Los
mil cuatrocientos sesenta billones de dólares, de gastos militares en el
planeta y la expansión geométrica de las ganancias de los consorcios de la
guerra de Europa, EEUU y Asia, son la prueba más irrefutable de la relación
simbiótica establecida entre el sistema capitalista con los conflictos armados
y las ocupaciones militares. Uno se retroalimenta de los otros, y ambos
términos de la ecuación conforman la piedra angular de la existencia misma del
sistema imperial que hoy controla el mundo. La sumatoria interactiva de la
rentabilidad comercial con las ocupaciones y despliegues militares en alta
escala, marca a su vez el escenario de la "guerra
permanente" como una lógica de supervivencia irrenunciable del sistema
capitalista.
Funcionalmente, el sistema capitalista (producto
histórico de la dominación del hombre por el hombre) no se alimenta de la paz
sino de la guerra concebida como el primer escalón de las políticas y
estrategias de dominación (sustento de la explotación económica) a escala
global.
Es más, los propios procesos históricos ya incorporaron
la "economía de guerra" (emergente
de la industria de la guerra) como un segmento clave de la economía capitalista
que en caso de colapsar arrastraría consigo a todo el sistema a escala global.
El 11-S no solamente instaló un nuevo sistema de control
social por medio de la manipulación mediática con el "terrorismo", sino que además inauguró un "nuevo orden internacional"
(sustitutivo de la "guerra
fría") basado en la "guerra
contraterrorista" que sirve de justificación a las nuevas estrategias
expansionistas del Imperio norteamericano y de las trasnacionales capitalistas.
Con la leyenda mediática de Bin Laden y el peligro del "terrorismo internacional", a
partir del 11-S el Imperio norteamericano (potencia locomotora unipolar del
capitalismo desde la caída de la URSS) se lanzó a nuevas conquistas militares
de mercados justificadas en la "guerra
preventiva contra el terrorismo" y en la nueva doctrina de seguridad
de EEUU emergente tras los atentados del 11-S.
Con las llamadas "guerras
preventivas" iniciadas por los halcones tras el 11-S, no solamente se
conquista militarmente sino que también se abren nuevos ciclos de expansión y
ganancia capitalista en los nuevos mercados sometidos con el argumento de la "guerra contraterrorista".
Las nuevas hipótesis de conflicto con el "terrorismo" generan
facturación billonaria a la industria bélica constituida en la pata
complementaria de la rentabilidad capitalista trasnacional.
Esta realidad, entre una multiplicidad de elementos
interactivos, explica por qué el actual capitalismo trasnacionalizado
(hegemonizado por el eje USA-UE) está centralmente determinado por la "guerra contraterrorista" como
factor principal de continuidad y preservación de su sistema de explotación
económica.
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