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Reconstrucción Comunista
08/03/2013
blog.reconstruccioncomunista.org
Hoy es 8 de Marzo, Día de la Mujer Trabajadora.
Las calles de muchas ciudades del Estado Español se llenarán de mujeres y
hombres que se manifestarán, tras sus pancartas, para reivindicar las causas y
derechos de las mujeres. Algunos partidos y plataformas oportunistas lo harán,
como cada año, de forma simbólica y a modo de lavado de imagen; otros
colectivos, plataformas y organizaciones, para reivindicar un día como
cualquier otro los derechos de la mujer trabajadora, en su incansable lucha por
la emancipación de toda la clase obrera.
El 8 de Marzo se viene utilizando desde las
instituciones como día simbólico y argumento victimizador. No en vano llevan
décadas despolitizando el sentido de esta fecha, siendo la actual denominación
oficial de la misma Día Internacional de la Mujer.
Frecuentemente se ha dicho que la elección de la
fecha se hizo en memoria de una huelga de trabajadoras de la fábrica Cotton de
Nueva York el 8 de marzo de 1908. Aquel día era domingo. Investigaciones
posteriores demuestran que aquella huelga se prolongó durante trece semanas y
empezó, realmente, en septiembre de 1909. Se suele hablar también del incendio
de la Triangle Shirtwaist Company donde fueron asesinadas muchas trabajadoras a
manos de sus patronos, que prendieron fuego a la fábrica que estas habían
ocupado en señal de protesta por sus míseras condiciones de trabajo. Aquellos
hechos ocurrieron, no obstante, un 25 de marzo de 1911. Medio año antes, en
agosto de 1910, en el marco de la II Conferencia Internacional de Mujeres
Socialistas en Copenhague liderada por Clara Zetkin, se decretó el
establecimiento de un día internacional de la mujer trabajadora, con el
objetivo de reconocer su lucha. Siete años después, el 8 de marzo de 1917, un
grupo de trabajadoras y amas de casa se amotinaron ante la falta de alimentos
en San Petersburgo, dando lugar a una revuelta a la que se sumaron trabajadores
y estudiantes e iniciando así el proceso revolucionario ruso que acabaría en
octubre. Aquel marzo de 1917, las mujeres demostraron su potencial revolucionario
y su capacidad de apoderamiento, lejos de los discursos institucionales
victimizadores que rodean esta fecha. No es casualidad que la ONU, en 1975,
ofreciese una versión del origen del 8 de Marzo que invisibilizaba
completamente los sucesos de 1917, eliminando así el carácter de clase y
revolucionario que realmente tiene el Día de la Mujer Trabajadora.
Las diversas formas que ha tomado el feminismo,
como corriente de pensamiento y como movimiento social que lucha por la
igualdad de la mujer en algunos ámbitos (derechos civiles, políticos y
sociales) y, en algunos casos, por la superación de los dogmas del patriarcado
anclado en el capitalismo y en las estructuras de poder del Estado burgués, han
marcado la Historia del siglo XX. Hoy en día, la lucha por la emancipación de
clase y género parece ser solo un teatro representado cada 8 de Marzo y
canalizado por el feminismo burgués donde se hace ver que, con una superficial
integración política, social y laboral de las mujeres en supuesta igualdad con
los hombres, quedan superados el patriarcalismo y las viejas reivindicaciones
de las mujeres trabajadoras.
Y a pesar de ello, la realidad muestra que las
reivindicaciones de hace un siglo respondían a un conflicto aún vigente y cada
vez más evidente, el conflicto entre clases que agudiza la opresión patriarcal
que ya de por sí sufre la trabajadora como mujer. No es posible ignorar la
opresión de clase, que subyace en todo momento a la de género, y menos aún en
el actual contexto de crisis del capitalismo.
