las graves violaciones
a los derechos humanos que quebrantan tanto a las leyes mexicanas como a la
Convención Americana en la materia.
Como el caso es admisible, y
altamente probable la perspectiva de que el Estado mexicano sea condenado como
violador de derechos humanos, el gobierno de Peña Nieto pretender evitar que la
Corte Interamericana admita el caso ofreciendo a las mujeres denunciantes una “solución amistosa”. Es una propuesta
cínica, después de siete años de impunidad, de revictimizar a las mujeres
negándose a investigar a los responsables y criminalizándolas, ya que todas
fueron presas de conciencia por delitos que jamás cometieron, y cuando, perla
de la impunidad mexicana: el entonces gobernador y defensor del operativo y de
la violencia de Estado hoy despacha en la casa presidencial.
Las mujeres fueron acosadas
por funcionarios que les pedían aceptar la “solución
amistosa”, un operativo de control de daños que pretende darles dinero en
forma de becas, les ofrece ayuda médica y psicológica siete años después de los
hechos y promete seguir los juicios a la policía, aunque ya han agotado las
instancias nacionales de justicia con una negación sistemática a investigarlos.
Las mujeres entregaron una
carta a la Comisión Interamericana rechazando el ofrecimiento del gobierno de
Peña Nieto y pidiendo que el gobierno mexicano deje de acosarlas y si quiere
comunicarse con ellas lo haga por medio de sus defensores: el Centro Prodh y
Cejil. En ese documento expresaron: “no
vemos posibilidades y no es nuestro deseo explorar una solución amistosa, pues
el Estado ha demostrado en estos más de seis años no sólo su incapacidad para
responder a nuestras demandas de verdad y justicia –máxime porque sus únicas
acciones han estado relacionadas con la denuncia que hemos levantado a nivel
interamericano e internacional– sino también sigue difundiendo información
falsa sobre lo ocurrido en Atenco y sobre la búsqueda de justicia. En efecto,
la postura del Estado es que ya ha proporcionado acceso a la justicia, cuando
en los hechos el caso ha quedado impune, por lo cual no podemos esperar avances
del Estado; al contrario, el pleno acceso a la justicia que pudiera haber
ofrecido el Estado en un primer momento, a estas alturas sería prácticamente
imposible de alcanzar”.
Asimismo, el mismo gobierno
mexicano, por medio de su cancillería, y el gobierno del Distrito Federal
fracasaron en su intento de que la Comisión Interamericana no admitiera el caso
de la abogada veracruzana Digna Ochoa y Plácido, defensora de derechos humanos
asesinada en octubre de 2001 en la ciudad de México y cuyo crimen y sus
responsables han sido dejados en la impunidad por los gobiernos de López
Obrador y Marcelo Ebrard, sosteniendo contra toda evidencia que fue suicidio la
causa de la muerte de quien fuera abogada del Centro Prodh y defensora de
presos políticos acusados de zapatistas (como Gloria Benavides, la comandanta
Elisa) y de pertenecer a otros grupos armados (los hermanos Cerezo y Pablo
Alvarado, actualmente libres y dedicados a la defensa de derechos humanos), así
como de los campesinos ecologistas de Guerrero, Rodolfo Montiel y Teodoro
Cabrera.
De manera que el gobierno
mexicano está a punto de ser llevado ante la Corte Interamericana por dos
casos: la tortura sexual contra mujeres mexicanas y de diversas nacionalidades,
en el contexto de una violenta represión donde la brutalidad policial fue parte
de la estrategia para destruir un movimiento social: el de los zapatistas,
Atenco y otras organizaciones en la Otra Campaña; y también por la impunidad
del asesinato de una defensora de derechos humanos reconocida
internacionalmente, Digna Ochoa.
La tentativa del gobierno de
Peña Nieto de evitar que ambos casos sean revisados en el Sistema
Interamericano de Derechos Humanos se debe a que, en los casos anteriores que
han llegado a la Corte Interamericana, una vez tras otra el Estado mexicano ha
sido condenado por violar sus leyes nacionales y los convenios y protocolos
internacionales de derechos humanos.
Algunos casos en que la Corte
Interamericana ha encontrado al Estado mexicano responsable de graves
violaciones de derechos humanos son: Campo algodonero, uno de los numerosos
casos de feminicidios en Ciudad Juárez, en el que la Corte Interamericana juzgó
y falló contra el gobierno mexicano en 2009. Rosendo Radilla, campesino
desaparecido por el Ejército en la contrainsurgencia durante los años setenta
en Guerrero, sentencia de la Corte en 2009. Valentina Rosendo Cantú e Inés
Fernández Ortega, mujeres indígenas y campesinas de Guerrero violadas por
militares, sentencia de la Corte Interamericana en 2010. Los campesinos
ecologistas Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera, presos de conciencia, en cuyo
caso la sentencia de la Corte es de 2010.
En todos los casos el gobierno
mexicano fue hallado responsable y sentenciado a reparaciones de daños. La
defensa fracasada del Estado mexicano consistió en tratar de convencer a la
Corte Interamericana de que en el sistema penal mexicano no hay impunidad y las
víctimas tienen mecanismos para acceder a la justicia, pero las víctimas
demostraron que es falso, ya que las leyes en México no son respetadas por las
autoridades y la impunidad para militares, policías y funcionarios se mantiene
cuidadosamente desde el poder.
Es lo que van a demostrar, en
su momento, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, las mujeres
sobrevivientes a la tortura sexual en Atenco y los familiares de Digna Ochoa,
cuyo crimen mantienen en la impunidad los gobiernos supuestamente de izquierda
del Distrito Federal.
Por eso el nerviosismo del
gobierno de Peña Nieto lo llevó hasta la propuesta cínica e inverosímil de una “solución amistosa”, debe la manera en
que llaman a la impunidad de los suyos.
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