El paro y la explotación de nuestra clase
aumenta a pasos agigantados, la discriminación laboral que siempre han sufrido
las mujeres hacen de las cifras del paro y de las diferencias salariales un
ataque a estas todavía más abrumador, en la línea de todos los ataques a
nuestra clase perpetrados por el Estado burgués en forma de reformas laborales
que, como siempre, hieren más salvajemente a los sectores más vulnerables de la
clase trabajadora. Es este el caso de las mujeres, que sufren a diario una
mayor facilidad para ser despedidas, la pérdida progresiva de sus derechos y la
temporalidad del trabajo. A esto, se suman las cada vez mayores dificultades
para acceder al mercado laboral pues, según dictan los roles impuestos por el
patriarcado, la mujer ha de poder conciliar todos los aspectos de su vida,
incluyendo el trabajo productivo y remunerado, con su función reproductiva y
doméstica. Esto comporta una reducción de sus jornadas, en el caso de las que
siguen salvándose del paro estructural, y el hecho de trabajar menos horas para
así asumir todas las horas del trabajo doméstico, que las mujeres realizan sin
retribución alguna y sin cotizar, supone un obstáculo añadido a la hora de
recibir una pensión de jubilación, especialmente desde su última reforma. Al
mismo tiempo, la pensión de viudedad, único sustento de muchas mujeres de la
clase obrera, también ha sido recortada, condenando a las mujeres de edad más
avanzada a una situación de pobreza todavía más peligrosa.
El feminismo burgués, ignorando completamente la
doble explotación que la mujer sufre como mujer y como trabajadora, se visualiza
en fechas señaladas como ésta centrando su discurso en cifras de mujeres
asesinadas (aunque sin estudiar ni analizar toda la escalada de violencia que
las mujeres sufren hasta su máxima expresión, que es el feminicidio), obviando
que parte de estas entran con cada vez más fuerza en parámetros no
cuantificados de asesinatos o violencia que no acaba en asesinatos, como es el
caso de las mujeres desahuciadas, el drama que ha devenido un fenómeno social
en progresivo aumento que afecta a los y las trabajadoras con peores
condiciones de vida.
A toda esta miseria se le ha de sumar la no
implementación de una serie de leyes en lo concerniente a prestaciones
sociales, como la ley del aborto o la retirada de las ayudas por nacimiento,
pequeñas concesiones del pseudofeminismo de las instituciones burguesas que han
sido de nuevo arrebatadas a las mujeres, retrocediendo así varias décadas de
lucha por el derecho a decidir sobre su propio cuerpo.
El Gobierno prioriza, a la hora de paliar los
efectos de la crisis estructural del capitalismo, inyectar millones de euros a
bancos y financiar sectores como el del automóvil o la construcción (trabajos
generalmente masculinizados), en detrimento de los presupuestos destinados a la
cobertura de derechos sociales, en este caso, de las mujeres. Aumenta la carga
doméstica y de cuidados de las personas dependientes para la mujer trabajadora,
asumiéndose una vez más que esta realizará este trabajo vital para la
perpetuación del modo de producción capitalista (pues supone el 80% del total
del trabajo que permite la vertebración y continuación sistémica del
capitalismo) de forma silenciosa y no remunerada, sin cotizar, sin protestar,
porque los roles del patriarcado imponen que es lo que “naturalmente” están llamadas a hacer. Los estereotipos de género,
que inculcan desde edad temprana a niñas y niños los diferentes roles
adquiridos con los que deben identificarse a lo largo de su vida, naturalizando
las diferencias y desigualdades que se dan entre estos, son algunos de los
mecanismos del patriarcado de los que más se aprovecha el capitalismo. En
definitiva, es completamente absurdo negar la íntima relación del patriarcado
con el capitalismo, ya que este necesita a las mujeres de la clase trabajadora
como la más barata mano de obra mientras, a su vez, soportan todo el peso del
trabajo reproductivo (familiar y doméstico) sin contabilizarlo como coste de
producción.
Tantos ciclos de concesiones y pérdidas continuas
de los derechos de las mujeres de la clase trabajadora, que no son más que el
intento de menguar su potencial revolucionario, solo dejan en claro una cosa:
la lucha feminista no puede ser interclasista y, del mismo modo, el feminismo
no puede pertenecer a las instituciones burguesas, pues no serán estas las que
nos regalen los derechos, de la misma manera que no se los regalarán al
proletariado. Únicamente deponiendo el capitalismo se podrá abolir el
patriarcado que vertebra las relaciones sociales derivadas del modelo de
producción capitalista.
Es el momento de que el feminismo recupere la
tradición de lucha que hace décadas perdió, alejándose de posiciones
interclasistas, integrándolo en la lucha de clases e intrínsecamente ligado a
la emancipación del proletariado.
RECONSTRUCCIÓN COMUNISTA (RC)
8 de Marzo, 2013
8 de Marzo, 2013
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